La anécdota sucedió el pasado sábado. Al finalizar la histórica conversación entre Benedicto XVI y los astronautas del transbordador Endeavour y de la estación espacial ISS, uno de los astronautas hizo una broma al elevarse en estado de ingravidez mientras se despedía y motivó unas simpáticas risas que el Papa no pudo ni quiso contener, dejando constancia de su naturalidad y buen sentido del humor.
Por un instante, nos recordó los ataques de risa de Juan Pablo II durante la actuación del payaso Japo.
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