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domingo, 25 de noviembre de 2012

¿CÓMO ASISTIR A UNA AUDIENCIA GENERAL CON EL PAPA?

LA AUTORA DE "CIELO E INFIERNO: VERDADES DE DIOS" EXPLICA LA TRAMPA DEL DEMONIO






















¿Existe el cielo y el infierno? Esta es la pregunta que responde Maria Vallejo Nájera en su libro donde incluye testimonios de personas que han sobrevivido y que relatan lo que experimentaron sobre el más allá. 

Relata la autora de "Cielo e infierno: Verdades de Dios" , que "quizás el gran triunfo del demonio en nuestros días es que el mundo crea que no existe. Esa ha sido su mayor trampa. Muchos jóvenes, incluso sacerdotes, les cuesta creer en la existencia del demonio; pero es un ser real". 

"Desgraciadamente, el católico de hoy desconoce lo que es la figura del demonio y el infierno. Ha habido una tendencia dentro de la Iglesia de hablar poco de estos temas que son desagradables, no gustan y no atraen, pero que, sin embargo, son una realidad", dice María Vallejo-Nágera. 

Experiencias de Cielo 

"El lector de este libro –continúa- va a encontrar muchas sorpresas, casos reales y personas que han contando la experiencia de haber vivido el Cielo o que han experimentado el infierno. Hay personas que tras esa breve muerte en el quirófano han podido describir todo lo que vieron, y he tenido la enorme suerte de que me han contado sus experiencias... y no me lo podía guardar".

"Con ‘Cielo e infierno: Verdades de Dios’ intento llevar esperanza al lector, hacerle saber la realidad, que esté despierto, que se dé cuenta que existe un Cielo, purgatorio e infierno". 

La autora subraya que "todo el libro está encauzado para que el lector sepa que su destino en todo el momento es el Cielo... y también doy pautas de cómo evitar el infierno, basándome en los consejos que da la Iglesia católica". 

El padre Amorth 

El demonio es un tema recurrente en los últimos tiempos. En una reciente entrevista el exorcista del Vaticano, el conocido Padre Amorth contaba quién era el demonio. Afirmaba que un día, pretendía liberar a una persona poseída por un demonio que ni siquiera estaba entre los más poderosos. ¿Por qué no te vas?, le pregunté. Porque si me voy Satanás me castiga. El objetivo de la existencia de los demonios es hacer caer al hombre en el pecado y llevarlo al infierno, explicó. 

¿Entonces qué es lo que empuja al hombre a esta insensata obra de autodestrucción y daño? Según el padre Amorth, el hombre se ve empujado por la curiosidad, una inclinación que puede ser positiva o negativa según los casos. 

La verdadera carta vencedora del demonio, sin embargo, es estar siempre escondido y la cosa que más desea es que no se crea en su existencia. Él nos estudia a cada uno y nuestras tendencias al bien y al mal, y después suscita la tentación, aprovechándose de nuestras debilidades. 

La época actual se caracteriza por el olvido parcial o total de la figura del diablo que, de esta manera, obtiene sus éxitos más importantes. Si la humanidad pierde el sentido del pecado, es casi automático que aparezca la idea de que el aborto y el divorcio sean una conquista de la civilización y no un pecado mortal, observó Amorth. 

Quien reza y confía constantemente a Dios no debe tener miedo del demonio. Por lo demás el padre Amorth declaró que no había tenido nunca miedo del demonio en los exorcismos. A veces, precisó he tenido miedo de hacer daño físico; por ejemplo es un riesgo exorcizar a una persona enferma del corazón. (Fuente: Libertad Digital)




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PELÍCULA COMPLETA SOBRE EL PAPA JUAN XXIII

Un día como hoy, 25 noviembre, en 1881, nació Juan XXIII.

ÁNGELUS 25/11/2012 - TEXTO EN ESPAÑOL
















Texto completo de la alocución de Benedicto XVI antes de rezar el ángelus 

Queridos hermanos y hermanas: 

Hoy la Iglesia celebra a Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo. Esta solemnidad se coloca al término del año litúrgico y resume el misterio de Jesús «primogénito de los muertos y dominador de todos los poderosos de la tierra» (Oración Colecta Año B), ensanchando nuestra mirada hacia la plena realización del Reino de Dios, cuando Dios será todo en todos (Cfr. 1 Co 15, 28). 

San Cirilo de Jerusalén afirma: «Nosotros anunciamos no sólo la primera venida de Cristo, sino también una segunda mucho más bella de la primera. La primera, en efecto, fue una manifestación de padecimiento, la segunda trae la diadema de la realeza divina; en la primera fue sometido a la humillación de la cruz, en la segunda está rodeado y glorificado por una multitud de ángeles » (Catequesis XV,1 Illuminandorum, De secundo Christi adventu: PG 33, 869 A). 

Toda la misión de Jesús y el contenido de su mensaje consisten en anunciar el Reino de Dios y actuarlo en medio de los hombres con signos y prodigios. «Pero – como recuerda el Concilio Vaticano II – ante todo el Reino se manifiesta en la misma persona de Cristo» (Constitución dogmática Lumen gentium, 5), que lo ha instaurado mediante su muerte en la cruz y su resurrección, con la que se ha manifestado cual Señor y Mesías y Sacerdote eterno. Este Reino de Cristo ha sido encomendado a la Iglesia, que es su «germen» e «inicio» y tiene el deber de anunciarlo y difundirlo entre todas las gentes, con la fuerza del Espíritu Santo (Cfr. ibíd.). Al término del tiempo establecido, el Señor entregará a Dios Padre el Reino y le presentará a todos los que han vivido según el mandamiento del amor. 

Queridos amigos, todos nosotros estamos llamados a prolongar la obra salvífica de Dios convirtiéndonos al Evangelios, poniéndonos con decisión al servicio de aquel Rey que no ha venido para ser servido sino para servir y dar testimonio de la verdad (Cfr. Mc 10, 45; Jn 18,37). 

En esta perspectiva invito a todos a orar por los seis nuevos Cardenales que he creado ayer, a fin de que el Espíritu Santo los refuerce en la fe y en la caridad y los colme con sus dones, de modo que vivan su nueva responsabilidad como una entrega ulterior a Cristo y a su Reino. 

Estos nuevos miembros del Colegio Cardenalicio representan bien la dimensión universal de la Iglesia: son Pastores de Iglesias en El Líbano, en la India, en Nigeria, en Colombia, en Filipinas y, uno de ellos, está desde hace mucho tiempo, al servicio de la Santa Sede. 

Invoquemos la protección de María Santísima sobre cada uno de ellos y sobre los fieles encomendadnos a su servicio. Que la Virgen nos ayude a todos a vivir el tiempo presente en espera del regreso del Señor, pidiendo con fuerza a Dios: «Venga tu Reino», y cumpliendo esas obras de luz que nos acerca cada vez más al Cielo, concientes de que, en las atormentadas vicisitudes de la historia, Dios sigue construyendo su Reino de amor. 

