Benedicto XVI, inspirado por el compromiso de la antigua Iglesia de Arezzo, exhortó esta mañana a los cristianos a "estar presentes en la vida pública y a ser fermento de la sociedad”. El Santo Padre visita pastoralmente en la jornada de hoy Arezzo, en la región italiana de Toscana, donde por la mañana celebró la Santa misa ante miles de fieles llegados de todas la regiones del centro de Italia. Una ceremonia multitudinaria que ha tenido lugar en el Parque del Prado de esta localidad italiana, en el contexto del vigésimo séptimo viaje del Papa por Italia en siete años de Pontificado.
En presencia del obispo de Arezzo Mons. Riccardo Fontana, sacerdotes, religiosos y representantes de Asociaciones y Movimientos eclesiales, así como del primer ministro italiano, Mario Monti, el Papa agradeció a todos las corteses expresiones de bienvenida.
“Hoy me acoge una antigua Iglesia, experta de relaciones y benemérita en los siglos por el compromiso de construir la ciudad del hombre a imagen de la Ciudad de Dios”. Dijo el Papa en su homilía. “En los siglos pasados la Iglesia que está en Arezzo ha sido enriquecida y animada por múltiples expresiones de la fe cristiana, entre las cuales la más alta es aquella de los Santos”.
El Papa en primer lugar señaló a “san Donato, su Patrono, cuyo testimonio de vida, fascinó la cristiandad de la Edad Media, y que es aun actual. Un evangelizador intrépido, que “a través de su predicación recondujo con la oración y la Eucaristía a la unidad de los pueblos de los cuales fue Obispo”. Otro santo protagonista de la obra pacificadora desarrollada por la Iglesia fue san Pier Damiani y con él la gran tradición Camaldulense que desde hace mil años ofrece su riqueza espiritual a esta Iglesia diocesana y a la Iglesia universal”.
Y finalmente Benedicto XVI se refirió al beato Gregorio X, el gran Papa sepultado en la Catedral de Arezzo, que se midió con los grandes problemas de su tiempo: la reforma de la Iglesia; la recomposición del cisma con el Oriente cristiano; la atención por Tierra Santa; la paz y las relaciones entre los pueblos.
Benedicto XVI invitó a los fieles a seguir la gran tradición de Iglesia aretina y de sus Comunidades: “¡sean -dijo- auténticos testimonios del amor de Dios hacia todos!”
¡Queridos amigos! Conozco el empeño de su Iglesia en el promover la vida cristiana. Sean fermento en la sociedad, sean cristianos presentes, emprendedores y coherentes.
El Santo Padre, después de reflexionar sobre las lecturas de la liturgia de hoy y recordar a los grandes próceres y personalidades del Renacimiento de estas tierras, como Petrarca y Vasari, que supieron elaborar el concepto de civitas y el ideal cristiano, ha dicho que hoy “debemos preguntarnos, qué visión del hombre somos capaces de proponer a las nuevas generaciones”.
La Palabra de Dios que hemos escuchado es una fuerte invitación a vivir el amor de Dios hacia todos, y la cultura de estas tierras tiene, entre sus valores distintivos, la solidaridad, la atención a los más débiles, el respeto de la dignidad de cada uno. Es bien conocida la acogida, que también en tiempos recientes han sabido dar a cuántos han venido en búsqueda de libertad y de trabajo. Ser solidarios con los pobres es reconocer el proyecto de Dios Creador, que ha hecho de todos una sola familia.
Benedicto XVI aludió también a los estragos que la crisis económica está produciendo y que golpea especialmente los sectores más débiles y a los jóvenes, El Papa indicó que, la atención hacia los demás, desde hace siglos, ha movido a la Iglesia a hacerse solidaria con quien se encuentra en la necesidad, compartiendo recursos, promoviendo estilos de vida más esenciales, contrastando la cultura de lo efímero, que ha ilusionado a tantos, determinando una profunda crisis espiritual.
Que esta Iglesia diocesana, enriquecida por el testimonio luminoso del Pobrecillo de Asís, continúe a ser atenta y solidaria hacia quien se halla en la necesidad, pero que sepa también educar a la superación de lógicas puramente materialistas, que a menudo marcan nuestro tiempo, y terminan por ofuscar el sentido de la solidaridad y de la caridad.
Benedicto XVI ha terminado su homilía testimoniando la defensa de la vida, desde su primer instante hasta su fin natural y la defensa de la familia, a través de leyes justas, capaces de tutelar también a los débiles (ER-RV)
Traducción completa de la homilía del Papa
¡Queridos hermanos y hermanas!
