Palabras del Santo Padre durante el rezo del Ángelus:
¡Queridos hermanos y hermanas!
La liturgia de hoy nos presenta, juntos, dos pasajes distintos del Evangelio de Lucas. El primero (1,1-4) es el prólogo, dirigido a un tal «Teófilo»; porque este nombre en griego significa «amigo de Dios», podemos ver en él a cada creyente que se abre a Dios y quiere conocer el Evangelio. En cambio, el segundo pasaje evangélico (4,14-21) nos presenta a Jesús que «con la potencia del Espíritu» se dirige el sábado a la sinagoga de Nazaret. Como buen observante, el Señor no se sustrae al ritmo litúrgico semanal y se une a la asamblea de sus compatriotas en la oración y en la escucha de las Escrituras. El rito prevé la lectura de un texto de la Tora o de los Profetas, seguida por un comentario. Ese día Jesús se levantó para leer y encontró un pasaje del profeta Isaías que inicia así: «El Espíritu del Señor está sobre mí, / porque me ha consagrado por la unción./ Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres » (61,1-2). Orígenes comenta: «No es una casualidad que haya abierto el libro y encontrado el capítulo de la lectura que profetiza sobre él, sino también esto fue obra de la providencia de Dios» (Homilías sobre el Evangelio de Lucas, 32,3). Jesús de hecho, finalizada la lectura, en un silencio cargado de atención, dice: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír» (Lc 4,21). San Cirilo de Alejandría afirma que el «hoy», colocado entre la primera y la última venida de Cristo, está ligado a la capacidad del creyente de escuchar y arrepentirse (cfr PG 69, 1241). Pero, en sentido aún más radical, Jesús mismo es «el hoy» de la salvación en la historia, porque lleva a cumplimiento la plenitud de la redención. El término «hoy», muy querido a san Lucas (cfr 19,9; 23,43), nos conduce al título cristológico preferido por el mismo Evangelista, aquel de «salvador» (sōtēr). Ya en los relatos de la infancia, él está presente en las palabras del ángel a los pastores: « Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor» (Lc 2,11).
Queridos amigos, este pasaje evangélico interpela «hoy» también a nosotros. Sobre todo nos hace pensar a nuestro modo de vivir el domingo: día del descanso y de la familia, pero antes que nada día que debemos dedicar al Señor, participando en la Eucaristía, con la cual nos nutrimos del Cuerpo y Sangre de Cristo y de su Palabra de vida. En segundo lugar, en nuestro tiempo de dispersión y distracción, este Evangelio nos invita a interrogarnos sobre nuestra capacidad de escucha. Antes de poder hablar de Dios y con Dios, hay que escucharlo, y la liturgia de la Iglesia es la “escuela” de esta escucha del Señor que nos habla. Por último, nos dice que cualquier momento puede convertirse en un «hoy» propicio para nuestra conversión. Cada día (kathēmeran) puede convertirse el hoy salvífico, porque la salvación es historia que continúa para la Iglesia y para cada discípulo de Cristo. Este es el sentido cristiano del «carpe diem»: ¡aprovecha el hoy en el que Dios te llama para donarte la salvación!
Que la Virgen María sea siempre nuestro modelo y nuestra guía en el saber reconocer y acoger, cada día de nuestra vida, la presencia de Dios, Salvador nuestro y de toda la humanidad.
(Traducción del italiano: Raúl Cabrera-Radio Vaticano)
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