Después de la antífona mariana y del responso por los fieles difuntos hablando en italiano el Papa dijo: 

"Queridos hermanas y hermanas: Ayer en Macas, Eucador, fue proclamada Beata María Troncatti, Religiosa de las Hijas de María Auxiliadora, nacida en Val Camonica. Enfermera durante la primera Guerra Mundial, partió después hacia Ecuador, donde se gastó totalmente al servicio de las poblaciones de la selva, en la evangelización y en la promoción humana. ¡Demos gracias a Dios por este generoso testigo suyo!” 

También afirmó que el próximo sábado, 1° de diciembre, tendrá lugar la peregrinación de los universitarios de Roma a la Tumba de San Pedro, con ocasión del Año de la fe. Por esta razón Su Santidad anunció que presidirá la celebración de las Primeras Vísperas del Primer Domingo de Adviento. 

Al saludar cordialmente en su idioma a los fieles polacos que participaron en la Santa Misa de este domingo, en honor de Cristo Rey y en la oración del ángelus, el Papa los invitó a rezar por los nuevos cardenales. “Pidamos – les dijo – que la Iglesia crezca como reino de verdad, de justicia, de amor y de paz. Que Cristo reine en nuestros corazones y nos bendiga a todos”. 

Por último, Su Santidad dirigió un saludo cordial a los peregrinos de lengua italiana, en particular al grupo de la Policía Municipal de Agropoli y a los muchachos de la Unidad de Pastoral Juvenil «San Filippo Neri» de la Diócesis de Milán. De la misma manera, el Obispo de Roma saludó a los fieles de Genzano di Lucania, acompañados por el Arzobispo de Acerenza; así como a los procedentes de Tivoli Terme. El Sucesor de Pedro concluyó deseando a todos feliz domingo. (María Fernanda Bernasconi – RV).




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SOLEMNIDAD DE CRISTO REY (TEXTO COMPLETO HOMILÍA DEL SANTO PADRE)



En la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, coronación del año litúrgico, Benedicto XVI celebró la Santa misa con los cardenales esta mañana a las 9,30 en la basílica de San Pedro con los nuevos cardenales creados en el consistorio público ordinario de ayer. 

Se trata de una solemnidad destinada a comprender que verdaderamente Jesús es el Rey de nuestra vida, si nos sentimos atraídos por su amor y si dejamos de lado los poderes de este mundo. El Papa invitó a dirigir “la mirada al futuro, o mejor aún en profundidad, hacia la última meta de la historia, que será el reino definitivo y eterno de Cristo”, cuando “manifestará plenamente su señorío al final de los tiempos, cuando juzgará a todos los hombres”. 

Texto completo de la homilía del Santo Padre 

Señores cardenales, 
venerados hermanos en el episcopado y el sacerdocio, 
queridos hermanos y hermanas 

La solemnidad de Cristo Rey del Universo, coronación del año litúrgico, se enriquece con la recepción en el Colegio cardenalicio de seis nuevos miembros que, según la tradición, he invitado esta mañana a concelebrar conmigo la Eucaristía. Dirijo a cada uno de ellos mi más cordial saludo, agradeciendo al Cardenal James Michael Harvey sus amables palabras en nombre de todos. Saludo a los demás purpurados y a todos los obispos presentes, así como a las distintas autoridades, señores embajadores, a los sacerdotes, religiosos y a todos los fieles, especialmente a los que han venido de las diócesis encomendadas al cuidado pastoral de los nuevos cardenales. 

En este último domingo del año litúrgico la Iglesia nos invita a celebrar al Señor Jesús como Rey del universo. Nos llama a dirigir la mirada al futuro, o mejor aún en profundidad, hacia la última meta de la historia, que será el reino definitivo y eterno de Cristo. Cuando fue creado el mundo, al comienzo, él estaba con el Padre, y manifestará plenamente su señorío al final de los tiempos, cuando juzgará a todos los hombres. Las tres lecturas de hoy nos hablan de este reino. En el pasaje evangélico que hemos escuchado, sacado de la narración de san Juan, Jesús se encuentra en la situación humillante de acusado, frente al poder romano. Ha sido arrestado, insultado, escarnecido, y ahora sus enemigos esperan conseguir que sea condenado al suplicio de la cruz. Lo han presentado ante Pilato como uno que aspira al poder político, como el sedicioso rey de los judíos. El procurador romano indaga y pregunta a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?» (Jn 18,33). Jesús, respondiendo a esta pregunta, aclara la naturaleza de su reino y de su mismo mesianismo, que no es poder mundano, sino amor que sirve; afirma que su reino no se ha de confundir en absoluto con ningún reino político: «Mi reino no es de este mundo … no es de aquí» (v. 36). 

Está claro que Jesús no tiene ninguna ambición política. Tras la multiplicación de los panes, la gente, entusiasmada por el milagro, quería hacerlo rey, para derrocar el poder romano y establecer así un nuevo reino político, que sería considerado como el reino de Dios tan esperado. Pero Jesús sabe que el reino de Dios es de otro tipo, no se basa en las armas y la violencia. Y es precisamente la multiplicación de los panes la que se convierte, por una parte, en signo de su mesianismo, pero, por otra, en un punto de inflexión de su actividad: desde aquel momento el camino hacia la Cruz se hace cada vez más claro; allí, en el supremo acto de amor, resplandecerá el reino prometido, el reino de Dios. Pero la gente no comprende, están defraudados, y Jesús se retira solo al monte a rezar (cf. Jn 6,1-15). En la narración de la pasión vemos cómo también los discípulos, a pesar de haber compartido la vida con Jesús y escuchado sus palabras, pensaban en un reino político, instaurado además con la ayuda de la fuerza. En Getsemaní, Pedro había desenvainado su espada y comenzó a luchar, pero Jesús lo detuvo (cf. Jn 18,10-11). No quiere que se le defienda con las armas, sino que quiere cumplir la voluntad del Padre hasta el final y establecer su reino, no con las armas y la violencia, sino con la aparente debilidad del amor que da la vida. El reino de Dios es un reino completamente distinto a los de la tierra. 

Y es esta la razón de que un hombre de poder como Pilato se quede sorprendido delante de un hombre indefenso, frágil y humillado, como Jesús; sorprendido porque siente hablar de un reino, de servidores. Y hace una pregunta que le parecería una paradoja: «Entonces, ¿tú eres rey?». ¿Qué clase de rey puede ser un hombre que está en esas condiciones? Pero Jesús responde de manera afirmativa: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz» (18,37). Jesús habla de rey, de reino, pero no se refiere al dominio, sino a la verdad. Pilato no comprende: ¿Puede existir un poder que no se obtenga con medios humanos? ¿Un poder que no responda a la lógica del dominio y la fuerza? Jesús ha venido para revelar y traer una nueva realeza, la de Dios; ha venido para dar testimonio de la verdad de un Dios que es amor (cf. 1Jn 4,8-16) y que quiere establecer un reino de justicia, de amor y de paz (cf. Prefacio). Quien está abierto al amor, escucha este testimonio y lo acepta con fe, para entrar en el reino de Dios. 

