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sábado, 31 de marzo de 2012

EL GOBIERNO CUBANO DECLARA FESTIVO EL PRÓXIMO VIERNES SANTO



El Vaticano consideró hoy una “señal muy positiva” el hecho de que el Gobierno cubano, acogiendo la petición del papa Benedicto XVI, haya declarado festivo el próximo Viernes Santo, informó hoy el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi.

“El hecho que las autoridades cubanas hayan acogido la petición hecha por el Santo Padre al presidente (cubano) Raúl Castro, declarando el próximo Viernes Santo día festivo es ciertamente una señal muy positiva”, señaló Lombardi en un comunicado.

La Santa Sede, agregó el portavoz, espera que la medida favorezca la participación de los cubanos “en las celebraciones religiosas de la festividad pascual y también que la visita del Pontífice continúe dando los frutos deseados para el bien de la Iglesia y de todos los cubanos”.

El Gobierno de Cuba anunció que el próximo Viernes Santo, 6 de abril, será festivo, atendiendo la petición que hizo Benedicto XVI en su visita a la isla, una decisión que de momento, precisó, tiene “carácter excepcional” este año en espera de una “determinación definitiva”.

El diario oficial “Granma”, portavoz del Partido Comunista de Cuba (PCC, único), informó hoy de que el Consejo de Ministros acordó ayer el descanso de las actividades laborales el viernes 6 de abril.

El rotativo recuerda que el Pontífice solicitó a Raúl Castro declarar festivo en la isla el Viernes Santo durante la reunión que sostuvieron en el Palacio de la Revolución de La Habana el pasado martes.


Nota Informativa publicada por el diario Gramma

Durante el encuentro sostenido en el Palacio de la Revolución, el pasado día 27, con el Presidente del Consejo de Estado y del Gobierno, General de Ejército Raúl Castro Ruz, el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica le expresó su deseo de que recesen las actividades laborales no indispensables los viernes de Semana Santa, con motivo de las conmemoraciones religiosas que tienen lugar por la pasión y muerte de Jesús de Nazaret.

Momentos antes de su partida, el Presidente Cubano le expresó la voluntad de que el próximo viernes 6 de abril, con carácter excepcional, en consideración a Su Santidad y al feliz resultado de esta trascendental visita a nuestro país, se accedía a ello y que se reservaba a los órganos superiores de la Nación la determinación definitiva.

En virtud de lo anterior, el Consejo de Ministros de la República de Cuba, acordó en el día de ayer, recesar las actividades laborales el próximo viernes 6 de abril.














ABC/NuevoHeraldo/ElPeriódico/Gramma

PELÍCULA: "LA PASIÓN"



El famoso director y actor de cine, Mel Gibson, queriendo hacer una película sobre la pasión del Señor, rezaba en su despacho cuando el libro de la Pasión de Catalina Emmerick se desprendió del librero y cayó sobre sus piernas. Esta experiencia asombrosa llevó al Sr. Mel Gibson a inspirarse en este libro para hacer la película «The Passion» («La Pasión»).

TÍTULO ORIGINAL The Passion Of The Christ
AÑO 2004
DIRECTOR Mel Gibson
GUIÓN Mel Gibson & Benedict Fitzgerald
MÚSICA John Debney
FOTOGRAFÍA Caleb Deschanel
REPARTO James Caviezel (AKA Jim Caviezel), Monica Bellucci, Maïa Morgenstern, Francesco Cabras, Rosalinda Celentano, Claudia Gerini, Sergio Rubini, Hristo Jivkov
PREMIOS 2004: 3 nominaciones al Oscar: Mejor fotografía, maquillaje, bso
2004: National Board of Review: Premio a la libertad de expresión

SINOPSIS Año 30 de nuestra era. En la provincia romana de Judea, un misterioso carpintero llamado Jesús de Nazareth comienza a anunciar la llegada del "reino de Dios" y se rodea de un grupo de humildes pescadores: los Apóstoles. Durante siglos, el pueblo judío había esperado la llegada del Mesías - personaje providencial que liberaría su sagrada patria e instauraría un nuevo orden basado en la justicia-. Las enseñanzas de Jesús atraen a una gran multitud de seguidores que lo reconocen como el Mesías. Alarmado por la situación, el Sanedrín, con la ayuda de Judas Iscariote, uno de los doce Apóstoles, arresta a Jesús. Acusado de traición a Roma, Cristo es entregado a Poncio Pilato, quien, para evitar un motín, lo condena a a morir en la cruz como un vulgar criminal. (FILMAFFINITY)


CATALINA EMMERICK

Bautizada el día de su nacimiento, el 8 de septiembre de 1774, en una granja del pueblo de Flamsche cerca de Coesfeld, diócesis de Münster, Westfalia, noroeste de Alemania, desde los cuatro años de edad tuvo frecuentes visiones de la historia de la Salvación. Tras muchas dificultades causadas por la pobreza y oposición de su familia, ingresó a los 28 años de edad en el monasterio de Agnetenberg, en Dülmen.

Suprimido el monasterio por las autoridades civiles, se trasladó a una casa particular. Desde 1813 en adelante, la enfermedad la obligó a la inmovilidad.

«Llevó consigo los estigmas de la Pasión del Señor y recibió carismas extraordinarios que empleó para consuelo de numerosos visitantes. Desde el lecho desarrolló un gran y fructífero apostolado», constató el prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, el cardenal José Saraiva Martins, al leer el decreto de reconocimiento del milagro ante Juan Pablo II.

Desde ese mismo año no tuvo más alimento que la Comunión, y pasó por tres exhaustivas investigaciones de la diócesis, la policía bonapartista y las autoridades.

Los últimos años de su vida experimentó místicamente la pasión de Jesucristo y trataba de describir en su dialecto bajo alemán las visiones cotidianas de lo sobrenatural que ella misma encontraba indecibles.

Un notable escritor alemán, Clemens Brentano, al tener noticia de ello, se convirtió y permaneció al pié de la cama de la enferma copiando los relatos de la vidente desde 1818 a 1824. Dos veces al día el escritor acudía a visitar a Ana Catalina para copiar en sus diarios los apuntes, y regresaba otra más para leérselos a la monja inválida y comprobar así la fidelidad de lo trascrito.

Muerte

El lunes 9 de febrero de 1824 murió en Dulmen consumada por las enfermedades y las penitencias.


Al fallecer la religiosa, el escritor ordenó el material depositado en sus diarios. Preparó un índice de las visiones y la edición de «La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo». El libro fue un acontecimiento mundial.


ENLACE A LIBRO "LA AMARGA PASIÓN DE CRISTO"











Idyanunciad.com/filaffinity/Gloriatv

VÍDEO MUSICAL: "PIE JESU"

VIDEO MUSICAL: "AVE MARIA"

LA EMBAJADORA PARA LA LIBERTAD RELIGIOSA EN EEUU

viernes, 30 de marzo de 2012

¿CÓMO DAR SEPULTURA AL CUERPO DE LOS DIFUNTOS?
















La Iglesia dice «no» al esparcimiento de las cenizas del difunto

No se opone a la cremación pero sigue considerando que la sepultura del cuerpo es la forma más coherente con la fe cristiana

La Conferencia Episcopal Italiana ha presentado la nueva edición en lengua italiana del «Rito de las exequias», publicada por la Librería Editrice Vaticana, en la que consideran que la cremación queda concluida cuando se deposita la urna en el cementerio, y afirman que la posibilidad en algunas legislaciones de esparcir las cenizas produce «no pocas perplejidades sobre su plena coherencia con la fe cristiana».

«Aunque algunas legislaciones permiten esparcir las cenizas en la naturaleza o conservarlas en lugares diversos del cementerio, «estas prácticas producen no pocas perplejidades sobre su plena coherencia con la fe cristiana, sobre todo cuando remiten a concepciones panteístas o naturalistas», indica el nuevo ritual.

Además, el miembro de la Oficina Litúrgica nacional de la Conferencia Episcopal Italiana, monseñor Angelo Lameri, ha explicado que el tema de la 'cremación' se ha colocado en un apéndice aparte para subrayar que la Iglesia, «aunque no se opone a la cremación de los cuerpos cuando no se hace 'in odium fidei', sigue considerando que la sepultura del cuerpo de los difuntos es la forma más adecuada para expresar la fe en la resurrección de la carne así como para favorecer el recuerdo y la oración de sufragio por parte de familiares y amigos».

Según se indica en este capítulo, excepcionalmente, los ritos previstos en la capilla del cementerio o ante la tumba se pueden celebrar en el lugar mismo de la cremación y se recomienda también el acompañamiento del féretro a dicho lugar, según ha informado el Vaticano.

En el momento de cerrar el ataúd
Esta segunda edición del rito también se refiere al momento de la visita a la familia, que no se contemplaba en la edición anterior. En este sentido, monseñor Lameri ha explicado que «para un sacerdote, es un momento para compartir el dolor, escuchar a los familiares afectados por el luto, y conocer algunos aspectos de la vida de la persona difunta con el fin de ofrecer un recuerdo correcto y personalizado durante la celebración de las exequias».

