En Argentina el sentido religioso de la Navidad parece importar poco. Hace unos días unos vándalos quemaron un nacimiento nada menos que en la Plaza de Mayo de Buenos Aires, la más importante del país. Las imágenes de Jesús, José y María ardieron ante la indiferencia de policías y pasantes. Un gesto que tampoco mereció la intervención pública de los obispos, ni siquiera del cardenal Jorge Mario Bergoglio.
Todo ocurrió durante una manifestación en recuerdo del décimo aniversario del estallido de diciembre de 2001, que marcó el final del gobierno de Antonio de la Rúa. En aquel año la Argentina afrentó una de sus peores crisis económicas, se declaró en bancarrota y aprobó una serie de medidas de ajuste que desataron una incontenible indignación social. Manifestaciones populares espontáneas y enfrentamientos con las fuerzas del orden se sucedieron los días 19 y 20 de diciembre, con un saldo de 36 muertos.
Para recordar los 10 años de aquellos trágicos acontecimientos grupos de izquierda marcharon -el pasado martes 19- por el centro de la ciudad hasta llegar a la Plaza de Mayo. Todo se había desarrollado con cierta calma hasta que, prácticamente al final de la concentración, un grupo de vándalos perpetró todo tipo de destrozos.
Los violentos tomaron de mira al nacimiento y a un árbol navideño gigante, adornos colocados frente al histórico monumento del Cabildo. Además pintaron leyendas anarquistas en la catedral metropolitana, la Casa de Gobierno de la ciudad y el mismo Cabildo.
Los policías federales presentes decidieron no intervenir y mejor dejar que las llamas consumieran las imágenes, realizadas por ex alumnas del colegio católico María Auxiliadora junto con la artista plástica Vezna Polianec y el arquitecto Luis Brusco.
El nacimiento había sido inaugurado el viernes 16 de diciembre durante un acto en cual participó el obispo auxiliar de Buenos Aires, Eduardo García, y que fue animado por los villancicos del coro Lunus. El árbol tenía una base de ocho metros y una altura de 16, integrado por cinco cuerpos metálicos recubiertos con dos mil 500 penachos y más de 400 metros de luces. El montaje duró apenas tres días antes de ser incendiado.
Pero lo sorprendente es que ningún obispo intervino públicamente para denunciar o deplorar el episodio, que involucró a las figuras más apreciadas de la Navidad. Ni el arzobispo de la ciudad, el cardenal Jorge Mario Bergoglio, ni el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina y pastor de Santa Fe, José María Arancedo, emitieron comunicado o declaración oficial alguna.
Tampoco se pensó en convocar a un acto de desagravio oficial. Sólo un pequeño pero simbólico grupo de jóvenes se reunieron frente al nacimiento ultrajado para rezar el rosario en un acto de reparación espiritual.
Paradójicamente quienes sí expresaron su “categórico repudio” fueron los líderes de la comunidad judía agrupados en la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), en una nota firmada por su presidente, Aldo Donzis, y su secretario general, Fabián Galante.
“Este hecho incalificable constituye una afrenta a un símbolo de la grey cristiana, representativo del espíritu de paz y armonía que las fiestas encarnan, paz y armonía que quienes no dudaron en destruirlo seguramente no comparten. (.) La DAIA expresa su solidaridad a los hermanos cristianos ante este agravio y reafirma sus principios permanentes de respeto a los símbolos de todos los credos, de fortalecer los valores de promoción de la diversidad y la armónica convivencia de todos quienes conformamos el mosaico multicolor del tejido social argentino”, indicó el comunicado.
Asimismo el ministro de Ambiente y Espacio Público del gobierno de Buenos Aires, Diego Santilli, calificó como un “acto de vandalismo” a la quema y aseguró que episodios como ese son “el principal enemigo del espacio público”.
“Da mucha pena que pasen estas cosas. En ese árbol, a partir de mañana, Caritas iba a empezar a juntar juguetes y ropa para los más necesitados. Este año gastamos 14 millones de pesos por el vandalismo, que no respeta ni la Navidad”, apuntó el funcionario.
De hecho fue Santilli el responsable de promover la reposición del nacimiento y el árbol en tiempo récord. Para el 24 de diciembre la capital argentina ya tenía una nueva escena de Navidad colocada en el mismo lugar que la anterior, cuyos restos yacían a unos pocos metros, carbonizados.
V.I./Andrés Beltramo ÁlvarezCiudad del Vaticano
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