Esta perspectiva la volvemos a encontrar en la primera lectura que hemos escuchado. El profeta Daniel predice el poder de un personaje misterioso que está entre el cielo y la tierra: «Vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia. A él se le dio poder, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron. Su poder es un poder eterno, no cesará. Su reino no acabará» (7,13-14). Se trata de palabras que anuncian un rey que domina de mar a mar y hasta los confines de la tierra, con un poder absoluto que nunca será destruido. Esta visión del profeta, una visión mesiánica, se ilumina y realiza en Cristo: el poder del verdadero Mesías, poder que no tiene ocaso y que no será nunca destruido, no es el de los reinos de la tierra que surgen y caen, sino el de la verdad y el amor. Así comprendemos que la realeza anunciada por Jesús de palabra y revelada de modo claro y explícito ante el Procurador romano, es la realeza de la verdad, la única que da a todas las cosas su luz y su grandeza. 

En la segunda lectura, el autor del Apocalipsis afirma que también nosotros participamos de la realeza de Cristo. En la aclamación dirigida a aquel «que nos ama, y nos ha librado de nuestros pecados con su sangre» declara que él «nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre» (1,5-6). También aquí aparece claro que no se trata de un reino político sino de uno fundado sobre la relación con Dios, con la verdad. Con su sacrificio, Jesús nos ha abierto el camino para una relación profunda con Dios: en él hemos sido hechos verdaderos hijos adoptivos, hemos sido hechos partícipes de su realeza sobre el mundo. Ser, pues, discípulos de Jesús significa no dejarse cautivar por la lógica mundana del poder, sino llevar al mundo la luz de la verdad y el amor de Dios. El autor del Apocalipsis amplia su mirada hasta la segunda venida de Cristo para juzgar a los hombres y establecer para siempre el reino divino, y nos recuerda que la conversión, como respuesta a la gracia divina, es la condición para la instauración de este reino (cf. 1,7). Se trata de una invitación apremiante que se dirige a todos y cada uno de nosotros: convertirse continuamente en nuestra vida al reino de Dios, al señorío de Dios, de la verdad. Lo invocamos cada día en la oración del «Padre nuestro» con la palabras «Venga a nosotros tu reino», que es como decirle a Jesús: Señor que seamos tuyos, vive en nosotros, reúne a la humanidad dispersa y sufriente, para que en ti todo sea sometido al Padre de la misericordia y el amor. 

Queridos y venerados hermanos cardenales, de modo especial pienso en los que fueron creados ayer, a vosotros se os ha confiado esta ardua responsabilidad: dar testimonio del reino de Dios, de la verdad. Esto significa resaltar siempre la prioridad de Dios y su voluntad frente a los intereses del mundo y sus potencias. Sed imitadores de Jesús, el cual, ante Pilato, en la situación humillante descrita en el Evangelio, manifestó su gloria: la de amar hasta el extremo, dando la propia vida por las personas que amaba. Ésta es la revelación del reino de Jesús. Y por esto, con un solo corazón y una misma alma, rezamos: «Adveniat regnum tuum». Amén. (María Fernanda Bernasconi – RV).



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sábado, 24 de noviembre de 2012

TEXTO ALOCUCIÓN BENEDICTO XVI EN EL CONSISTORIO PARA LA CREACIÓN DE 6 NUEVOS CARDENALES



La Iglesia cuenta desde este 24 de noviembre con 6 nuevos miembros del Colegio cardenalicio, todos ellos electores, y signo de la Universalidad de la Iglesia, una santa, católica y Apostólica. Los nuevos Cardenales son: James Michael Harvey, hasta ahora Prefecto de la Casa Pontificia, nombrado –ayer- Arcipreste de la Basílica Papal de San Paolo extramuros; Su Beatitud Béchara Boutros Raï, Patriarca di Antioquia de los Maronitas de El Líbano; Su Beatitud Baselios Cleemis Thottunkal, Arzobispo Mayor de Trivandrum de los Siro-Malankares, India; John Olorunfemi Onaiyekan, Arzobispo de Abuja, Nigeria; Rubén Salazar Gómez, Arzobispo de Bogotá, Colombia; y el Arzobispo de Manila, Filipinas, Luis Antonio Tagle. 

En su alocución el Papa recordó que “el Colegio Cardenalicio se sitúa en el surco y en la perspectiva de la unidad y la universalidad de la Iglesia: muestra una variedad de rostros, en cuanto expresa el rostro de la Iglesia universal. A través de este Consistorio, deseo destacar de manera particular que la Iglesia es la Iglesia de todos los pueblos, y se expresa por tanto en las diversas culturas de los distintos continentes. Es la Iglesia de Pentecostés, que en la polifonía de las voces eleva un canto único y armonioso al Dios vivo”. 

Las delegaciones oficiales presentes esta mañana en el consistorio han sido las siguientes: de El Líbano, el General Michel Sleiman, Presidente de la República, con la Consorte y Séquito, de Filipinas, el Sr. Jejomar C. Binay, Vicepresidente de la República y séquito, de la India, el Prof. P.J. Kurien, Presidente del Parlamento, y Séquito, y de Nigeria el Senador David Mark, y Séquito. (Patricia L. Jáuregui Romero – Radio Vaticano)

TEXTO ALOCUCIÓN BENEDICTO XVI EN EL CONSISTORIO PARA LA CREACIÓN DE 6 NUEVOS CARDENALES 24.11.12 

«Creo en la Iglesia, una, santa, católica y apostólica». 

Queridos hermanos y hermanas 

Estas palabras, que dentro de poco pronunciarán solemnemente los nuevos cardenales al hacer la profesión de fe, son parte del símbolo niceno-constantinopolitano, la síntesis de la fe de la Iglesia que cada uno recibe en el momento del Bautismo. Sólo profesando y preservando intacta esta regla de la verdad somos verdaderos discípulos del Señor. En este Consistorio, quisiera centrarme particularmente en el significado del término «católica», que indica un rasgo esencial de la Iglesia y su misión. El argumento sería amplio y se podría enfocar desde diversas perspectivas. Hoy me limitaré sólo a alguna consideración. 