Además, se proponen nuevos textos para pronunciar en el momento de cerrar el ataúd, adecuados a diversas situaciones: para una persona anciana, para una persona joven, para quien ha muerto inesperadamente, etcétera. Asimismo, se ha añadido una amplia propuesta de formularios para la oración de los fieles.

Según ha señalado el presidente de la Comisión Episcopal para la Liturgia, monseñor Alceste Catella, este libro «atestigua la fe de los creyentes y el valor del respeto hacia los difuntos, el respeto por el cuerpo humano incluso cuando ya no tiene vida».

«Testimonia la fuerte exigencia de cultivar la memoria, de tener un lugar cierto en el que deponer el cadáver o las cenizas, en la certeza profunda de que ésto es auténtica fe y humanismo auténtico», ha concluido.











Fuente texto: ABC

NOTA DE LA CEE PARA SALVAGUARDAR ASPECTOS ESENCIALES DE LA DOCTRINA DE LA IGLESIA















D. Andrés Torres Queiruga


LA COMISIÓN EPISCOPAL PARA LA DOCTRINA DE LA FE, EN RELACIÓN A ALGUNAS OBRAS DEL TEÓLOGO ANDRÉS TORRES QUEIRUGA, HA PUBLICADO LA NOTA QUE REPRODUCIMOS


Introducción

1. En repetidas ocasiones han llegado a la Conferencia Episcopal Española consultas sobre la conformidad de los escritos del Prof. Rvdo. D. Andrés Torres Queiruga con la enseñanza de la Iglesia Católica. Tras un estudio de su abundante producción literaria, la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe ha mantenido un diálogo extenso y detenido con el Autor, después del cual ha considerado necesario ofrecer una clarificación sobre su pensamiento teológico, tomando como referencia algunas de sus obras dedicadas a la Revelación[1], al diálogo de las Religiones[2], y a la Resurrección[3].

2. Un rasgo característico de los escritos del Profesor Torres Queiruga es la preocupación por “repensar” la enseñanza tradicional de la Iglesia con un doble propósito: mostrar de modo comprensible para el hombre de hoy en qué consiste la experiencia de la que habla el anuncio cristiano y expresan las formulaciones de la fe; y presentar una imagen de Dios que, en lugar de suscitar miedo, permita reconocerlo como “todo amor”, y una imagen del cristianismo que le permita no ser excluido del diálogo cultural y religioso. Tal preocupación es, sin duda, loable, pero habría de realizarse siempre sin reducir la fe cristiana a las categorías de la cultura dominante que pudieran eliminar u oscurecer la novedad introducida por la Encarnación del Hijo de Dios.


1. El llamado “nuevo paradigma”

3. La preocupación por reformular el dogma lleva a Torres Queiruga a proponer un “nuevo paradigma”, según el cual una noción correcta de creación debe respetar y fundar la autonomía de las leyes de la naturaleza[4], pues no sería necesario aceptar ya “intervenciones puntuales” de Dios en el mundo[5]. Esto lleva al Autor a rechazar los milagros e incluso la resurrección de Jesucristo como milagro susceptible de pruebas empíricas[6].

4. La enseñanza de la Iglesia sostiene la clara distinción entre el mundo y el Creador como fundamento de la posibilidad de que Dios intervenga más allá de las leyes que Él mismo ha establecido[7]. Como recordaba Juan Pablo II respecto a los milagros de Cristo: «Está claro que el verdadero obstáculo para aceptarlos como datos, ya de historia ya de fe, radica en el prejuicio antisobrenatural [...] Es el prejuicio de quien quisiera limitar el poder de Dios o restringirlo al orden natural de las cosas, casi como una auto-obligación de Dios a ceñirse a sus propias leyes. Pero esta concepción choca contra la más elemental idea filosófica y teológica de Dios, Ser infinito, subsistente y omnipotente, que no tiene límites, sino en el no-ser y, por tanto, en el absurdo»[8]. Es cierto que Dios actúa siempre sosteniendo y guiando al mundo, pero ello no excluye que establezca una relación viva con el hombre en la historia, en la que cabe una Revelación de Dios con nuevas palabras y obras que culmina en la Encarnación.

5. En este nuevo paradigma no parece quedar clara la distinción entre creación y salvación[9]. Explica el Autor: «Pero si tomamos en serio la relación Creador-creatura, debemos contar con que a la “naturaleza” de ésta pertenece Dios, no ciertamente como pertenencia mundana, sino como fundación trascendente de su mismo ser. Dios no está “fuera”, pues como Creador está siempre sustentando a la creatura; y, creando por amor, no está jamás pasivo ni le es indiferente, sino que, por su parte, es presencia salvadora e iluminadora desde siempre y para todo hombre y mujer»[10].

6. Sin embargo, la enseñanza de la Iglesia nos recuerda que se debe salvaguardar la novedad de la vida en el Espíritu que Cristo nos alcanza. La explicación teológica del Autor sería aceptable siempre que no redujera la gracia y la bienaventuranza a un mero desarrollo de la naturaleza[11], como si la existencia cristiana consistiera simplemente en hacer explícito lo que ya está implícito. La Revelación expresa la novedad de la vida comunicada por el Espíritu Santo, presentándola como “una nueva creación” (cf. 1 Tm 3, 4-7; Ef 4, 17-24; 2 Cor 5, 17)[12]. La misma creación en Cristo (cf. Col 1,16) y la vocación de todo hombre a Dios (cf. GS 22) nos hablan de esa profunda y siempre novedosa perfección de la gracia como vocación última del hombre. De hecho, la conservación de las criaturas por parte de Dios[13] no agota toda la acción divina, pues «“sin el Creador la criatura se diluye”; menos aún ella puede alcanzar su fin último sin la ayuda de la gracia»[14].


2. Problemas referentes a la Revelación

7. Para exponer su paradigma, el Autor distingue entre la fe de la Iglesia y las diversas interpretaciones que pueden darse de ella, y aboga por la “remodelación en la estructura del conjunto”[15]. Según él, «superada la concepción de la “revelación como dictado”, somos muy conscientes del carácter necesariamente interpretado de toda la revelación bíblica; más aún, de la pluralidad de “teologías” que la habitan, con la consiguiente mediación de la cultura ambiental […] podrían haber sido muy distintas de haberse extendido el evangelio en otros ámbitos […] seguirían siendo “las mismas” – es decir, traducción de la misma experiencia fundamental -, pero resultaría, con toda seguridad, muy difícil ver su parecido con las actuales»[16]. También tiende a interpretar la infalibilidad como carácterística más de actuaciones que de proposiciones porque en realidad éstas requieren un contexto muy determinado vinculado a una serie de supuestos téoricos que «ni son ni pueden ser los nuestros»[17].

8. La enseñanza católica sobre la Revelación, expresada con la autoridad del Concilio Vaticano II, afirma que el lenguaje religioso no es simplemente la expresión de una experiencia determinada de Dios, sino que proporciona información objetiva sobre Él[18]. Si no fuera así, las formulaciones dogmáticas de la Iglesia dependerían completamente de la cultura de su entorno y se limitarían a ser meras aproximaciones a la verdad sobre Dios[19], que permanecería siempre oculto en un apofatismo radical[20]. La Iglesia ha enseñado los límites de nuestro lenguaje acerca de Dios[21], pero ha puesto en guardia ante tales extremos.

9. A partir de las premisas anteriores, la Revelación, según el Autor, se debe entender como un “caer en la cuenta” de lo que ya está en la persona: «Como Sócrates, el profeta o el fundador religioso no “meten” en sus oyentes algo externo que les sea ajeno, sino que les ayudan a caer en la cuenta, a “dar a luz” – “mayéutica” es el arte de la comadrona- lo que ellos o ellas ya son en su realidad más íntima, desde la presencia viva y actuante de Dios en la creación y en la historia (en esto ultimo radica la diferencia con la mayéutica griega)»[22].

10. El profesor Torres Queiruga quiere romper con una concepción de la Revelación como dictado[23] y la entiende como un descubrimiento de Dios ya presente y, en ese sentido, no más misteriosa que otro conocimiento: «Dios no necesita “llegar”, porque ya está siempre. Por eso la revelación efectiva es siempre una experiencia ya realizada, algo con lo que el sujeto religioso se encuentra en el mismo acto de tomar conciencia de ella. [...] Tomada en esta estructura originaria y bajo este aspecto, la revelación no resulta ni más misteriosa ni menos simple que un acto cognoscitivo cualquiera»[24]. «Despertada por la palabra (ex auditu) la persona reconoce y confiesa por sí misma y en sí misma (fides) la presencia reveladora de Dios»[25], y en este proceso no se puede recurrir a intervenciones divinas concretas, pues cualquier novedad gratuita e inesperada en realidad ya está siempre presente[26]. En este contexto prácticamente se da coincidencia entre filosofía y teología, sin que se aprecien grandes diferencias entre razón y fe[27].

