En enero de 2002, comenzó el desvelamiento de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y religiosos católicos.
Hace décadas, los casos de pederastia los silenciaban las autoridades eclesiásticas y a veces las civiles. Ahora, con las trituradoras de carne que son los medios de comunicación en marcha, se denuncia a inocentes por venganza, por dinero o por índices de audiencia.
El sacerdote italiano Pierino Gelmini, de 86 años, fundador de una comunidad para toxicómanos, fue denunciado falsamente en 2007 por un grupo de jóvenes que tuvo que expulsar de uno de los centros debido a que habían cometido varios robos. Gelmini dijo que los drogadictos le espetaron: “Te lo haremos pagar”, y así fue. El grupo denunció al sacerdote y encontró un abogado y un fiscal que llevaron adelante la denuncia hasta el punto de que se le tomó declaración a Gelmani en la Fiscalía de Terni. El asunto se aclaró gracias a una llamada en la que los drogadictos confesaron el chantaje: le ofrecieron retirar los cargos o retractarse a cambio de dinero. Gelmini dijo que perdonaba a sus acusadores, porque eran personas que habían sufrido en la vida, pero que lamentaba que hubiese sufrido una ejecución mediática.
Perdón público
En noviembre de 1993, el cardenal Joseph Bernardin, arzobispo de Chicago, fue acusado por un exseminarista de haberle violado en 1975. Este era Steven Cook, entonces de 35 años, y enfermo de sida, que había contraído debido a su promiscuidad sexual. Sin más testimonio que el del acusador, el canal de televisión CNN dio por sentada la culpabilidad del cardenal y montó un programa sobre ella. Al final, se demostró que Cook había mentido y Bernardin le perdonó públicamente.
El sacerdote irlandés Kevin Reynolds bien puede ser el último de estos mártires, que sufren el tormento de ser expuestos durante meses, si no años, ante la gente bajo acusaciones de haber cometido crímenes abominables y a los que nadie cree cuando se proclaman inocentes.
El 23 de mayo de 2011, la televisión pública irlandesa RTÉ emitió un programa de investigación titulado A Mission to Prey, donde se afirmaba que muchos misioneros irlandeses habían marchado a otros países no para difundir la Buena Nueva, sino para violar a hombres y mujeres, niños y adultos. En el programa se expusieron los casos de siete sacerdotes: cinco de ellos ya se conocían, uno estaba muerto (y la orden a la que perteneció ha negado siempre su implicación) y otro constituía una novedad, el padre Kevin Reynolds, párroco en Galway, en el oeste de la isla. Por tanto, el programa se construyó sobre este.
Prueba de paternidad
El equipo de periodistas descubrió a una mujer keniana que declaró haber sido violada por el padre Reynolds cuando este pasó varios años en el país africano y que le hizo una hija en 1982; además, para la educación de la niña, Reynolds había enviado dinero.
Los periodistas encontraron a Reynolds en su parroquia y le entrevistaron el 7 de mayo, después de la misa de primera comunión. El sacerdote negó las acusaciones y el obispo de la diócesis keniana donde ejerció su ministerio declaró que el comportamiento de Reynolds había sido ejemplar, pero fue inútil. Los productores del programa respondieron que tenían pruebas irrefutables. El sacerdote propuso a los periodistas someterse a una prueba de paternidad de ADN y les pidió que aplazasen la emisión del programa hasta entonces. Tampoco le hicieron caso y el programa se emitió, con una audiencia de unas 500.000 personas (la novena parte de la población del país).
Debido a la aplicación de las normas especiales establecidas por el Vaticano, al padre Reynolds se le retiró de su parroquia, lo que implicó abandonar la vivienda adjunta. Además, el ministro de Justicia ordenó al jefe de Policía que le investigase.
Dos pruebas de paternidad distintas demostraron la inocencia del sacerdote irlandés. Pero el daño ya estaba hecho. Entonces, Reynolds recurrió a la segunda arma más poderosa de los tiempos actuales, después de los periodistas: los abogados. El sacerdote demandó a la televisión RTÉ.
En un comunicado difundido en octubre, la televisión pública irlandesa reconoció que la mención al padre Reynolds no tenía que haberse emitido. El caso se cerró con un acuerdo extrajudicial, ratificado por el Tribunal Supremo, en el que RTÉ se disculpaba y abonaba a Reynolds una cantidad calculada en torno a un millón de euros. Tal vez estos castigos monetarios disuadan a ciertos periodistas de destrozar vidas ajenas.
APOYO: Haciendo números
El profesor de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra José María Pardo ha comparado los datos de la pederastia y los abusos en el clero católico y en el resto de la sociedad, con lo que demuestra que se trata de un problema mucho más grave fuera de la Iglesia, aunque ese menor porcentaje no atenúe la gravedad de los delitos cometidos por los sacerdotes.
Entre 1950 y 2002, 352 sacerdotes de EEUU cometieron al menos un delito relacionado con el abuso a menores. En ese mismo periodo de tiempo, fueron condenados por los tribunales 6.000 maestros y profesores de gimnasia, casi todos casados.
Los últimos datos facilitados en Austria indican que en un mismo periodo de tiempo, los casos probados en instituciones vinculadas a la Iglesia eran 17, mientras que en otros ambientes fueron 510.
De los 210.000 casos de abusos a menores denunciados en Alemania desde 1995, 94 corresponden a eclesiásticos, es decir, un 0,04%.
La Gaceta /Pedro Fernández Barbadillo
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