Las notas características de la Iglesia responden al designio divino, como se afirma en el Catecismo de la Iglesia Católica: «Es Cristo, quien, por el Espíritu Santo, da a la Iglesia el ser una, santa, católica y apostólica, y Él es también quien la llama a ejercitar cada una de estas cualidades» (n. 811). Más específicamente, la Iglesia es católica porque Cristo abraza en su misión de salvación a toda la humanidad. Aunque la misión de Jesús en su vida terrena se limitaba al pueblo judío, «a las ovejas descarriadas de Israel» (Mt 15,24), sin embargo desde el inicio estaba orientada a llevar a todos los pueblos la luz del Evangelio y a hacer entrar a todas las naciones en el Reino de Dios. En Cafarnaún, Jesús exclama ante la fe del centurión: «Os digo que vendrán muchos de Oriente y Occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos» (Mt 8,11). Esta perspectiva universalista se desprende, por ejemplo, de la presentación que Jesús hace de sí mismo, no sólo como «Hijo de David», sino también como «Hijo del hombre» (Mc 10,33), como hemos oído en el pasaje evangélico proclamado hace poco. En el lenguaje de la literatura judía apocalíptica inspirada en la visión de la historia en el Libro del profeta Daniel (cf. 7,13-14), el título «Hijo del hombre» se refiere al personaje que viene «en las nubes del cielo» (v. 13), y es una imagen que anuncia con antelación un reino totalmente nuevo, un reino que no se apoya en los poderes humanos, sino en el verdadero poder que proviene de Dios. Jesús usa esta expresión rica y compleja, y la refiere a sí mismo para manifestar el verdadero carácter de su mesianismo, como misión hacia todo el hombre y todos los hombres, superando todo particularismo étnico, nacional y religioso. En efecto, en este nuevo reino, que la Iglesia anuncia y anticipa, y que vence la fragmentación y la dispersión, se entra precisamente siguiendo a Jesús, dejándose atraer dentro de su humanidad, y por tanto en la comunión con Dios.

Además, Jesús no envía su Iglesia a un grupo, sino a la totalidad del género humano para reunirlo, en la fe, en un único pueblo con el fin de salvarlo, como lo expresa bien el Concilio Vaticano II en la Constitución dogmática Lumen gentium: «Todos los hombres están invitados al Pueblo de Dios. Por eso este pueblo, uno y único, ha de extenderse por todo el mundo a través de todos los siglos, para que así se cumpla el designio de Dios» (n. 13). Así, pues, la universalidad de la Iglesia proviene de la universalidad del único plan divino de salvación del mundo. Este carácter universal aparece claramente el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo inunda de su presencia a la primera comunidad cristiana, para que el Evangelio se extienda a todas las naciones y haga crecer en todos los pueblos el único Pueblo de Dios. Así, ya desde sus comienzos, la Iglesia está orientada kat’holon, abraza todo el universo. Los Apóstoles dan testimonio de Cristo dirigiéndose a los hombres de toda la tierra, todos los comprenden como si hablaran en su lengua materna (cf. Hch 2,7-8). A partir de aquel día, la Iglesia, con la «fuerza del Espíritu Santo», según la promesa de Jesús, anuncia al Señor muerto y resucitado «en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo» (Hch 1,8). Por tanto, la misión universal de la Iglesia no sube desde abajo, sino que desciende de lo alto, del Espíritu Santo, y está orientada desde el primer instante a expresarse en toda cultura para formar así el único Pueblo de Dios. No es tanto una comunidad local que crece y se expande lentamente, sino que es como levadura destinada a lo universal, a la totalidad, y que lleva en sí misma la universalidad.

«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15); «haced discípulos de todos los pueblos» (Mt 28,19). Con estas palabras, Jesús envía a los Apóstoles a todas las criaturas, para que llegue por doquier la acción salvífica de Dios. Pero si nos fijamos en el momento de la ascensión de Jesús al cielo, según se relata en los Hechos de los Apóstoles, observamos que los discípulos siguen encerrados en su visión, piensan en la restauración de un nuevo reino davídico, y preguntan al Señor: «¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» (Hch 1,6). Y ¿cómo responde Jesús? Responde abriendo sus horizontes y dejándoles una promesa y un cometido: promete que serán colmados de la fuerza del Espíritu Santo y les confiere el encargo de dar testimonio de él en el mundo, superando los confines culturales y religiosos en los que estaban acostumbrados a pensar y vivir, para abrirse al reino universal de Dios. Y en los comienzos del camino de la Iglesia, los Apóstoles y los discípulos se ponen en marcha sin ninguna seguridad humana, sino con la sola fuerza del Espíritu Santo, del Evangelio y de la fe. Es el fermento que se esparce por mundo, entra en las diversas coyunturas y en los múltiples contextos culturales y sociales, pero que sigue siendo una única Iglesia. En torno a los Apóstoles florecen las comunidades cristianas, pero éstas son «la» Iglesia, que tanto en Jerusalén como en Antioquía o Roma, es siempre la misma, una y universal. Y cuando los Apóstoles hablan de la Iglesia, no se refieren a su propia comunidad: hablan de la Iglesia de Cristo, e insisten en esta identidad única, universal y total de la Catholica, que se realiza en cada Iglesia local. La Iglesia es una, santa, católica y apostólica; refleja en sí misma la fuente de su vida y de su camino: la unidad y la comunión de la Trinidad. 

También el Colegio Cardenalicio se sitúa en el surco y en la perspectiva de la unidad y la universalidad de la Iglesia: muestra una variedad de rostros, en cuanto expresa el rostro de la Iglesia universal. A través de este Consistorio, deseo destacar de manera particular que la Iglesia es la Iglesia de todos los pueblos, y se expresa por tanto en las diversas culturas de los distintos continentes. Es la Iglesia de Pentecostés, que en la polifonía de las voces eleva un canto único y armonioso al Dios vivo. 

Saludo cordialmente a las delegaciones oficiales de los diferentes países, a los obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos de las distintas comunidades diocesanas, así como a todos los que participan en la alegría de los nuevos miembros del Colegio Cardenalicio, a los cuales les unen lazos de parentesco, amistad o cooperación. Los nuevos cardenales, que representan a varias diócesis del mundo, son ahora agregados a título especial a la Iglesia de Roma, y refuerzan así los vínculos espirituales que unen a toda la Iglesia, vivificada por Cristo, estrechamente reunida en torno al Sucesor de Pedro. Al mismo tiempo, el rito de hoy expresa el valor supremo de la fidelidad. En efecto, en el juramento que haréis dentro de poco, venerados hermanos, están escritas palabras cargadas de un profundo significado espiritual y eclesial: «Prometo y juro permanecer, ahora y por siempre hasta el final de mi vida, fiel a Cristo y a su Evangelio, constantemente obediente a la Santa Iglesia Apostólica Romana». Y, al recibir la birreta roja, oiréis cómo se os recuerda que ésta indica «que debéis estar preparados para comportaros con fortaleza, hasta el derramamiento de la sangre, por el incremento de la fe cristiana, por la paz y la tranquilidad del Pueblo de Dios». A su vez, la entrega del anillo está acompañada de una advertencia: «Has de saber que, con el amor al Príncipe de los Apóstoles, se refuerza tu amor a la Iglesia». 

He aquí indicada, en estos gestos y las expresiones que los acompañan, la fisionomía que hoy asumís en la Iglesia. De ahora en adelante, estaréis todavía más estrechamente unidos a la Sede de Pedro: los títulos o las diaconías de las iglesias de la Urbe os recordarán el lazo que os une, como miembros a título especialísimo, a esta Iglesia de Roma, que preside la caridad universal. Principalmente por la colaboración con los Dicasterios de la Curia Romana, seréis mis preciosos colaboradores, ante todo en el ministerio apostólico para con la catolicidad entera, como Pastor de toda la grey de Cristo y primer garante de la doctrina, de la disciplina y de la moral. 