Es grande mi alegría al poder partir con ustedes el pan de la Palabra de Dios y de la Eucaristía. Dirijo mi cordial saludo a todos y ¡les agradezco por el caluroso recibimiento! Saludo a su Pastor, Mons. Riccardo Fontana, al que agradezco por las corteses expresiones de bienvenida, a los demás Obispos, los Sacerdotes, los Religiosos y las Religiosas, a los representantes de las Asociaciones y de los Movimientos eclesiales. Un deferente saludo al Alcalde, Abogado Giuseppe Fanfani, grato por sus palabras de saludo, al Senador Mario Monti, Presidente del Consejo de Ministros, y a las demás Autoridades civiles y militares. Un reconocimiento especial a aquellos que han colaborado generosamente para ésta, mi Visita Pastoral.
Hoy me acoge una antigua Iglesia, experta de relaciones y benemérita en los siglos por el compromiso de construir la ciudad del hombre a imagen de la Ciudad de Dios. De hecho en tierra Toscana, la comunidad aretina se ha distinguido muchas veces en la historia por el sentido de libertad y la capacidad de dialogo entre diversos componentes sociales. Viniendo por primera vez entre ustedes, mi augurio es que la Ciudad sepa siempre hacer fructificar esta preciosa herencia.
En los siglos pasados la Iglesia que está en Arezzo ha sido enriquecida y animada por múltiples expresiones de la fe cristiana, entre las cuales la más alta es aquella de los Santos. Pienso, en particular, en san Donato, su Patrono, cuyo testimonio de vida, que fascinó la cristiandad de la Edad Media, es aun actual. El fue evangelizador intrépido, para que todos se liberen de las costumbres paganas y vuelvan a encontrar en la Palabra de Dios la fuerza para afirmar la dignidad de toda persona y el verdadero sentido de la libertad. A través de su predicación recondujo con la oración y la Eucaristía a la unidad de los pueblos de los cuales fue Obispo. El cáliz roto y recompuesto por san Donato, del que habla san Gregorio Magno (cfr Diálogos I, 7, 3), es imagen de la obra pacificadora desarrollada por la Iglesia dentro la sociedad, por el bien común. Así lo atestigua sobre ustedes san Pier Damiani y con él la gran tradición Camaldulense que desde hace mil años, desde el Casentino, ofrece su riqueza espiritual a esta Iglesia diocesana y a la Iglesia universal.
En su Catedral está sepultado el beato Gregorio X, Papa, como queriendo demostrar, en la diversidad de los tiempos y de las culturas, la continuidad del servicio que la Iglesia de Cristo pretende rendir al mundo. El, sostenido por la luz que provenía de las nacientes Ordenes Mendicantes, de teólogos y Santos, entre los que se encontraban santo Tomás de Aquino y san Buenaventura de Bagnoregio, se midió con los grandes problemas de su tiempo: la reforma de la Iglesia; la recomposición del cisma con el Oriente cristiano, que intentó realizar con el Concilio de Lyon; la atención por Tierra Santa; la paz y las relaciones entre los pueblos – él fue el primero en Occidente que mantuvo un intercambio de embajadas con el Kublai Khan de China.
¡Queridos amigos! La primera Lectura nos ha presentado un momento importante en el que se manifiesta justamente la universalidad del Mensaje cristiano y de la Iglesia: san Pedro, en la casa de Cornelio, bautizó a los primeros paganos. En el Antiguo Testamento Dios había querido que la bendición del pueblo hebreo no permaneciera como algo exclusivo, sino que fuese extendida a todas las naciones. Desde la llamada de Abraham había dicho: « Y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra» (Gen 12,3). Y así Pedro, inspirado desde lo alto, entiende que «Dios no hace acepción de personas, y que en cualquier nación, todo el que lo teme y practica la justicia es agradable a él» (Hch 10,34-35). El gesto cumplido por Pedro se convierte en imagen de la Iglesia abierta a la entera humanidad. Siguiendo la gran tradición de su Iglesia y de sus Comunidades ¡sean auténticos testimonios del amor de Dios hacia todos!
Pero con nuestra debilidad ¿cómo podemos llevar este amor? San Juan, en la segunda Lectura, nos ha dicho con fuerza que la liberación del pecado y de sus consecuencias no es iniciativa nuestra, sino de Dios. No hemos sido nosotros a amarlo, sino ha sido El quien nos ha amado y ha tomado en si nuestro pecado y lo ha lavado con la sangre de Cristo. Dios nos ha amado primero y quiere que entremos en su comunión de amor, para colaborar a su obra redentora.