11. En la Instrucción pastoral de la Conferencia Episcopal Española Teología y secularización en España. A los cuarenta años de la clausura del Concilio Vaticano II (30-3-2006), n. 9, los obispos españoles afirman: «Resulta incompatible con la fe de la Iglesia considerar la Revelación, según sostienen algunos autores, como una mera percepción subjetiva por la cual “se cae en la cuenta” del Dios que nos habita y trata de manifestársenos. Aun cuando emplean un lenguaje que parece próximo al eclesial, se alejan, sin embargo, del sentir de la Iglesia. Es necesario reafirmar que la Revelación supone una novedad, porque forma parte del designio de Dios que “se ha dignado redimirnos y ha querido hacernos hijos suyos”. Por ello, es erróneo entender la Revelación como el desarrollo inmanente de la religiosidad de los pueblos y considerar que todas las religiones son “reveladas”, según el grado alcanzado en su historia, y, en ese mismo sentido, verdaderas y salvíficas».

12. Aunque el Autor afirme que el “caer en la cuenta” no debe entenderse como una mera percepción subjetiva y que debe considerarse algo profundamente real[28], es difícil ver en su explicación de qué modo la Revelación comunica una verdad salvífica con contenidos objetivos, que mueve al entendimiento y a la voluntad humanos para aceptar una verdad que supera la razón. La noción católica de Revelación, tal como ha sido presentada por los Concilios Vaticano I y II[29], y expuesta en el Catecismo de la Iglesia Católica[30] conlleva necesariamente esos elementos que el Autor parece excluir en su interpretación.


3. La perspectiva del llamado “pluralismo asimétrico”

13. El Autor propone una teología del “pluralismo asimétrico” para comprender la relación del cristianismo con las otras religiones, las cuales serían expresión de vivencias religiosas de diferente valor con relación al cristianismo; de ahí el carácter asimétrico de este pluralismo religioso, en el cual Cristo aparece como culminación de la experiencia religiosa. Según esta teología, el carácter de plenitud del cristianismo no excluye que las religiones no cristianas puedan haber captado aspectos del Misterio de Cristo que resulten complementarios del cristianismo[31]. De lo cual concluye el Autor que no se debería hacer del cristianismo la realización histórica «perfecta y acabada en todos los aspectos; ni mucho menos, considerar las demás como caminos hacia ella»[32]. Una comprensión así de la plenitud de la Revelación en Cristo, que el Autor dice no negar sino explicar, no parece compatible con lo que el Nuevo Testamento dice de Cristo como Palabra definitiva del Padre, de lo cual dan testimonio los evangelistas: Yo soy el Camino y la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre (Jn 14, 6-7).

14. Este teología del pluralismo asimétrico entiende de modo analógico el concepto de “palabra de Dios” y coloca bajo el mismo las “revelaciones” presentes en las religiones no cristianas. La Declaración sobre la unicidad y universalidad de la mediación salvífica de Cristo y de la Iglesia, Dominus Iesus, siguiendo al Concilio Vaticano II, reconoce que los textos sagrados de otras religiones «contienen elementos, gracias a los cuales multitud de personas han podido y todavía hoy pueden alimentar y conservar su relación religiosa con Dios», de suerte que «no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres» (NA 2). Ahora bien, «la Tradición de la Iglesia reserva la calificación de textos inspirados a los libros canónicos del Antiguo y del Nuevo Testamento, en cuanto inspirados por el Espíritu Santo», por eso el Vaticano II concluye afirmando que estos libros «enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación» (DV 11)[33].

15. Según esto, la Iglesia valora lo que de positivo puede haber en otras tradiciones religiosas, pero mantiene siempre el carácter pleno y definitivo de la Revelación de Jesucristo[34]. Se debe recordar lo que la Congregación para la Doctrina de la Fe afirmó en su día sobre la obra del P. Dupuis: «Debe ser creído firmemente que Jesucristo es mediador, cumplimiento y plenitud de la revelación. Por lo tanto, es contrario a la fe de la Iglesia sostener que la revelación de o en Jesucristo sea limitada, incompleta e imperfecta. Si bien el pleno conocimiento de la revelación divina se tendrá solamente el día de la venida gloriosa del Señor, la revelación histórica de Jesucristo ofrece ya todo lo que es necesario para la salvación del hombre, y no necesita ser completada por otras religiones […] es legítimo sostener que el Espíritu Santo actúa la salvación en los no cristianos también mediante aquellos elementos de verdad y bondad presentes en las distintas religiones; pero no tiene ningún fundamento en la teología católica considerar estas religiones, en cuanto tales, como vías de salvación, también porque en ellas hay lagunas, insuficiencias y errores acerca de las verdades fundamentales sobre Dios, el hombre y el mundo»[35].

16. La valoración de las religiones no cristianas propuesta por el profesor Torres Queiruga se entiende dentro de su esquema “no intervencionista”, ya que si Dios se revelara a unos más que a otros sería injusto, de manera que todas las diferencias en este sentido deben ser atribuidas a “diferencias de captación” conforme a las cuales unos “caen en la cuenta” antes que otros[36]. El profesor Torres Queiruga incluso propone el abandono de la categoría bíblica de elección[37], por lo que puede suponer de favoritismo, de modo que a Dios nunca se le pueda atribuir el mal por conceder a unos más que a otros, lo cual no es compatible con la Historia de la Salvación cuya plenitud se da en Jesucristo. La voluntad salvífica universal conlleva que todo hombre, por medios que Dios conoce, puede alcanzar la salvación[38], lo cual no exige que Dios se tenga que revelar por igual a todos.


4. La resurrección de Jesucristo

17. Desde sus principios teológicos, Torres Queiruga propone una interpretación de la Resurrección en la que «lo que está en juego no son ajustes de detalle, sino la reestructuración del cuadro entero de la comprensión»[39], de modo que «responda a los parámetros de la cultura contemporánea»[40]. Para lograr este objetivo se acerca a los textos bíblicos con una actitud desmitologizadora. Para él una interpretación literal de los testimonios bíblicos no es aceptable, porque fueron escritos en un momento en que «el ambiente cultural era perfectamente receptivo para una comprensión de las manifestaciones de lo divino en la vida humana»[41] y desde una mentalidad «capaz de producir, leer y aceptar este tipo de narraciones»[42]. Desde estos principios, es coherente que el Autor acepte los planteamientos exegéticos más críticos en lo referente a la historicidad de los relatos pascuales, especialmente en lo que se refiere a las narraciones del hallazgo del sepulcro vacío[43] y de las apariciones del Resucitado[44].

18. Para el Autor, los únicos acontecimientos históricos que están en la base de la fe en la Resurrección son la muerte de Jesús y la fe pascual de los discípulos. Después de la muerte de Jesucristo no hay ningún acontecimiento nuevo en el que se pueda fundamentar el paso de la Cruz a la fe en la Resurrección: «La novedad no puede ser buscada directamente en acontecimientos empíricos o en modificaciones empíricas de la realidad mundana»[45]. Para Torres Queiruga «la muerte y la resurrección coinciden»[46]. «Puesto que la nueva cosmovisión, en la que ya no cabe un intervencionismo divino, está culturalmente asimilada por todos»[47], la fe pascual no puede fundamentarse en una intervención categorial de Dios, sino en una “experiencia nueva” que tuvieron los discípulos[48], que consistió en caer en la cuenta «de que Jesús no había quedado anulado por la muerte, sino que él mismo en persona seguía vivo y presente, aunque en un nuevo modo de existencia»[49]. Los discípulos llegaron a la fe en que Cristo había resucitado cuando «comprendieron y confesaron que Jesús de Nazaret, asesinado injustamente por su fidelidad, no quedó aniquilado por la muerte física, sino que en Él se cumplió de manera ejemplar el destino del justo: Que Dios lo resucitó y que por eso continúa vivo a pesar de su derrota aparente»[50]. Se trata de un “descubrimiento revelador”[51] al que llegaron por unos «acontecimientos y vivencias que, rompiendo la rutina de lo normal, abren los ojos y hacen caer en la cuenta»[52]. Torres Queiruga interpreta estas vivencias, individuales y colectivas que después de la Cruz conmovieron a los individuos y a la comunidad como «vivencias extáticas de una nueva presencia, procesos de conversión y rememoración íntimas, conmociones de sentimientos comunitarios, experiencias litúrgicas, imaginaciones catequéticas y recursos oratorios, reflexiones exegéticas y teológicas… Todo eso y mucho más debió de estar en acto en un momento de enorme receptividad y creatividad religiosa»[53].

19. Este modo de explicar el proceso por el que la comunidad llegó a la fe en la Resurrección de Cristo, lleva al Autor a negar su carácter histórico, aunque afirme la realidad de la misma: «Lo normal es no considerarla como acontecimiento “histórico” sin que esto implique, claro está, la negación de su realidad»[54]. Para él estamos ante un acontecimiento real pero puramente trascendente: «se trata del acto trascendente que sustenta creadoramente la persona de Jesús, impidiendo que sea aniquilada por la muerte»[55]. No parece respetar, por tanto, el carácter único que tiene el hecho de la Resurrección, puesto que en él se unen historia y trascendencia, tiempo y eternidad. Esto es coherente con su esquema teológico en el que no caben más que dos tipos de acontecimientos: los que están sometidos en su realidad física a las leyes empíricas o los que están totalmente al margen de las leyes empíricas[56]. Este modo de interpretar la naturaleza del hecho de la Resurrección no concuerda con el Catecismo de la Iglesia Católica, que enseña que en este caso estamos ante un acontecimiento “histórico y trascendente”, «real con manifestaciones históricamente comprobadas»[57].