Queridos amigos, alabemos al Señor, que «no cesa de enriquecer con generosidad de dones a su Iglesia extendida por el mundo» (Oración), y da nuevo vigor a la perenne juventud que le ha dado. A él confiamos el nuevo servicio eclesial de estos estimados y venerados hermanos, para que den un valiente testimonio de Cristo, en el dinamismo edificante de la fe y en el signo de un incesante amor oblativo.--


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domingo, 18 de noviembre de 2012

ÁNGELUS 18/11/2012 - (TEXTO EN ESPAÑOL)



A mediodía el Santo Padre rezó el ángelus desde la ventana de su estudio con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, meditando sobre el Evangelio de este penúltimo domingo del año litúrgico, en el que Cristo aparece como el centro. 

En esta ocasión, Benedicto XVI recordó que en nuestros tiempos no faltan calamidades naturales, ni lamentablemente, guerras y violencias. Por esta razón afirmó que también hoy tenemos necesidad de un fundamento estable para nuestra vida y nuestra esperanza, tanto más a causa del relativismo en el que estamos inmersos. Y concluyó invocando a la Virgen María para que nos ayude a acoger este centro en la Persona de Cristo y en su Palabra. 

Al saludar a los peregrinos procedentes de América Latina y de España, el Papa dijo: 

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. En el Evangelio de hoy, Jesús advierte a sus discípulos, y a todos, que en la vida habrá que afrontar embaucadores, sufrir persecuciones y calamidades. Hoy se sabe esto muy bien. Pero con la esperanza perseverante en la victoria de la Cruz, el corazón humano encontrará siempre un suelo firme, la auténtica paz, en la presencia constante del Señor, verdadero fin de todas las cosas, y cuya ayuda nunca nos abandona. Confiemos a nuestra Madre del cielo nuestros desvelos, y que nos ayude también la intercesión de la Beata María Crescencia Pérez, que ayer ha sido elevada al honor de los altares en Argentina. Muchas gracias y feliz domingo. 

Abrazando como es tradicional a los peregrinos de tantas partes del mundo, que acudieron también este domingo a rezar a la Madre de Dios con el Papa, Benedicto XVI se dirigió a los francófonos y reiteró que buscando a nuestro alrededor los signos de la presencia de Dios, con la disposición para recibirlos, encontraremos la roca sólida donde radica nuestra existencia más allá de los cambios que nos llegan. Pues, por la fe, nos comunicamos con el plan de amor de Dios para la humanidad y para cada uno nosotros.

¡Dios es fiel! –enfatizó el Santo Padre– alentando a participar regularmente en la misa dominical, necesaria para un cristiano, y deseando que la Virgen María ayude a comprender la importancia de esta cita y la alegría de la vida familiar 

En sus saludos a todos los visitantes de habla inglesa y a los peregrinos presentes para Ángelus de este domingo, en que el año litúrgico llega a su fin, el Papa recordó que Jesús nos dice que aunque el cielo y la tierra pasarán, sus palabras permanecerán. Y exhortó a impulsar nuestro compromiso en construir nuestras vidas cada vez más en la sólida base de su santa palabra, la verdadera fuente de vida y alegría.

¡Que el Señor sea siempre nuestra meta en la alegría y la esperanza de "las grandes cosas que Dios preparó para los que lo aman" (1 Co 2, 9) Deseó también Benedicto XVI en sus saludos a los peregrinos y visitantes de lengua alemana. 

En polaco, el Santo Padre exhortó a fortalecer la vida espiritual, en particular en este Año de la fe, con el Evangelio de la Misa de hoy y el anuncio de la Parusía, la segunda venida de Cristo a la tierra. Entonces, iluminados por la luz divina, recibiremos la respuesta a las preguntas acerca de nuestra existencia. (María Fernanda Bernasconi y Cecilia de Malak – RV).









                                       BENDICIÓN DEL SANTO PADRE

miércoles, 14 de noviembre de 2012

AUDIENCIA GENERAL DE BENEDICTO XVI 14/11/2012 - TEXTO EN ESPAÑOL



Esta mañana a las 10,30 el Santo Padre celebró su tradicional audiencia general en el Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano, a la que asistieron varios miles de fieles procedentes de numerosos países. 

En su catequesis hablando en italiano Benedicto XVI comenzó recordando que el miércoles pasado, meditamos sobre el deseo de Dios que el ser humano lleva en lo más profundo de sí mismo, mientras hoy deseaba seguir profundizando este aspecto y meditando brevemente sobre algunas vías para llegar al conocimiento de Dios: 

«Pero quisiera recordar que la iniciativa de Dios precede siempre cualquier iniciativa del hombre, y también en el camino hacia Él, es Él el primero que nos ilumina, nos orienta y guía, respetando nuestra libertad. Así como es siempre Él, el que nos hace entrar en intimidad con Él mismo, revelándose y donándonos la gracia de poder acoger esta revelación en la fe. No olvidemos nunca la experiencia de san Agustín: no somos nosotros los que poseemos la Verdad después de haberla buscado, sino que es la Verdad la que nos busca y nos posee». 

Sin embargo, dijo el Papa, hay vías que pueden abrir el corazón del hombre al conocimiento de Dios, hay signos que conducen a Él. Y añadió que por supuesto, a menudo corremos el riesgo de quedar deslumbrados por el brillo de la mundanidad, que nos hace menos capaces de recorrer algunos caminos o de leer esos signos. 

«Sin embargo, Dios no se cansa de buscarnos, es fiel al hombre que ha creado y redimido, permanece cerca de nuestras vidas, porque nos ama. Ésta es una certeza que nos debe acompañar todos los días, a pesar de que ciertas mentalidades difusas dificulten la misión de la Iglesia y de los cristianos de comunicar la alegría del Evangelio a todas las criaturas y de conducir a todos al encuentro con Jesús, único Salvador del mundo. Sin embargo, ésta es nuestra misión, es la misión de la Iglesia y cada creyente debe vivirla con alegría, sintiéndola como propia, a través de una vida verdaderamente animada por la fe y marcada por la caridad, por el servicio a Dios y a los demás, y capaz de irradiar esperanza. Esta misión resplandece sobre todo en la santidad, a la que todos estamos llamados». 

Al resumir estos conceptos en nuestro idioma para los peregrinos procedentes de América Latina y de España, el Papa dijo: 

Queridos hermanos y hermanas: 

Deseo hoy meditar acerca de tres vías de acceso al conocimiento de Dios. La primera: el mundo. El orden y la belleza de la creación, que conducen a descubrir a Dios como origen y fin del universo. La segunda: el hombre. Con su apertura a la verdad, su sentido del bien moral, su libertad y la voz de la conciencia, con su sed de infinito, el hombre se interroga sobre la existencia de Dios y encuentra que no puede tener origen mas que en Él. La tercera: la fe. Quien cree está unido a Dios, abierto a su gracia, a la fuerza de la caridad. Un cristiano o una comunidad que actúa y es fiel al proyecto divino, se constituye en una vía privilegiada de la existencia y de las acciones de Dios para los indiferentes o los que dudan. El cristianismo, antes que ser una moral o una ética, es la manifestación del amor que acoge a todos en la persona de Jesús. 

