Vatican Insider ha hablado con el biblista y escritor Simone Venturini, que trabaja en el Archivo Secreto Vaticano y es profesor de Ciencias Bíblicas en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. Es autor, entre otros muchos, del “Libro secreto de Jesús” (Newton Compton).
Profesor, ¿qué es la Estela de Gabriel expuesta en la muestra “Verbum Domini”?
Se trata de un extraordinario descubrimiento arqueológico del año 2000, encontrado en la zona oriental del Mar Muerto, en cuya orilla occidental fueron encontrados hace más de 50 años los famosos manuscritos de Qumrán. La compró el doctor David Jeselsohn, banquero de Zúrich, que la incluyó en su preciosa colección de textos antiguos. Se trata de una estela de 93 cm. De altura y 37 de ancho, en la que se encuentran inscritas dos columnas de texto en lengua aramea. Los estudiosos la fechan entre el siglo I a.C y el siglo I d.C. El texto, compuesto por 87 líneas, presenta al Mesías de una forma bastante diferente de como se le consideraba en la época de Jesús. No sería un glorioso descendiente de David que habría restablecido el destino del reino de Israel, sino un personaje que habría sufrido y que habría resucitado después de tres días. La llaman “Revelación de Gabriel” o “Estela de Jeselsohn”, del nombre de su descubridor.
¿Cuál es el contenido?
En la primera columna se habla de la guerra escatológica. Cuando Jerusalén se encuentre bajo asedio, Dios mandará una señal mediante su Mesías, en la que se anuncia la aniquilación del Anticristo y de las fuerzas del mal. En la segunda columna, Dios declara que la sangre de los mártires será el instrumento que les permitirá ascender al cielo. También se habla de “líderes” enviados por Dios y que morirán en una batalla. Al final, el ángel Gabriel ordena a su interlocutor que vuelva a la vida.
¿Por qué la “Estela de Gabriel” puede considerarse como una prueba importante de la autenticidad de las profecías de Jesús sobre la resurección?
Entre las líneas 80 y 81 de la segunda columna, el arcángel Gabriel dirige a su interlocutor las siguientes palabras: «Cuando pasen tres días, vive; yo Gabriel te ordeno, príncipe de príncipes, estiércol en las grietas de las rocas». Ahora bien, según Israel Knhol (que ha estudiado con profundidad esta estela), el «príncipe de príncipes» sería Simón, uno de aquellos revolucionarios que, tras la muerte de Herodes, reclamaron la independencia de Israel para su pueblo. Según el testimonio de Flavio Josefo (“Guerra Giudaica”, 2, 4, 2), Simón murió mientras se encontraba en borde de un precipicio. Probablemente su cuerpo habrá acabado entre las rocas del risco y allí se habrá putrefacto. En la “Estela de Jeselsohn”, Gabriel se dirigiría a este revolucionario, anunciándole que habría vuelto a la vida pasados tres días».
¿Qué dicen al respecto los Evangelios?
En el Evangelio de Mateo (27, 63), los fariseos recuerdan a Pilatos que Jesús, «cuando aún vivía, dijo: “A los tres días resucitaré”». No es difícil darse cuenta de la semejanza entre las palabras de la estela y las de Jesús. La única diferencia es que en la estela sería el arcángel Gabriel el que habría hecho el anuncio, mientras que en el Evangelio Jesús las aplica a sí mismo. La estela, por ello, representaría una prueba de importancia excepcional para la historicidad de las profecías de Jesús, en particular la de su muerte y resurrección. Estas no harbían podido ser fruto de reelaboraciones de los primeros cristianos, puesto que en el ambiente contemporáneo de Jesús ya existía una formulación muy parecida a la que Jesús aplicó a sí mismo, con respecto a su resurrección pasados tres días.
¿Cuál es la relación entre la arqueología y la fe?
La fe, obviamente, es una actitud interior que representa el fruto de una decisión por parte del hombre. Sin embargo, la consciencia de que los Evangelios narran la historia de un hombre que no solo murió, sino que también resucitó verdaderamente, puede constituir, sin duda, un preámbulo sólido y eficaz. En este sentido, la arqueología es la ciencia que, mucho más que cualquier otra, puede ayudar a situar los Evangelios y sus personajes en el ambiente histórico en el que nacieron y vivieron.
En general, ¿los descubrimientos arqueológicos confirman o desmienten la fe?
Los descubrimientos arqueológicos que se encontraron y que siguen surgiendo en Palestina son indicios preciosos que confirman la historicidad de los hechos narrados en los Evangelios. Pensemos, por ejemplo, en los restos de la casa de Pedro en Cafarnaúm, perfectamente visibles a través del vidrio que se encuentra dentro de la Iglesia ictogonal, uno de los lugares en los que casi seguramente estuvo Jesús (cfr. Marco, 1, 29-31). O bien, en Jerusalén, en la Basílica del Santo Sepulcro, que se encuentra en el área del Gólgota en donde Jesús murió y fue sepultado, y en donde todavía es posible admirar algunas tumbas muy parecidas a la de Jesús. Los descubrimientos (como la “Estela Jeselsohn”) que contienen inscripciones o textos de carácter religioso son particularmente importantes y pueden ponernos en contacto directo con el ambiente cultural y lingüístico en medio del que vivió y predicó Jesús de Nazaret.
¿Cuál es el valor de una exposición como “Verbum Domini”?
El objetivo de esta muestra es el de sensibilizar a la gente sobre la historia de la Biblia y sobre la forma en la que el texto fue transmitido con el pasar de los siglos, desde sus orígenes. Una ocasión para darse cuenta de que la Palabra de Dios se encarnó en una historia real, que desde el pasado más lejano (la muestra también expone una reconstrucción de las grutas de Qumrán) llega hasta nosotros gracias a una cadena ininterrumpida de testimonios preciosos, algunos de los que (como la “Estela Jeselsohn”) son casi completamente desconocidos entre el gran público».
Fuente texto: Vatican Insider /GIACOMO GALEAZZI
CIUDAD DEL VATICANO
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