20. Esto nos lleva a la cuestión central que no es otra que el contenido de la fe en la Resurrección. Para Torres Queiruga el acontecimiento de la Resurrección es una acción de Dios por la que impide que Jesús sea anulado por la muerte. La fe en la Resurrección no es aceptar la verdad de un acontecimiento histórico y del que haya manifestaciones históricamente comprobadas, sino tener la convicción de que Jesús está vivo, en un modo de vida en la que hay una ausencia de corporeidad. Por ello, la Resurrección del cuerpo no es un elemento esencial de la fe pascual[58]. Es más, en el pensamiento de Torres Queiruga, lo lógico es que el cuerpo no haya resucitado. Tampoco las apariciones son acontecimientos esenciales para la fe en la Resurrección. Son simplemente “algún tipo de experiencia singular”[59]. El problema, por tanto, no está sólo en que no acepte las apariciones como «manifestaciones históricamente comprobadas» de la Resurrección, sino en que para él estos acontecimientos no han podido ocurrir. Su modo de explicar la fe en la Resurrección de Cristo no incluye ni la resurrección del cuerpo ni las apariciones.

21. Estas afirmaciones del Profesor Torres Queiruga modifican sustancialmente la comprensión que la fe de la Iglesia mantiene a propósito de la Resurrección. El que la Resurrección del Señor no sea una simple revivificación de un cadáver, no conlleva necesariamente que sea algo ajeno a la historia y sin posibilidad de ser verificado por testigos de una manera objetiva. El Catecismo de la Iglesia Católica, que debe ser considerado «como regla segura para la enseñanza de la fe»[60], recoge de una manera muy precisa cómo se debe entender la Resurrección, las apariciones y el sepulcro vacío: «Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico»[61]. «Acontecimiento histórico demostrable por la señal del sepulcro vacío y por la realidad de los encuentros de los apóstoles con Cristo resucitado, no por ello la Resurrección pertenece menos al centro del Misterio de la fe en aquello que trasciende y sobrepasa a la historia»[62]. Concebir la Resurrección de otra manera puede conducir a una cierta forma de gnosticismo[63].


5. Problemas de escatología

22. Respecto a la fe cristiana en la resurrección de los muertos, y apoyándose en lo que explicaba sobre la Resurrección de Cristo, el Autor niega que se deba distinguir entre un estado del alma separada y una resurrección final porque dichas afirmaciones, según él, se basaban en un esquema mítico, cuando en realidad simplemente hay que hablar de una solidaridad de todos los humanos vivos y difuntos: «la dificultad radical nacía de la vinculación de la resurrección con el cadáver, pues entonces el “alma” tendría que esperar al “cuerpo” para poder reestablecer su plena identidad. Al reconocer a la muerte como un tránsito actual al nuevo modo de ser, la dificultad desaparece por sí misma. Por eso el Resucitado está ya plenamente con Dios y plenamente con nosotros […] Con lo cual se diluye igualmente un problema que fue muy vivo hace tan sólo unas décadas y que, en los términos en que se discutía, hoy nos resulta asombrosamente anacrónico: la discusión acerca del estado intermedio; es decir, de ese “tiempo/no tiempo” en que el “alma” esperaría la resurrección de los “cuerpos” al final del mundo […] Estos símbolos [Parusía y juicio final] vehiculan en efecto un significado fundamental en la experiencia cristiana, pues aluden a la existencia de una incompletud real y de una espera verdadera también para los resucitados. De entrada, para ellos pudiera parecer anulada por el hecho de que la resurrección sea ya de todos y ya en la muerte. En realidad la verdad de esa espera sale reforzada. Porque al eliminar los esquemas míticos de resurrección general al final de los tiempos, se libera su auténtico sentido: el de una íntima comunión y solidaridad de todos los humanos vivos y difuntos; solidaridad que, fundada en Cristo (cf. Gal 3, 28), recoge en sí el pasado y anticipa el futuro, sin que ni siquiera la muerte sea capaz de romperla»[64]. En este sentido el Autor presenta la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos simplemente como una explicación paradigmática de una situación universal[65].

23. Estas afirmaciones del Profesor Torres Queiruga difícilmente resultan compatibles con la enseñanza de la Iglesia tal como la expuso la carta Recentiores Episcoporum de la Congregación para la Doctrina de la Fe: «3) La Iglesia afirma la supervivencia y la subsistencia, después de la muerte, de un elemento espiritual que está dotado de conciencia y de voluntad, de manera que subsiste el mismo “yo” humano, carente mientras tanto del complemento de su cuerpo. Para designar este elemento la Iglesia emplea la palabra “alma”, consagrada por el uso de la Sagrada Escritura y de la Tradición. […] 5) La Iglesia, en conformidad con la Sagrada Escritura, espera «la gloriosa manifestación de Jesucristo nuestro Señor» (DV I, 4), considerada, por lo demás, como distinta y aplazada con respecto a la condición de los hombres inmediatamente después de la muerte. 6) La Iglesia, en su enseñanza sobre la condición del hombre después de la muerte, excluye toda explicación que quite sentido a la Asunción de la Virgen María en lo que tiene de único, o sea, el hecho de que la glorificación corpórea de la Virgen es la anticipación de la glorificación reservada a todos los elegidos»[66]. Por lo demás, la Resurrección de la carne conlleva la resurrección de esta carne, aunque resulte transformada, como recordó el segundo Concilio de Lyon[67] y recoge el Catecismo de la Iglesia Católica[68]. También sobre la cuestión del realismo de la resurrección de la carne se pronunció la Congregación para la Doctrina de la Fe en una Nota sobre las traducción de las palabras “carnis resurrectionem” del Símbolo apostólico: «Abandonar la fórmula “resurrección de la carne” conlleva el riesgo de apoyar las teorías actuales que ponen la resurrección en el momento de la muerte, excluyendo en la práctica la resurrección corporal, en concreto de esta carne»[69].

24. Respecto a la oración por los difuntos, el profesor Torres Queiruga sostiene que «no celebramos la eucaristía por nuestro hermano difunto, sino con nuestro hermano difunto (igual que no se celebra por Jesús, sino con Jesús)»[70]. En este sentido rechaza la objetividad de los textos de las plegarias e incluso de los mismos ritos fúnebres: «Verdaderamente, cuando la sensibilidad está medianamente alerta, asombra pensar que podamos tener la ocurrencia de intentar “convencerlo” a él, como si nuestro amor por los difuntos fuese mayor que el suyo o fuese más honda nuestra preocupación por su felicidad. Es claro que nadie pretende tal enormidad en su intención subjetiva, pero la objetividad de las plegarias y de los ritos procede demasiadas veces como si nosotros fuéramos los buenos, cariñosos y misericordiosos, que están esforzándose por conmover a un dios cruel, justiciero y terrible, a quien conviene “propiciar” por todos los medios»[71].

25. Sin embargo la Iglesia manifiesta su fe también en las fórmulas litúrgicas, de las que los ritos funerarios no son una excepción, sino más bien un lugar teológico para la escatología[72]. El Autor ha mostrado reticencias respecto a la oración de petición, pero la Iglesia ha entendido siempre, siguiendo el mandato del Señor, que este aspecto de la oración también debe cultivarse. En el Catecismo de la Iglesia Católica[73] encontramos una exposición de este tipo de oración, que no se puede entender como un “intento de convencer a Dios”, presentación que supone más bien una caricatura. En realidad, se trata simplemente de alcanzar lo que Dios ha dispuesto que se realice mediante la plegaria[74], pues, según la providencia de Dios, determinados efectos se realizan con la colaboración de las criaturas, colaboración que incluye las oraciones[75]. En concreto, respecto al valor de la Eucaristía celebrada y ofrecida por los difuntos, además de la práctica inmemorial de la Iglesia, los Concilios de Florencia[76] y Trento[77] la han enseñado de manera explícita, insistiendo expresamente en su valor propiciatorio. Son, por tanto, verdaderos actos de solidaridad con los difuntos, en la comunión de los santos. El Catecismo de la Iglesia Católica[78] ha recordado de nuevo esta enseñanza, con una peculiar alusión al Concilio Vaticano II[79].


Conclusión

26. La Iglesia alienta la tarea de los teólogos y valora profundamente el empeño por comunicar la Palabra de Dios respondiendo a las inquietudes de nuestro tiempo. Sin embargo, no debe olvidarse que el uso de determinados instrumentos filosóficos o históricos debe estar guiado por la misma doctrina revelada. Es necesario profesar la fe de la Iglesia según la interpretación constante que Ésta ha mantenido, siendo conscientes de que el valor de las intervenciones magisteriales no es fruto de una teología opinable, sino de la asistencia del Espíritu Santo[80]. La noción de cambio de paradigma empleada por el profesor Torres Queiruga y las conclusiones que se siguen de ella no siempre son compatibles con la interpretación auténtica que ha dado la Iglesia a la Palabra de Dios escrita y transmitida.