Estas vías nos llevan al conocimiento de la existencia de una realidad que es la causa primera y el fin último de todo. 

De los saludos del Papa en diversas lenguas a los grupos de fieles presentes en la Plaza de San Pedro destacamos que Su Santidad afirmó que reza por todas las personas de lengua árabe, a quienes deseó que Dios los bendiga. 

A los peregrinos polacos el Santo Padre les dijo que pensando hoy en las vías que nos llevan al conocimiento de Dios, con todos compartimos la alegría de la fe, porque ha sido Dios quien creó el cosmos y el hombre, y quien nos hizo sus hijos. Por esta razón los invitó a que nuestra fe, nuestra oración y nuestro testimonio de vida sean una alabanza a nuestro Padre que transforma nuestro modo de pensar, juicios de valor, elecciones y acciones concretas. 

Al saludar cordialmente a los peregrinos procedentes de Rusia, en particular al grupo de catequistas de la diócesis de San José en Irkutsk acompañados por su Obispo, Mons. Сyryl Klimowicz, el Obispo de Roma les deseó que el Señor bendiga su peregrinación y los acompañe la oración de los santos apóstoles y de los mártires de la Ciudad Eterna. 

En su afectuosa bienvenida a los peregrinos italianos, entre los cuales a los grupos parroquiales, a las asociaciones y a los estudiantes presentes en esta audiencia, Benedicto XVI saludó a los participantes en el Foro organizado por la Caritas Internationalis, así como a los misioneros, sacerdotes y laicos que asisten al curso organizado por la Pontificia Universidad Salesiana, a quienes les expresó su deseo de que la visita a la Sede de Pedro favorezca en todos ellos su renovación espiritual y su empeño en la evangelización. 

Al dirigir su habitual pensamiento a los jóvenes, enfermos y recién casados presentes, el Santo Padre les recordó que mañana celebraremos la memoria de San Alberto Magno, patrono de los cultores de las ciencias naturales. Y formuló votos para que los jóvenes sepan conciliar el estudio riguroso con las exigencias de la fe. A la vez que deseó a los enfermos que confíen en la ayuda de la medicina, pero en medida aún mayor en la misericordia de Dios. Mientras a los recién casados los invitó a que con el amor y la estima recíproca testimonien la belleza del Sacramento recibido. 

Saludos del Papa a los fieles y peregrinos procedentes de América Latina y de España: 

Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los fieles de la parroquia de san Francisco Javier, de Formentera, así como a los demás grupos provenientes de España, México, Venezuela, Chile y otros países latinoamericanos. Que el impulso de la fe os lleve a mirar y a hacer mirar a Cristo, verdadera vía que conduce a Dios. Muchas gracias. (María Fernanda Bernasconi – RV).






















                                         BENDICIÓN DEL SANTO PADRE


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domingo, 11 de noviembre de 2012

ANGELUS 11/11/2012 - TEXTO EN ESPAÑOL



La entrega completa de la propia vida al Señor y al prójimo, fue el centro de la reflexión que el Sucesor de Pedro compartió en el saludo en lengua española, después del rezo de la oración dominical del Ángelus con los peregrinos reunidos en la plaza del santuario de San Pedro. 

“Estas dos mujeres lo dan todo, se dan a sí mismas, y se ponen en las manos de Dios por el bien de los demás” explicó el Papa siguiendo las lecturas de la liturgia del domingo. “El gesto de dos viudas-dijo-, la del Evangelio, al igual que la del Antiguo Testamento, nos lleva a reconocer el valor fundamental que tiene la entrega completa de la propia vida al Señor y al prójimo”. 

Benedicto XVI saludó en particular a los peregrinos de la Parroquia San José Obrero, de San Boi de Llobregat, y de la Asociación de Padres del Colegio El Prado, de Madrid, rogando para todos: “Que estos elocuentes ejemplos de desprendimiento y confianza sin límites en la Providencia divina iluminen cada día nuestro seguimiento de Cristo. Muchas gracias”.

Texto y audio completo de los saludos en Español 

Saludo con afecto a los fieles de lengua española, en particular a los peregrinos de la Parroquia San José Obrero, de San Boi de Llobregat, y de la Asociación de Padres del Colegio El Prado, de Madrid. En la liturgia de este domingo, el gesto de dos viudas, la del Evangelio, al igual que la del Antiguo Testamento, nos lleva a reconocer el valor fundamental que tiene la entrega completa de la propia vida al Señor y al prójimo. Estas dos mujeres lo dan todo, se dan a sí mismas, y se ponen en las manos de Dios por el bien de los demás. Que estos elocuentes ejemplos de desprendimiento y confianza sin límites en la Providencia divina iluminen cada día nuestro seguimiento de Cristo. Muchas gracias. 

Son muy pobres y sin embargo demuestran mucha fe 

En su reflexión previa a la oración del ángelus, Benedicto XVI, refiriéndose a las dos mujeres mencionadas por la liturgia del domingo, expresó que se trata de una “preciosa enseñanza sobre la fe”. En el caso de estas dos mujeres, dijo: “La fe aparece como la actitud interior de quien funda la propia vida en Dios, sobre su Palabra y confía totalmente en él”. 

El Papa afirmó que “Dios pide siempre nuestra libre adhesión de fe, que se expresa en el amor por Él y por el prójimo. Ninguno es tan pobre que no pueda donar alguna cosa. En efecto, ambas viudas demuestran su fe realizando un gesto de caridad: una hacia el profeta y la otra ofreciendo limosna. Así testimonian la unidad inseparable entre fe y caridad, como también entre el amor a Dios y al prójimo”. 

Finalmente el Obispo de Roma manifestó que “la Virgen María es ejemplo perfecto de quien se ofrece todo entero confiando en Dios; con esta fe ella dijo al ángel “Aquí estoy” y acogió la voluntad de Dios” (jesuita Guillermo Ortiz- RV) 

Texto completo del Ángelus en Español 

La Liturgia de la Palabra de este domingo nos presenta como modelos de fe las figuras de dos viudas. Nos las presenta paralelamente: una en el Primer libro de los Reyes (17,10-16), la otra en el Evangelio de Marcos (12,41-44). Ambas mujeres son muy pobres, y justo en esta condición demuestran una gran fe en Dios. La primera aparece en el ciclo de las narraciones sobre el profeta Elías. Él durante un tiempo de carestía, recibe del Señor la orden de acudir a las proximidades de Sidón, fuera de Israel, en territorio pagano. Ahí encuentra a esta viuda y le pide agua de beber y un poco de pan. La mujer le responde que solamente le queda solo un puñado de harina y un poco de aceite, pero, porque el profeta insiste y le promete, que, si lo escuchará, harina y aceite no faltarán, satisface su petición y es recompensada. La segunda viuda, aquella del Evangelio, es notada por Jesús en el templo de Jerusalén, precisamente ante el arca, donde la gente colocaba sus ofrendas. Jesús vio que esta mujer colocaba en el arca dos moneditas; entonces llamó a sus discípulos y explicó que su óbolo es mayor del de los ricos, porque, mientras ellos dan lo que les sobra, la viuda ofreció “todo cuanto tenia para vivir” (Mc 12,44). 

