Este 11 de junio por la tarde, en la Basílica de San Juan de Letrán Benedicto XVI, Obispo de Roma, dictó una Lección Magistral en el ámbito del anual Convenio Eclesial de su Diócesis que desde ayer y hasta el próximo miércoles diserta sobre el tema: «Vayan, y hagan discípulos, bautizándolos y enseñándoles (Mt 28, 19-20). Redescubramos la belleza del Bautismo». En esta ocasión el Santo Padre se ha detenido a reflexionar sobre la riqueza de un don de Dios que nos hace hermanos y que es el primer paso de la resurrección: el sacramento del Bautismo.
El Santo Padre destacó la profundidad del sacramento del Bautismo cuando cuestionó el por qué se hace necesario para ser discípulos de Cristo evocando las palabras elegidas por Jesús para la formula bautismal: “En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo” y añadió que el Bautismo nos sumerge en la divinidad trinitaria, y nos inserta en el nombre de Dios que se hace nuestro nombre y nosotros sus testigos.
Bautizar quiere decir antes que nada estar unidos a Dios en una nueva y única existencia. Esto comporta que Dios no está lejos sino que es una presencia viva de la que debemos tener conciencia, porque hemos sido hechos cristianos por Dios que nos realiza en una nueva dimensión y finalmente que siendo inmersos con el Bautismo en Dios estamos en comunión con los hermanos: “Ser bautizados no es nunca un acto solitario, para ‘mí’, sino que es siempre –necesariamente- un estar unido con todos los demás, un estar en unidad y solidaridad con todo el cuerpo de Cristo”.
Siguiendo un orden lógico, el Papa se refirió al rito sacramental, que nos ayuda a comprender que cosa es el Bautismo destacando dos elementos, el de la palabra y el del agua, ésta última símbolo religioso importante de la vida nueva, pero también de la muerte mediante la cual se llega a la Resurrección, a la nueva vida. Además el agua como materia porque también de ésta, de materia y de cuerpo, está hecha de nuestra fe. Luego la palabra del rito bautismal – o bien las renuncias, prometidas, invocaciones – a través de ellas el Bautismo se revela y se transforma en camino de vida: “En él se realiza una decisión, en estas palabras está presente todo nuestro camino bautismal, sea pre-bautismal, sea post-bautismal. Por lo tanto, con estas palabras y también con los símbolos el Bautismo se extiende a toda nuestra vida”.
El Sucesor de Pedro y Obispo de Roma, se detuvo a reflexionar sobre las tres renuncias del rito bautismal: renunciar a las seducciones del mal –explicó- significa también hoy emanciparse de un modo de vivir en el que no cuenta la verdad, sino la apariencia, el efecto, la sensación, en el que bajo el pretexto de la verdad, en realidad, se destruyen a los hombres: «(es) Una cultura que no busca el bien, (y) cuyo moralismo en realidad es una máscara para confundir: crear confusión y destrucción. Y contra esta cultura, en la cual la mentira se presenta bajo la apariencia de verdad y de información, contra esta cultura que busca solo el bienestar material y niega a Dios, decimos “no”».
Renunciar al pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios es admitir – añadió el Papa- que el pecado no es indiferente a Dios, no es una palabra ridícula, y que la libertad no es, como hoy se entiende, emanciparse de la fe y, por tanto, a final de cuentas, emanciparse de Dios. Dios nos ama, se hizo vulnerable hasta la muerte por nosotros y herirlo con el pecado, es vivir contra nosotros mismos y contra nuestra libertad.
Y finalmente prosigue el Pontífice –renunciar a satanás, explicó, significa decir un “sí” a Dios y un “no” al poder del maligno, que se quiere hacer Dios en este mundo. Recordó además que la confesión de fe acompaña el rito bautismal. Y que no se trata simplemente de una fórmula porque toca nuestro vivir: es –añadió- un diálogo, una acción de Dios con nosotros, es un camino. Solamente si aceptamos a Cristo como camino iniciamos realmente a ser en el camino de Cristo y podemos también comprender la verdad de Cristo, recordó el Papa.
La última breve reflexión del Papa pronunciada en su Lección Magistral en el marco de la apertura del Convenio Eclesial diocesano de Roma, se refirió al Bautismo de los niños, y lanzó una pregunta que muchos se hacen hoy: el Bautismo ¿sería necesario hacerlo después de un camino Catecumenal? ¿ Podemos imponer a un niño la religión? Benedicto XVI respondió al respecto que el Bautismo no está contra la libertad, sino que justamente en cuanto garantía del bien de Dios y de su protección sobre la vida, puede justificar también el don de la vida misma que ésta sí (la vida), nos es dada sin previo consenso.
(Patricia L. Jáuregui Romero - Radio Vaticano)
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