27. A modo de síntesis, los elementos de la fe de la Iglesia que quedan distorsionados en los escritos del profesor Torres Queiruga son los siguientes:

La clara distinción entre el mundo y el Creador, y la posibilidad de que Dios intervenga en la historia y en el mundo más allá de las leyes que Él mismo ha establecido.

La novedad de la vida en el Espíritu que Cristo nos alcanza, con la consiguiente distinción entre naturaleza y gracia, entre creación y salvación. Así como, la necesidad de la gracia sobrenatural para alcanzar el fin último del hombre.

El carácter indeducible de la Revelación, mediante la cual Dios ha dado a conocer al hombre su designio salvífico, eligiendo a un pueblo y enviado a su Hijo al mundo.

La unicidad y universalidad de la Mediación salvífica de Cristo y de la Iglesia.

El realismo de la resurrección de Jesucristo, en cuanto acontecimiento histórico (milagroso) y trascendente.

El sentido genuino de la oración de petición, así como el valor de la intercesión y mediación de la Iglesia en su oración por los difuntos, especialmente en la Eucaristía.

La distinción real entre el momento de la muerte personal y el de la Parusía, entendida ésta como culminación y plenitud de la Historia y del mundo.
28. Con la presente Notificación, la Comisión para la Doctrina de la Fe quiere salvaguardar aspectos esenciales de la doctrina de la Iglesia para evitar la confusión en el Pueblo de Dios y contribuir al fortalecimiento de su vida cristiana; espera igualmente que el Prof. A. Torres Queiruga siga clarificando su pensamiento y lo ponga en plena consonancia con la tradición de fe autorizadamente enseñada por el Magisterio de la Iglesia.


La Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española, en su CCXXIII reunión, dio su aprobación a la publicación de la presente Nota en la sesión celebrada en Madrid el 29 de febrero de 2012.



X Adolfo González Montes,
Obispo de Almería, Presidente


José Rico Pavés,
Secretario



[1] Repensar la revelación. La revelación divina en la realización humana, Trotta, Madrid 2008, 574 pp. [=Revelación].

[2] Dialogo de las Religiones y autocomprensión cristiana, Sal Terrae, Santander 2005, 151 pp. [= Religiones].

[3] Repensar la resurrección. La diferencia cristiana en la continuidad de las religiones y de la cultura, Trotta, Madrid 32005, 374 pp. [= Resurrección].

[4] Resurrección, 110-111.

[5] Cf. Resurrección, 104-105.

[6] Cf. Resurrección, 33.

[7] En el siglo XIX, el Concilio Vaticano I, en la Constitución Dei Filius, habló de los milagros como ayudas para la Revelación (cf. DH 3009) y declaró condenada la negación de su posibilidad (cf. DH 3034). En la época de la controversia modernista, de nuevo se tuvo que recordar esta verdad (cf. DH 3485). El Concilio Vaticano II ha vuelto a hablar de los milagros en la Constitución Dei Verbum 4.

[8] Juan Pablo II, Catequesis del 9-XII-1987, 7 en Insegnamenti di Giovanni Paolo II, X, 3 (1987) 1359.

[9] Cf. Resurrección, 12. En este sentido para el Autor toda la historia es historia de la salvación en cuanto el ser humano acoge la iniciativa de Dios (cf. Revelación, 423), pero esta iniciativa no puede consistir en intervenciones puntuales de Dios (cf. Revelación, 202) y se tiende a identificar con la conservación de la criatura por parte de Dios (cf. Revelación, 430).

[10] Revelación, 242.

[11] El Magisterio de la Iglesia tuvo que recordar en diversos contextos estas verdades, como en el Concilio de Vienne, cuando se enseña que no se puede alcanzar la bienaventuranza sin el don gratuito del lumen gloriae (cf. DH 895); o frente al sínodo de Pistoya, afirmando que la primera santificación del hombre que Dios le otorgó no era algo debido o consecuencia de su naturaleza (cf. DH 2616); o en la Encíclica Humani generis de Pío XII, sosteniendo que la creación de criaturas intelectuales no conlleva de por sí la ordenación a la visión beatífica (cf. DH 3891). Más recientemente, al investigar las causas de algunos errores en el campo de la oración cristiana, la Congregación para la Doctrina de la Fe recordó las desviaciones gnósticas para las que la gracia era un bien natural del alma, de modo que no haría falta implorarla a Dios como don (cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Orationis formas, 8 en Id., Documentos 1966-2007 (ed. E.Vadillo Romero) [=Doc.] 70, 15/463).

[12] Cf. Concilio de Trento, Decreto sobre la justificación, cap. 7 (DH 1528-1529).

[13] La presentación que hace el Autor de la conservación divina tiene alguna expresión confusa, como la citada afirmación de que a la “naturaleza” de la criatura pertenece Dios como fundación trascendente de su ser (cf. Revelación, 242), lo cual no muestra con claridad la distinción re et essentia entre Dios y las criaturas que enseña el Concilio Vaticano I (DH 3001; 3023-3025; cf. también DH 2846).

[14] Catecismo de la Iglesia Católica [= CCE] 308.

[15] Resurrección, 27.

[16] Religiones, 96-97.

[17] Revelación, 491.

[18] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Notificación sobre la obra «Jesus Symbol of God» del P.Roger Haight, sj, I (Doc. 104, 11/760).

[19] La Congregación para la Doctrina de la Fe en Mysterium Ecclesiae enseñó que las fórmulas dogmáticas no son meras aproximaciones (cf. Doc. 17, 20/83) y se ha opuesto a un relativismo dogmático tanto en la notificación sobre Leonardo Boff (cf. Doc. 58, 14/319) como en la Dominus Iesus 4 (cf. Doc. 90, 7-8/614-615). Este relativismo de hecho disuelve la verdad acerca de Dios en el entorno cultural y filosófico de cada momento, como se tuvo que recordar a Tissa Balasuriya (cf. Doc. 83, 19/568) y a Jon Sobrino (cf. Doc. 106, 10/770-771).

[20] Las indicaciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe acerca de las obras de Tony de Mello (cf. Doc. 85, 2/576) son muy significativas a este respecto, y no resulta extraño que el profesor Torres Queiruga haya dirigido la edición de sus obras completas y le cite elogiosamente en Religiones, 101, simplemente aludiendo a que se pueden haber producido algunos equívocos. El apofatismo radical de Tony de Mello parece ir más allá de “algunos equívocos”.

[21] Uno de los textos más significativos y solemnes lo encontramos en la enseñanza trinitaria del Concilio IV de Letrán: «Entre el creador y la criatura no se puede señalar la semejanza sin dejar de señalar que la desemejanza es mayor» (DH 806); cf. CCE 39-43; Conferencia Episcopal Española, Instrucción Pastoral Teología y Secularización en España. A los cuarenta años de la clausura del Concilio Vaticano II (30.3.2006) [= TYSE] 14.

[22] Religiones, 16-17; cf. Resurrección, 33. También en Revelación este planteamiento aparece desarrollado con amplitud, aunque encontramos presentaciones sintéticas del mismo, como en Revelación, 425; 506-507 entre otros.

[23] Cf. Revelación, 109-110.

[24] Revelación, 201; cf. ibid. 239.

[25] Revelación, 135. Más adelante (p. 430) aclara que el por sí misma incluye fundada y promovida por Dios, pero con esto no se admite realmente que la revelación supere las fuerzas de la naturaleza (cf. CCE 50; 1998).

[26] Cf. Revelación, 225.

[27] Cf. Revelación, 432-433.

[28] Cf. A.Torres Queiruga, «Revelación como “caer na conta”: razon teológica e maxisterio pastoral» en Encrucillada 149 (2006) 357-373.

[29] La hermenéutica de la contraposición entre ambos que propone el Autor no ayuda a la correcta comprensión de los mismos, cf. Revelación, 110.

[30] Cf. CCE 51-53; 153-159.

[31] Religiones, 89; cf. Revelación, 394.

[32] Religiones, 113.

[33] Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Jesus, 8 (Doc. 90, 19-20/619).

[34] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Jesus, 6 (Doc. 90, 13-14/617-618).

[35] Doc. 93, 8.13/669-671.

[36] Cf. Religiones, 35-37; Revelación, 406-407.

[37] Cf. Religiones, 43-46; Revelación, 423.

[38] Cf. GS 22 y Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Iesus, 21 (Doc. 90, 60/635).

[39] Resurrección, 31.

[40] Resurrección, 23.

[41] Resurrección, 57.

[42] Resurrección, 69.

[43] Resurrección, 86: «¿La resurrección como tal implica la necesidad de que el sepulcro quedase vacío?».