De estos dos episodios bíblicos, sabiamente presentados, se puede recabar una preciosa enseñanza sobre la fe. Ésta aparece como la actitud interior de quien funda la propia vida sobre Dios, sobre su Palabra, y confía totalmente en Él. Aquella de la viuda, en la antigüedad, constituía de por sí una condición de grave necesidad. Por esto, en la Biblia, las viudas y los huérfanos son personas de las cuales Dios cuida en modo especial: han perdido el apoyo terreno, pero Dios permanece su Esposo. Su Padre. Pero la Escritura dice que la condición objetiva de necesidad, en este caso el hecho de ser viuda, no es suficiente: Dios pide siempre nuestra libre adhesión de fe, que se expresa en el amor por Él y por el prójimo. Ninguno es tan pobre que no pueda donar alguna cosa. En efecto ambas viudas demuestran su fe realizando un gesto de caridad: una hacia el profeta y la otra ofreciendo limosna. Así testimonian la unidad inseparable entre fe y caridad, como también entre el amor a Dios y al amor prójimo –como nos recordaba el Evangelio del domingo pasado. El Papa San León Magno, del quien ayer celebramos la memoria, afirma: «En la balanza de la justicia divina no se pesa la cantidad de los dones, sino el peso de los corazones. La viuda del Evangelio depositó en el tesoro del templo dos monedas y superó los dones de todos los ricos. Ningún gesto de bondad carece de sentido ante Dios, ninguna misericordia permanece sin fruto» 

La Virgen María es ejemplo perfecto de quien se ofrece todo entero confiando en Dios; con esta fe ella dijo al Ángel «Aquí estoy» y acogió la voluntad del Señor. Que María ayude también a cada uno de nosotros, en este Año de la fe, para reforzar la confianza en Dios y en su Palabra (Traducción del Italiano Patricia Jáuregui - RV) 

Luego del Ángelus, Benedicto XVI recordó que ayer en Spoleto (Italia), fue proclamada Beata María Luisa Prosperi, de la primera mitad del siglo XIX (diecinueve) monja y abadesa del monasterio benedictino de Trevi. Junto con toda la Familia benedictina y la Comunidad diocesaza de Spoleto-Norcia -dijo el Papa- alabamos al Señor por su hija que quiso asimilarse particularmente a la Pasión de Cristo. 

Asimismo, el Pontífice recordó que hoy en Italia se celebra la “Jornada de Agradecimiento”. En el contexto del Año de la Fe, el tema de esta jornada -«Confía en el Señor y haz el bien; habita en la tierra y vive tranquilo» (Sal 37,3) – vuelve a llamar a la necesidad de un estilo de vida radicado en la fe, para reconocer con ánimo agradecido la mano creadora y providencial de Dios que alimenta a sus hijos. En este contexto, el Papa saludó particularmente a los agricultores. 

A los peregrinos francófonos, Benedicto XVI los invitó a tener -como el Señor- una mirada buena y justa sobre las personas y los eventos. A menudo –dijo- nos dejamos impresionar y condicionar por las apariencias y los slogans que desnaturalizan las cosas. Busquemos ver – más allá de lo que aparece, la chispa de bondad que se deposita y que podrá esclarecer nuestro juicio. De este modo -agregó el Pontífice- nuestra relación con Dios y con los otros será más verdadera y nuestras elecciones serán más libres. La humildad nos enseña que nosotros valemos solamente lo que somos ante Dios! Que en este camino -deseó- la Virgen María sea nuestro modelo. Feliz domingo para todos. 

A los peregrinos de habla inglés el Papa les recordó que en el Evangelio de hoy, la viuda pobre da todo lo que posee para el Templo. Que su oferta incondicional nos ayude a confiarnos sólo del Señor y atribuir a cada cosa el lugar y el valor apropiado. Luego el Papa invocó para los presentes y sus familias abundantes bendiciones de Dios. 

Benedicto XVI saludó también a los peregrinos polacos y particularmente a aquellos provenientes de Bulgaria. La Fiesta de la Independencia que hoy se celebra en Polonia -dijo- recuerda la fe de vuestros Padres, la historia y la fuerza del espíritu de las recientes generaciones. Sobre este fundamento ediquen la prosperidad de vuestra Patria. Hoy además sostengo –agregó- vuestras oraciones que ofrecen para los cristianos en Egipto, por iniciativa de la Asociación “Ayuda a la Iglesia que sufre”, con ocasión de la “Jornada de la Solidaridad con la Iglesia perseguida. Los bendigo a todos de corazón. 

Y luego de saludar a los participantes en el Congreso sobre el Padre Teilhard de Chardin, que tuvo lugar en estos días en la Universidad Gregoriana, el Papa se dirigió a los peregrinos italianos, particularmente a los grupos parroquiales de Alice Bel Colle e Ricaldone (de la Diócesis de Acqui Terme), de Palermo, Caccamo y Randazzo, y de San Luca Evangelista en Roma. A todos les deseó un feliz domingo.






                                     BENDICIÓN DEL SANTO PADRE



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domingo, 4 de noviembre de 2012

ÁNGELUS 4/11/2012 - TEXTO EN ESPAÑOL



La actitud ante la Palabra de Dios “ha de ser escucharla, meditarla y guardarla en el corazón”, afirmó el Papa en el saludo a los peregrinos de lengua española reunidos en la plaza de San Pedro. Con ellos y tantos otros peregrinos venidos de diversas partes del mundo, rezó la oración dominical del Ángelus, desde la ventana de su estudio. 

Después de saludar en particular a los profesores y alumnos del Instituto Bioclimático, de Badajoz, el Sucesor de Pedro reflexionó sobre el Evangelio que se proclama el 31 domingo de la liturgia: “Con el mandamiento del amor que se proclama hoy en el evangelio, Jesús nos indica cuál ha de ser nuestra actitud ante su Palabra: escucharla, meditarla y guardarla en el corazón, haciendo de nuestra vida un testimonio gozoso y continuo de caridad.” 

El Obispo de Roma, concluyó su saludo rogando: “Que la Virgen María, Madre del Amor hermoso, sea para todos modelo de constancia y fidelidad en el bien obrar. Feliz domingo”. 