En el pasaje del Evangelio ha resonado la invitación del Señor: «Los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero» (Jn 15,16). Es una palabra dirigida de manera especifica a los Apóstoles, pero, en sentido lato, concierne a todos los discípulos de Jesús. La iglesia entera es enviada al mundo para llevar el Evangelio y la salvación. Pero la iniciativa viene siempre de Dios, que llama a los múltiples ministerios, para que cada uno desarrolle la propia parte por el bien común. Llamados al sacerdocio ministerial, a la vida consagrada, a la vida conyugal, al compromiso en el mundo, a todos es pedido responder con generosidad al Señor, sostenidos por su Palabra que nos serena: «No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes» (ibídem).
¡Queridos amigos! Conozco el empeño de su Iglesia en el promover la vida cristiana. Sean fermento en la sociedad, sean cristianos presentes, emprendedores y coherentes. En su historia milenaria, la Ciudad de Arezzo resume expresiones significativas de cultura y de valores. Entre los tesoros de su tradiciones, se encuentra el orgullo de una identidad cristiana, testimoniada por tantas muestras y por devociones radicadas, como aquella por la Virgen del Consuelo. Esta tierra, donde nacieron grandes personalidades del Renacimiento, desde Petrarca hasta Vasari, ha tenido una parte activa en la afirmación de aquella concepción del hombre que ha incidido en la historia de Europa, reforzándose en los valores cristianos. También en tiempos recientes, pertenece al patrimonio ideal de la ciudad cuanto algunos de entre sus hijos mejores, en la investigación universitaria y en las sedes institucionales, han sabido elaborar sobre el concepto mismo de civitas, declinando el ideal cristiano de la edad comunal en las categorías de nuestro tiempo. En el contexto de la Iglesia en Italia, comprometida en este decenio en el tema de la educación, debemos preguntarnos, sobretodo en la Región que es patria del Renacimiento, qué visión del hombre somos capaces de proponer a las nuevas generaciones. La Palabra de Dios que hemos escuchado es una fuerte invitación a vivir el amor de Dios hacia todos, y la cultura de estas tierras tiene, entre sus valores distintivos, la solidaridad, la atención a los más débiles, el respeto de la dignidad de cada uno. Es bien conocida la acogida, que también en tiempos recientes han sabido dar a cuántos han venido en búsqueda de libertad y de trabajo. Ser solidarios con los pobres es reconocer el proyecto de Dios Creador, que ha hecho de todos una sola familia.
Ciertamente, también su Provincia está siendo fuertemente probada por la crisis económica. La complejidad de los problemas hace difícil individuar las soluciones más rápidas y eficaces para salir de la situación actual, que golpea especialmente los sectores más débiles y preocupa no poco a los jóvenes. La atención a los demás, desde hace siglos, ha movido a la Iglesia a hacerse concretamente solidaria con quien se encuentra en la necesidad, compartiendo recursos, promoviendo estilos de vida más esenciales, contrastando la cultura de lo efímero, que ha ilusionado a tantos, determinando una profunda crisis espiritual. Que esta Iglesia diocesana, enriquecida por el testimonio luminoso del Pobrecillo de Asís, continúe a ser atenta y solidaria hacia quien se halla en la necesidad, pero que sepa también educar a la superación de lógicas puramente materialistas, que a menudo marcan nuestro tiempo, y terminan por ofuscar el sentido de la solidaridad y de la caridad.
Testimoniar el amor de Dios en la atención a los últimos se conjuga también con la defensa de la vida, desde su primer instante hasta su fin natural. En su Región el asegurar a todos dignidad, salud y derechos fundamentales viene percibido justamente como un bien irrenunciable. Que la defensa de la familia, a través de leyes justas y capaces de tutelar también a los débiles, constituya siempre un punto importante para mantener un tejido social sólido y ofrecer perspectivas de esperanza para el futuro. Así como en la Edad Media los estatutos de sus ciudades fueron instrumento para asegurar a muchos los derechos inalienables, que así también hoy continúe el compromiso por promover una Ciudad del rostro cada vez más humano. En esto, la Iglesia ofrece su contribución para que el amor de Dios esté siempre acompañado por aquel al prójimo.
¡Queridos hermanos y hermanas! Continúen el servicio a Dios y al hombre según la enseñanza de Jesús, el luminoso ejemplo de sus Santos y la tradición de su pueblo. Que en esta tarea los acompañe y los sostenga siempre la materna protección de la Virgen del Consuelo, tan amada y venerada por ustedes ¡Amen!
(Traducción del italiano: Raúl Cabrera, RV)
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