[44] Resurrección, 100: «hablar de una visión del resucitado tomando las palabras en el sentido normal carece sencillamente de sentido».

[45] Resurrección, 153.

[46] Resurrección, 173; cf. también pp. 205-207. En la p. 206 afirma: «la resurrección acontece en la misma cruz».

[47] Resurrección, 154.

[48] Resurrección, 152.

[49] Resurrección, 155.

[50] Resurrección, 161; cf. p. 176.

[51] Resurrección, 176.

[52] Resurrección, 177.

[53] Resurrección, 207; p. 209: «la comunidad descubrió la resurrección de Jesús».

[54] Resurrección, 26; p. 187: «La resurrección es real, pero no física».

[55] Resurrección, 113.

[56] Resurrección, 106: «Non datur tertium».

[57] CCE 639.

[58] Resurrección, 87: “sea cual fuere el destino del cuerpo físico –del cadáver-, para la fe el resultado es exactamente el mismo”.

[59] Resurrección, 101.

[60] Juan Pablo II, Constitución Apostólica Fidei depositum (11.10.1992), 4.

[61] CCE 643; cf. también CCE 645.

[62] CCE 657.

[63] «¿cómo no evocar los intentos de una «gnosis» que renacía continuamente bajo múltiples formas, deseando penetrar este misterio con todos los recursos del espíritu humano, esforzándose por reducirlo a las dimensiones de unas categorías plenamente humanas? Tentación muy comprensible, ciertamente, y sin duda inevitable, pero con una tendencia muy inquietante a vaciar imperceptiblemente todas las riquezas y la importancia de lo que, ante todo, es un hecho: la Resurrección del Salvador. También en nuestros días –y no es precisamente a vosotros a quienes debemos recordarlo– vemos cómo esta tendencia manifiesta sus últimas consecuencias dramáticas, llegándose a negar, incluso entre los fieles que se dicen cristianos, el valor histórico de los testimonios inspirados o, más recientemente, interpretando de forma puramente mítica, espiritual o moral, la Resurrección física de Jesús. ¿Cómo no nos ha de doler profundamente el efecto destructor que estas discusiones deletéreas tienen para tantos fieles?»: Pablo VI, Discurso a los participantes en un symposium sobre la Resurrección de Jesucristo, 2, en AAS 62 (1970).

[64] Resurrección, 227-228.

[65] Cf. Resurrección, 229-230.

[66] Doc. 35, 14.16-17/173.

[67] Cf. DH 854.

[68] Cf. CCE 1017.

[69] Doc. 55, 7/280-281.

[70] Resurrección, 300.

[71] Resurrección, 302.

[72] Cf. Doc. 35, 15/173.

[73] Cf. CCE 2629-2633; 2738-2741.

[74] Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae II-II 83 2.

[75] Cf. CCE 306-308.

[76] Cf. DH 1304.

[77] Cf. DH 1743; 1753; 1820.

[78] Cf. CCE 957-958.

[79] Cf. LG 50.

[80] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Donum veritatis 10. 34 (Doc. 71, 18. 60/483. 493).









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¿CONOCES EL CAMINO IGNACIANO?














EL CAMINO DE SAN IGNACIO DE LOYOLA

Ignacio de Loyola abandonó la localidad gipuzcuana de Azpeitia a finales de enero o principios de febrero de 1522 y llegó al santuario de Monserrat el 21 de marzo. Esta peregrinación fue el primer paso de un largo viaje que tenía como meta alcanzar Jerusalén. A la ciudad santa, llegaría un año después. Antes, el fundador de la Compañía de Jesús permaneció diez meses en una cueva en Manresa, localidad cercana al monasterio benedictino catalán.

Un periodo de tiempo vital en su experiencia religiosa. El santo fundador retirándose como un ermitaño y haciendo vida ascética, escribió allí sus Ejercicios Espirituales. Ahora, un pequeño grupo de laicos y jesuitas ha puesto en marcha el Camino Ignaciano siguiendo el recorrido que el religioso vasco realizó en 1522. "Las circunstancias de hoy son perfectas para recrear este Camino y convertirlo en un tesoro vivo para millones de personas, para beneficio de sus vidas”, han explicado los promotores de la idea.

El Camino discurre a lo largo de 650 kilómetros y está dividido en 27 etapas, que atraviesan Euskadi, La Rioja, Navarra, Aragón y Cataluña. "Se trata de una nueva oferta de ocio dirigida a todas las personas que quieran experimentar un turismo no consumista, reflexivo y de búsqueda espiritual", afirmó en la presentación del proyecto Josep Lluís Iriberri, representante de la provincia jesuítica Tarraconense.

Manresa y las huellas ignacianas

La página web Camino ignaciano reúne todos los aspectos relacionados con la iniciativa y su origen. También alberga una pequeña biografía de Ignacio de Loyola y, por supuesto, las etapas de este Camino, el alojamiento y una propuesta de "meditación personal" para cada jornada del recorrido.

Tanta actividad no es casualidad. De aquí a diez años, el 25 de marzo de 2022 se celebrarán los 500 años de esta peregrinación y de la estancia en Manresa, de aquel noble guerrero, Íñigo López de Recalde, que vivió una fuerte experiencia espiritual que lo llevó a dejar el arte de la batalla para escribir sus 'Ejercicios espirituales' que se han convertido en todo un referente para la comunidad jesuita mundial.

La capital del Bages está impregnada de la huella de San Ignacio. Su estancia en Manresa fue intensa. Aún quedan en pie el hospital donde se recuperó de una enfermedad; la casa de la familia noble de los Amigant, que dieron cobijo al santo; el conocido Pou de la Gallina, donde se produjo uno de los milagros más comentados del santo salvando la gallina de una niña que se había ahogado en el pozo. Pero de todas, la huella más evidente es la cueva natural que sirvió a San Ignacio de cobijo y de espacio de reflexión y en la que se considera que escribió sus Ejercicios.

Hace poco, un excursionista descubrió unas inscripciones religiosas en la entrada de una cueva, grande y profunda, que se encuentra situada al otro lado del río en referencia a donde se halla el edificio neoclásico de la Cueva de San Ignacio de Loyola. El jesuita Xavier Malloni y el gerente de la Fundació La Cova, Pol Valero, tras una primera inspección ocular de las inscripciones dijeron que “tienen un claro sentido religioso e ignaciano, aunque con la primera inspección no podemos saber en qué época fueron hechas”. Los símbolos son claros: un crismón, un símbolo en forma de pez, un típico signo ignaciano AMDG (A mayor Gloria de Dios) y un cuadrado “que a simple vista es más difícil de identificar su sentido”.

Centro de diálogo universal

Con el objetivo de hacer visible la huella de San Ignacio en Manresa, en preparación del aniversario, la comunidad jesuita ha decidido crear la Fundació La Cova, que ya está trabajando para convertir este edificio en "un gran centro internacional de espiritualidad “un centro de espiritualidad es un lugar de silencio para encontrarte contigo mismo y con Dios". El gerente de la Fundació afirma que en este centro de espiritualidad. Según las previsiones de los impulsores del Camino ignaciano “que está inspirado en el de Santiago”, se espera que en 10 años se puedan acoger hasta 100.000 peregrinos. Actualmente las dependencias de La Cova en Manresa reciben una media de 5.000 personas cada año lo que representa más de 10.000 pernoctaciones en el centro de espiritualidad, mientras que el santuario es visitado por una media de 30.000 personas anuales de distintos países del mundo. (ER RV)





ENLACE A: CAMINOIGNACIANO.ORG



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PREPARATIVOS EN EL VATICANO PARA EL DOMINGO DE RAMOS



La Semana Santa 2012 con Benedicto XVI. El Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias publica una nota, sobre cada uno de los días de esta Semana Mayor, empezando por el próximo 1 de abril: Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor, en que el Papa presidirá, en la Plaza de San Pedro, la Santa Misa a las nueve y media de la mañana, después de la procesión - conmemorando la entrada de Jesús en Jerusalén - y luego dirigirá el rezo a la Madre de Dios.

«El Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor aúna el triunfo de Cristo – aclamado como Mesías por los habitantes de Jerusalén y en este día, en el rito de la procesión de ramos, por los cristianos – con el anuncio de la Pasión y con la proclamación en forma de canto de la narración evangélica en la Misa», escribe Mons. Guido Marini, explicando que «los ramos de olivo y de palma son el signo de la participación gozosa en el rito procesional, expresión de la fe de la Iglesia en Cristo, Mesías y Señor que va hacia la muerte por la salvación de todos los hombres».

Es también la Jornada Mundial de la Juventud, en la que los jóvenes de la Diócesis de Roma se unen a su Obispo, el Papa, recuerda Mons. Marini. Por este motivo, en esta circunstancia concelebran con el Santo Padre: el Card. Vallini y Mons. Paolo Schiavon - en representación del Vicariato de Roma -, el Card. Rylko y Mons. Clemens - en representación del Pontificio Consejo para los Laicos -; el Cardenal Antonio María Rouco Varela, Arzobispo de Madrid, y el obispo auxiliar, Mons. César Franco - en representación de la Diócesis de la capital española -; así como Mons. Morani Joao Tempesta, Arzobispo de Río de Janeiro – sede de la próxima JMJ 2013 – y dos obispos auxiliares de la misma.

