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sábado, 8 de diciembre de 2012

MENSAJE DE BENEDICTO XVI EN LA FIESTA DE MARÍA INMACULADA

















En la fiesta de María Inmaculada Benedicto XVI dirigió esta mediodía el rezo del Ángelus. “María es expresión genuina de la Gracia”, dijo el Santo Padre ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. “La Inmaculada demuestra que la Gracia es capaz de suscitar una respuesta, que la fidelidad de Dios sabe generar una fe verdadera y buena”. 

¡Queridos hermanos y hermanas! 

 A todos ustedes, ¡buena fiesta de María Inmaculada! En este Año de la fe quisiera subrayar que María es la Inmaculada por un don gratuito de la gracia de Dios, pero que en Ella ha encontrado perfecta disponibilidad y colaboración. En este sentido ella es “bienaventurada” porque «ha creído» (Lc 1,45), porque ha tenido una fe firme en Dios. María representa aquel «resto de Israel», aquella raíz santa que los profetas han anunciado. En ella encuentran acogida las promesas de la antigua Alianza. En María la palabra de Dios encuentra escucha, recepción, respuesta, encuentra aquel «si» que le permite encarnarse y venir a habitar entre nosotros. En María la humanidad, la historia se abren realmente a Dios, acogen su gracia, están dispuestas a hacer su voluntad. María es expresión genuina de la Gracia. Ella representa el nuevo Israel, que las Escrituras del Antiguo Testamento describen con el símbolo de la esposa. Y san Pablo retoma este lenguaje en la carta a los Efesios allí donde habla del matrimonio y dice que «Cristo ha amado a la Iglesia y se ha dado a si mismo por ella, para hacerla santa, purificándola con el lavado del agua mediante la palabra, y para presentar a si mismo la Iglesia toda gloriosa, sin mancha ni arruga o algo de similar, sino santa e inmaculada» (5,25-27). Los Padres de la Iglesia han desarrollado esta imagen y así la doctrina de la Inmaculada ha nacido primero en referencia a la Iglesia virgen-madre, y sucesivamente a María. Así escribe poéticamente Efrén el Sirio: «Como los mismos cuerpos han pecado y mueren, y la tierra, su madre, es maldita (cfr Gen 3,17-19), así a causa de este cuerpo que es la Iglesia incorruptible, su tierra está bendecida desde el principio. Esta tierra es el cuerpo de María, templo en el cual ha sido depositada una semilla» (Diatessaron 4, 15: SC 121, 102). 

La luz que emana de la figura de María también nos ayuda a comprender el verdadero sentido del pecado original. En María, de hecho, está plenamente viva y operante aquella relación con Dios que el pecado rompe. En ella no hay alguna oposición entre Dios y su ser: hay plena comunión, pleno entendimiento. Hay un «si» recíproco, de Dios a ella y de ella a Dios. María está libre del pecado porque es toda de Dios, totalmente apropiada por Él. Está llena de su Gracia, de su Amor. 

En conclusión, la doctrina de la Inmaculada Concepción de María expresa la certeza de fe que las promesas de Dios se han realizado: que su alianza no falla, que ha producido una raíz santa, de la cual ha germinado el Fruto bendito de todo el universo, Jesús, el Salvador. La Inmaculada demuestra que la Gracia es capaz de suscitar una respuesta, que la fidelidad de Dios sabe generar una fe verdadera y buena. 

Queridos amigos, esta tarde, como es tradición, iré a la Plaza de España, para el homenaje a María Inmaculada. Sigamos el ejemplo de la Madre de Dios, para que también en nosotros la gracia del Señor encuentre respuesta en una fe genuina y fecunda.  (Traducción del italiano: Raúl Cabrera-RV)






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