Jesús encarna la unidad del amor a Dios y al prójimo 

Benedicto XVI en su reflexión en italiano, previa a la oración del ángelus, pidió “que todo cristiano sepa mostrar su fe en el único verdadero Dios con un límpido testimonio de amor hacia el prójimo”. Después de explicar que los santos –celebrados todos recientemente en una única fiesta solemne, “son propiamente aquellos, que, confiando en la gracia de Dios, buscan vivir según esta ley fundamental. En efecto, el mandamiento del amor lo puede poner plenamente en práctica quien vive una relación profunda con Dios, así como el niño aprende a amar a partir de una buena relación con la madre y el padre”. 

Sobre este aspecto citó a San Juan de Ávila que dice que “la causa que más empuja nuestro corazón al amor de Dios es considerar profundamente el amor que Él ha tenido por nosotros…” 

Esto más que los mismos beneficios, empuja el corazón a amar; porque aquel que ofrece a otro un beneficio, le da algo que posee; pero aquel que ama se da así mismo con todo lo que tiene, sin que le queda nada más que dar» (n. 1). Antes de ser un mandato, el amor es un don, una realidad que Dios nos hace conocer, experimentar, de manera que como una semilla, que pueda germinar incluso dentro de nosotros y desarrollarse en nuestra vida. 

El Santo Padre expresó que “si el amor de Dios ha metido raíces profundas en una persona, ésta esta en grado de amar incluso a quien no lo merece, como justamente hace Dios hacia nosotros”, para concluir que “la misma Persona de Jesús y todo su misterio encarnan la unidad del amor a Dios y al prójimo”. (jesuita Guillermo Ortiz- RV) 

Texto completo de la reflexión del Papa, previa a la oración mariana

¡Queridos hermanos y hermanas! 

El Evangelio de este domingo, (Mc 12,28-34) nos vuelve a proponer las enseñanzas de Jesús, sobre el más grande mandamiento: el mandamiento del amor, que es doble: amar a Dios y amar al prójimo. Los Santos, que hemos celebrado todos recientemente en una única fiesta solemne, son propiamente aquellos, que, confiando en la gracia de Dios, buscan vivir según esta ley fundamental. En efecto, el mandamiento del amor lo puede poner plenamente en práctica quien vive una relación profunda con Dios, así como el niño aprende a amar a partir de una buena relación con la madre y el padre. San Juan de Ávila, que proclamé hace poco Doctor de la Iglesia, escribe así al inicio de su Tratado sobre el amor de Dios: «La causa que más empuja nuestro corazón al amor de Dios es considerar profundamente el amor que Él ha tenido por nosotros… Esto más que los mismos beneficios, empuja el corazón a amar; porque aquel que ofrece a otro un beneficio, le da algo que posee; pero aquel que ama se da así mismo con todo lo que tiene, sin que le queda nada más que dar» (n. 1). Antes de ser un mandato, el amor es un don, una realidad que Dios nos hace conocer, experimentar, de manera que como una semilla, pueda germinar incluso dentro de nosotros y desarrollarse en nuestra vida. 

Si el amor de Dios ha metido raíces profundas en una persona, ésta esta en grado de amar incluso a quien no lo merece, como justamente hace Dios hacia nosotros. El padre y la madre no aman a sus hijos sólo cuando lo merecen: los aman siempre, aunque si naturalmente les hacen entender cuando se equivocan. De Dios aprendemos a querer siempre y nada más que el bien y nunca el mal. Aprendemos a mirar al otro no sólo con nuestros ojos, sino con la mirada de Dios, que es la mirada de Jesucristo. Una mirada que parte del corazón y no se detiene en la superficie, va más allá de las apariencias y logra acoger las expectativas profundas del otro: ser escuchado, tener una atención gratuita, en una palabra: ser amado. Pero se verifica también el recorrido inverso: que abriéndome al otro así como es, yendo a buscarlo, haciéndome disponible, me abro también al conocer a Dios, a sentir que Él existe y es bueno. Amor de Dios y amor del prójimo son inseparables y tiene una relación recíproca. Jesús no ha inventado ni uno ni otro, sino que ha revelado que son en fondo, un único mandamiento, y lo ha hecho no solamente con la palabra, sino sobre todo con su testimonio: la misma Persona de Jesús y todo su misterio encarnan la unidad del amor a Dios y al prójimo, como dos brazos de la Cruz, vertical y horizontal. En la Eucaristía, Él nos dona este doble amor, donándose a sí mismo, porque nutridos de este Pan, nos amamos los unos a los otros como Él nos ha amado. 

Queridos amigos, por intercesión de la Virgen María, oremos para que todo cristiano sepa mostrar su fe en el único verdadero Dios con un límpido testimonio de amor hacia el prójimo. (Traducción del original italiano: Patricia Ynestroza - RV) 

Después del rezo a la Madre de Dios y del responso por los difuntos, un domingo más, en esta cita del mediodía romano, Benedicto XVI hizo resonar – como es tradicional también en otras lenguas, concretamente en francés, inglés, alemán, esloveno y polaco - su reflexión y exhortación centrada en las palabras de Jesús sobre el mandamiento del amor. 

El Evangelio de este domingo nos invita a encontrar en el amor a Dios y a nuestros hermanos el camino de la felicidad, reiteró el Papa en francés, destacando que amando a Dios, Único, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, contribuimos a la armonía y a la paz en nuestras familias, comunidades y países. Y con el anhelo de que el amor sea el corazón de nuestras vidas, el Santo Padre recordó que para conocer mejor esta ley divina es importante dedicar tiempo a la lectura y meditación de la Palabra de Dios. Como para los santos, ella será la luz de nuestros pasos y la alegría de nuestros corazones. 

Jesús nos enseña que los que aman al Señor con todo su corazón, alma, mente y fuerzas, no están lejos del Reino, enfatizó Benedicto XVI en inglés, alentando a amar al Señor de esta manera, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. 

En sus saludos en alemán, recordando que en el Evangelio de este domingo, Jesús habla de la relación del hombre con Dios, el Papa destacó que el hombre debe impulsar la búsqueda de la luz del amor divino. Luz que aleja de las tinieblas del pecado, para conducirnos al Reino celestial, al que el Señor nos llama a todos, subrayó Benedicto XVI rogando la ayuda divina para testimoniar a Cristo, en el amor que transforma todas las relaciones humanas. 

En esloveno, el Santo Padre saludó a grupo de peregrinos miembros de la Tercera Orden Franciscana, llegados a Roma siguiendo las huellas de San Francisco. Y les deseó que su peregrinación sea para todos ellos un nuevo impulso a ser - siempre y en todas partes - testimonios gozosos del amor de Dios. 

Finalmente en polaco, Benedicto XVI puso de relieve que el mandamiento del amor, que nos enseña Jesús, no es una imposición, sino una invitación a vivir en la luz del amor de Dios, que da la alegría y la paz en la realidad temporal y la segura esperanza de la felicidad eterna. Y con su bendición, el Santo Padre deseó que este amor inunde siempre nuestros corazones. (CdM - RV)







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