Los Cardenales diáconos que asisten al Santo Padre son Manuel Monteiro de Castro y Antonio María Veglió. Además de la Capilla Sixtina está presente el coro de la Diócesis de Roma, dirigido por Mons. Marco Frisina. El adorno de los olivos ha sido ofrecido por la región italiana de Pulla; también de Italia son los tradicionales ‘palmurelli’ – es decir las palmas trenzadas, que llegan de San Remo; los ramos de olivo son ofrecidos por las Villas Pontificias de Castel Gandolfo y el Camino Neo Catecumenal ofrece las palmas utilizadas en la procesión. 














(CdM-RV)

EL PAPA ASISTE A LA ÚLTIMA PREDICACIÓN DE CUARESMA DEL P. CANTALAMESA



El Santo Padre Benedicto XVI que llegó ayer por la mañana de Cuba tras concluir su XXIII Viaje apostólico a nuestro continente, en que también visitó México, asistió esta mañana a las 9,00 a la cuarta y última predicación de Cuaresma del P. Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, con los demás miembros de la Curia Romana, en la Capilla “Redemptoris Mater” del Palacio Apostólico. El tema general de las meditaciones cuaresmales se inspira en el pasaje bíblico de los Hebreos: "Acordaos de vuestros jefes e imitad su fe" (Heb13, 7).

Recordamos a nuestros oyentes que la predicación de este año está centrada en los Padres de la Iglesia, maestros de fe. En efecto, en preparación al Año de la fe, convocado por el Santo Padre -del 12 de octubre de este año al 24 de noviembre del próximo- el P. Cantalamessa ha propuesto a la Familia Pontificia redescubrir a los cuatro grandes doctores de la Iglesia oriental: Atanasio, Basilio, Gregorio Nancianceno y Gregorio Niseno, para destacar lo que cada uno de ellos dice a los fieles hoy a propósito del dogma sobre la divinidad de Cristo, el Espíritu Santo, la Trinidad y el conocimiento de Dios.

Al referirse hoy, en esta última predicación, a san Gregorio Niseno y el camino hacia el conocimiento de Dios, el Predicador de la Casa Pontificia aludió a las dos dimensiones de la fe, tal como enseña San Agustín, que distingue entre “las cosas creídas” y el “acto de creer”. Es decir de la llamada “fe objetiva”, y “fe subjetiva”.

En su meditación sobre “Creo en un solo Dios”, el P. Cantalamessa afirmó que nos acercamos a los Padres para renovar nuestra fe en su objeto primario, que es el que se refiere a la palabra “creer” y en base a la cual distinguimos a las personas entre creyentes y no creyentes, es decir en quienes tienen o no fe en la existencia de Dios.

Al preguntarse, “¿quién humilla verdaderamente a la razón?”, el Predicador afirmó que san Gregorio Niseno puede ayudar a los creyentes a profundizar nuestra fe indicando al hombre moderno, que se ha vuelto escéptico, las “cinco vías” de la teología tradicional como camino que los conduzca a Dios. Y recordó que en la cultura actual, secularizada, en nombre de la razón se “postula” la existencia de Dios, mientras los racionalistas niegan también esto.

Se comprende entonces cuán actual es el pensamiento de Gregorio Niseno, que demuestra que la parte más alta de la persona, la razón, no está excluida de la búsqueda de Dios; que no estamos obligados a elegir entre seguir la fe o seguir la inteligencia. Y concluyó con el deseo de que el Señor nos conceda vivir y festejar con Él esta bella y santa Pascua. 












(María Fernanda Bernasconi – RV).

jueves, 29 de marzo de 2012

BENEDICTO XVI YA ESTÁ EN EL VATICANO




Benedicto XVI ya llegó a Italia, procedente de la Habana, en un vuelo de casi once horas, el avión papal partió aproximadamente a las doce y media de la noche, y llegó al aeropuerto de Ciampino a las 10:35. El vuelo realizó el mismo trayecto que a la ida: Italia-Francia-México, y esta vez, Cuba-Francia e Italia. Como es costumbre, mientras el avión cruzaba las diferentes fronteras, el Papa envió telegramas en primer lugar al presidente cubano, Raúl Castro, en donde se lee en el texto, que el Pontífice le renueva su sentida gratitud a él y a las autoridades civiles y los pastores y fieles de Cuba, por la innumerables muestras de afecto que recibió.

Además el Papa aseguró a los cubanos un constante recuerdo en la oración, y pidió a Dios que los aliente y sostenga con su fuerza, para que vean cumplidas sus justas aspiraciones y sus más nobles anhelos.

Mientras el avión volaba sobre tierras francesas, el Papa envió otro telegrama al presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, en donde el Papa le dirige de nuevo a él y al pueblo francés sus mejores deseos, y que Dios done a este país y a sus habitantes abundantes bendiciones. Por último el Santo Padre envió un telegrama al presidente de Italia, Giorgio Napolitano. En el texto se lee:

“Al regreso del viaje apostólico en México y Cuba, donde he podido encontrar numerosos fieles y representantes de esas queridas poblaciones, he admirado la fe y el deseo de crecimiento espiritual y social. Expreso al señor presidente mi cordial saludo y aseguro una oración especial por el bienestar, la serenidad, y la prosperidad de la entera población italiana, enviándole mi afectuosa bendición.










Radio Vaticano

miércoles, 28 de marzo de 2012

¿DE QUÉ HAN HABLADO BENEDICTO XVI Y FIDEL CASTRO?




El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, comenta el encuentro de unos 30 minutos, desarrollado en la Nunciatura Apostólica de La Habana, entre el Papa Benedicto XVI y el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro. (PL)





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MULTITUDINARIA MISA DE BENEDICTO XVI EN LA HABANA (HOMILÍA COMPLETA)




TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA DEL SANTO PADRE


Queridos hermanos y hermanas:

«Bendito eres, Señor Dios…, bendito tu nombre santo y glorioso» (Dn 3,52). Este himno de bendición del libro de Daniel resuena hoy en nuestra liturgia invitándonos reiteradamente a bendecir y alabar a Dios. Somos parte de la multitud de ese coro que celebra al Señor sin cesar. Nos unimos a este concierto de acción de gracias, y ofrecemos nuestra voz alegre y confiada, que busca cimentar en el amor y la verdad el camino de la fe.

«Bendito sea Dios» que nos reúne en esta emblemática plaza, para que ahondemos más profundamente en su vida. Siento una gran alegría de encontrarme hoy entre ustedes y presidir esta Santa Misa en el corazón de este Año jubilar dedicado a la Virgen de la Caridad del Cobre.

Saludo cordialmente al Cardenal Jaime Ortega y Alamino, Arzobispo de La Habana, y le agradezco las corteses palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Extiendo mi saludo a los Señores Cardenales, a mis hermanos Obispos de Cuba y de otros países, que han querido participar en esta solemne celebración. Saludo también a los sacerdotes, seminaristas, religiosos ºy a todos los fieles aquí congregados, así como a las Autoridades que nos acompañan.

En la primera lectura proclamada, los tres jóvenes, perseguidos por el soberano babilonio, prefieren afrontar la muerte abrasados por el fuego antes que traicionar su conciencia y su fe. Ellos encontraron la fuerza de «alabar, glorificar y bendecir a Dios» en la convicción de que el Señor del cosmos y la historia no los abandonaría a la muerte y a la nada. En efecto, Dios nunca abandona a sus hijos, nunca los olvida. Él está por encima de nosotros y es capaz de salvarnos con su poder. Al mismo tiempo, es cercano a su pueblo y, por su Hijo Jesucristo, ha deseado poner su morada entre nosotros.

«Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Jn 8,31). En este texto del Evangelio que se ha proclamado, Jesús se revela como el Hijo de Dios Padre, el Salvador, el único que puede mostrar la verdad y dar la genuina libertad. Su enseñanza provoca resistencia e inquietud entre sus interlocutores, y Él los acusa de buscar su muerte, aludiendo al supremo sacrificio en la cruz, ya cercano. Aun así, los conmina a creer, a mantener la Palabra, para conocer la verdad que redime y dignifica.

En efecto, la verdad es un anhelo del ser humano, y buscarla siempre supone un ejercicio de auténtica libertad. Muchos, sin embargo, prefieren los atajos e intentan eludir esta tarea. Algunos, como Poncio Pilato, ironizan con la posibilidad de poder conocer la verdad (cf. Jn 18, 38), proclamando la incapacidad del hombre para alcanzarla o negando que exista una verdad para todos. Esta actitud, como en el caso del escepticismo y el relativismo, produce un cambio en el corazón, haciéndolos fríos, vacilantes, distantes de los demás y encerrados en sí mismos. Personas que se lavan las manos como el gobernador romano y dejan correr el agua de la historia sin comprometerse.

Por otra parte, hay otros que interpretan mal esta búsqueda de la verdad, llevándolos a la irracionalidad y al fanatismo, encerrándose en «su verdad» e intentando imponerla a los demás. Son como aquellos legalistas obcecados que, al ver a Jesús golpeado y sangrante, gritan enfurecidos: «¡Crucifícalo!» (cf. Jn 19, 6). Sin embargo, quien actúa irracionalmente no puede llegar a ser discípulo de Jesús. Fe y razón son necesarias y complementarias en la búsqueda de la verdad. Dios creó al hombre con una innata vocación a la verdad y para esto lo dotó de razón. No es ciertamente la irracionalidad, sino el afán de verdad, lo que promueve la fe cristiana. Todo ser humano ha de indagar la verdad y optar por ella cuando la encuentra, aun a riesgo de afrontar sacrificios.

Además, la verdad sobre el hombre es un presupuesto ineludible para alcanzar la libertad, pues en ella descubrimos los fundamentos de una ética con la que todos pueden confrontarse, y que contiene formulaciones claras y precisas sobre la vida y la muerte, los deberes y los derechos, el matrimonio, la familia y la sociedad, en definitiva, sobre la dignidad inviolable del ser humano. Este patrimonio ético es lo que puede acercar a todas las culturas, pueblos y religiones, las autoridades y los ciudadanos, y a los ciudadanos entre sí, a los creyentes en Cristo con quienes no creen en él.

El cristianismo, al resaltar los valores que sustentan la ética, no impone, sino que propone la invitación de Cristo a conocer la verdad que hace libres. El creyente está llamado a ofrecerla a sus contemporáneos, como lo hizo el Señor, incluso ante el sombrío presagio del rechazo y de la cruz. El encuentro personal con quien es la verdad en persona nos impulsa a compartir este tesoro con los demás, especialmente con el testimonio.

Queridos amigos, no vacilen en seguir a Jesucristo. En él hallamos la verdad sobre Dios y sobre el hombre. Él nos ayuda a derrotar nuestros egoísmos, a salir de nuestras ambiciones y a vencer lo que nos oprime. El que obra el mal, el que comete pecado, es esclavo del pecado y nunca alcanzará la libertad (cf. Jn 8,34). Sólo renunciando al odio y a nuestro corazón duro y ciego seremos libres, y una vida nueva brotará en nosotros.

Convencido de que Cristo es la verdadera medida del hombre, y sabiendo que en él se encuentra la fuerza necesaria para afrontar toda prueba, deseo anunciarles abiertamente al Señor Jesús como Camino, Verdad y Vida. En él todos hallarán la plena libertad, la luz para entender con hondura la realidad y transformarla con el poder renovador del amor.

La Iglesia vive para hacer partícipes a los demás de lo único que ella tiene, y que no es sino Cristo, esperanza de la gloria (cf. Col 1,27). Para poder ejercer esta tarea, ha de contar con la esencial libertad religiosa, que consiste en poder proclamar y celebrar la fe también públicamente, llevando el mensaje de amor, reconciliación y paz que Jesús trajo al mundo. Es de reconocer con alegría que en Cuba se han ido dando pasos para que la Iglesia lleve a cabo su misión insoslayable de expresar pública y abiertamente su fe. Sin embargo, es preciso seguir adelante, y deseo animar a las instancias gubernamentales de la Nación a reforzar lo ya alcanzado y a avanzar por este camino de genuino servicio al bien común de toda la sociedad cubana.

El derecho a la libertad religiosa, tanto en su dimensión individual como comunitaria, manifiesta la unidad de la persona humana, que es ciudadano y creyente a la vez. Legitima también que los creyentes ofrezcan una contribución a la edificación de la sociedad. Su refuerzo consolida la convivencia, alimenta la esperanza en un mundo mejor, crea condiciones propicias para la paz y el desarrollo armónico, al mismo tiempo que establece bases firmes para afianzar los derechos de las generaciones futuras.

Cuando la Iglesia pone de relieve este derecho, no está reclamando privilegio alguno. Pretende sólo ser fiel al mandato de su divino fundador, consciente de que donde Cristo se hace presente, el hombre crece en humanidad y encuentra su consistencia. Por eso, ella busca dar este testimonio en su predicación y enseñanza, tanto en la catequesis como en ámbitos escolares y universitarios. Es de esperar que pronto llegue aquí también el momento de que la Iglesia pueda llevar a los campos del saber los beneficios de la misión que su Señor le encomendó y que nunca puede descuidar.

Ejemplo preclaro de esta labor fue el insigne sacerdote Félix Varela, educador y maestro, hijo ilustre de esta ciudad de La Habana, que ha pasado a la historia de Cuba como el primero que enseñó a pensar a su pueblo. El Padre Varela nos presenta el camino para una verdadera transformación social: formar hombres virtuosos para forjar una nación digna y libre, ya que esta trasformación dependerá de la vida espiritual del hombre, pues «no hay patria sin virtud» (Cartas a Elpidio, carta sesta, Madrid 1836, 220). Cuba y el mundo necesitan cambios, pero éstos se darán sólo si cada uno está en condiciones de preguntarse por la verdad y se decide a tomar el camino del amor, sembrando reconciliación y fraternidad.

Invocando la materna protección de María Santísima, pidamos que cada vez que participemos en la Eucaristía nos hagamos también testigos de la caridad, que responde al mal con el bien (cf. Rm 12,21), ofreciéndonos como hostia viva a quien amorosamente se entregó por nosotros. Caminemos a la luz de Cristo, que es el que puede destruir la tiniebla del error. Supliquémosle que, con el valor y la reciedumbre de los santos, lleguemos a dar una respuesta libre, generosa y coherente a Dios, sin miedos ni rencores. Amén.











Radio Vaticano

¿POR QUÉ HA PROPUESTO EL PAPA AL PRESIDENTE DE CUBA QUE EL VIERNES SANTO NO SEA LABORABLE?



En su encuentro en privado con el presidente de Cuba, Benedicto XVI propuso a Raúl Castro que el gobierno cubano declare festivo el día de Viernes Santo del mismo modo que declaró festivo el día de Navidad después de que lo solicitase Juan Pablo II a Fidel Castro en su visita de 1998.

El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, informo también que el clima del encuentro fue “muy cordial” y se prolongo durante 40 minutos debido al uso de traducción sucesiva de cada frase.

Raúl Castro informó sobre la situación del pueblo cubano, mientras que el Papa presentó las expectativas de la Iglesia para actuar con mayor margen de maniobra en su servicio a la sociedad.

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¿POR QUÉ HA PROPUESTO BENEDICTO XVI QUE EL VIERNES SANTO NO SEA DÍA LABORABLE?

El Viernes Santo es el día del máximo dolor y de la muerte de Jesús. Día de riguroso luto y no se celebra misa, sino un rito de oración, es el único del año en que no se celebra para expresar el luto de la iglesia. Se lee la Pasión según san Juan, se reza por todas las causas en una continua ceremonia de arrodillarse y levantarse, y en el centro de la celebración está la solemne adoración de la Cruz, pero como ya hemos mencionado no es una misa, sino un rito de oración. La mañana de este día se dedica a prácticas piadosas como el Vía Crucis, la visita a los monumentos, las procesiones penitenciales.

Aparte de la celebración del Via Crucis, también se puede asistir al Sermón de las 7 palabras , llamado también De la bofetada, por recordarse en él los últimos momentos de la vida de Jesús, desde que lo juzga el Sanedrín y recibe la bofetada, hasta que muere en la cruz después de pronunciar su última palabra. 

Todas las procesiones que desfilen en Viernes Santo estarán marcadas por la seriedad y sobriedad. Muchas de ellas con nombres como: Monte Calvario, El Sepulcro, El descendimiento....que no dejan duda de lo que se conmemora. Las procesiones mantendrán un carácter sobrio y de luto a lo largo del día. Entre las 3 y las 6 de la tarde, para hacerla coincidir con el momento en que se produjo la crucifixión y muerte de Cristo, se celebra un acto litúrgico para conmemorarlo. Los crucifijos están tapados con un velo morado hasta la hora de la crucifixión en que son descubiertos.

El Viernes Santo es el gran día de los penitentes, el día de las procesiones en que nuestros antepasados exhibían públicamente su condición de condenados e imploraban el perdón. Los penitentes cumplen las promesas más atrevidas que se hicieron en momento de desesperación. Van con la cara cubierta con sus capirotes. Muchos descalzos, algunos con cadenas, otros con una cruz a cuestas…

Los pasos se acompañan de los cantos desgarradores de las saetas, muchos actos se ajustan a las horas entre las 3 y las 6 de la tarde, supuesta hora en la que Jesús fallece. Se celebra la MADRUGÁ, en la que los cofrades se visten de negro para acompañar al Cristo.Son las procesiones más sobrecogedoras: en absoluto silencio que permite oír el pisar de los pies, el arrastrar de cadenas, un silencio roto de vez en cuando por austeras y breves intervenciones de la banda de música, o por saetas desgarradas. Es el día más abundante en procesiones.











ABC/SemanaSanta/La Razón