"Lo esencial de la cuestión es la acción”
Ayer, a las 18,30, en la capital austríaca el cardenal Christoph Schönborn presidió una Eucaristía de acción de gracias por la beatificación de Hildegard Burjan, que tuvo lugar ayer en la Catedral de San Esteban, ante la presencia del Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los santos en representación del Santo Padre Benedicto XVI.
De este modo Austria está de fiesta por la beatificación de esta laica, madre de familia, empeñada activamente en el mundo de la política. Alemana de origen judío y convertida al catolicismo, Hildegard Burjan había nacido en 1883. Una vez casada, se trasladó a Viena, donde fue diputada en el Parlamento austríaco.
Vivió la actividad política como un servicio al Evangelio, a favor de los trabajadores oprimidos, siguiendo las enseñanzas de la Encíclica social Rerum novarum del Papa León XIII. En 1912 fundó la Asociación de las obreras cristianas a domicilio, ayudó a las poblaciones que padecían hambre, creó una red de asistencia a las familias y luchó contra el trabajo de menores. En 1919 fundó la Congregación de las Religiosas de la “Caritas Socialis”. Viviendo plenamente la familia tuvo una hija que los médicos le habían aconsejado que abortara por motivos de salud, a lo que se opuso firmemente. En los pobres y en los que sufren veía el Rostro de Jesús y se sentía sedienta de justicia: “Con el dinero y las pequeñas limosnas –decía– no se ayuda a las personas, sino que es necesario volver a darles la confianza de que son capaces de hacer algo”.
Hildegard –afirmó ayer en su homilía el Cardenal Schönborn– es la demostración de que la santidad es posible en la política. Y añadió que sobre todo “con la acción anunció el Evangelio”. Mientras hoy se habla tanto de “nueva evangelización y muchos se preguntan qué significa en realidad, el Purpurado agregó que su “beatificación llega en el momento justo para subrayar, precisamente, que lo esencial de la cuestión es la acción (...). Hildegard es una cristiana que convence sin tantas palabras, porque actúa. En nuestra época debemos aprender nuevamente a comprender lo que significa ser discípulos. Y para hacer esto –dijo– no tenemos necesidad de teorías, sino de ejemplos, de personas que hablan con los hechos”. (Radio Vaticano / María Fernanda Bernasconi).
RESEÑA BIOGRÁFICA DE HILDEGAR BURJAN
"LA CONCIENCIA DEL PARLAMENTO"
“Un interés vivo por la política, es propio de un cristianismo práctico” son las palabras de Hildegard Burjan (Görlitz-Alemania, 1883), conversa, fundadora y diputada. El próximo día 29 de enero será proclamada beata por el Cardinal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, en la Catedral de San Esteban de Viena. Y es que el título de estas líneas hacen justicia a la biografía de una mujer extraordinaria que iluminó los caminos de la acción social y política en la Viena convulsa, creativa y terrible del final de la Monarquía Imperial.
Nacida en el seno de una familia judía, se licenció en Filología alemana en 1906, doctorándose en Filosofía magna cum laude por la Universidad de Berlín. Poco después ingresó en el hospital católico de St. Ludwig aquejada de un cólico nefrítico que tras sucesivas infecciones la llevó al borde de la muerte en la Semana Santa de 1909. Desahuciada por los médicos, le aplicaron morfina paliativa hasta que el lunes de Pascua mejoró contra todo pronóstico. A los siete meses recibió el alta médica, aunque le quedarían secuelas de por vida. La vivencia de la enfermedad y el conocimiento directo de la labor social de las monjas que la atendían, hizo que pidiera el bautismo en la Iglesia Católica pocas semanas después. Mudada a Viena con su marido, el ingeniero Alejandro Burjan, comenzó a madurar su catolicismo en contacto con los grupos de estudio de la revolucionaria encíclica de Leon XIII “Rerum Novarum”. Los sucesivos puestos directivos de su marido la incorporaron a la alta sociedad vienesa, al tiempo que quedó embarazada de su primera hija. Desoyendo las recomendaciones de aborto de sus médicos por su delicado historial clínico, Hildegard siguió adelante con un parto que la llevó de nuevo al borde de la muerte, pero que tuvo como resultado una niña sana de nombre Lisa.
Convencida de que el cristianismo sólo es creíble cuando se transforma en obras visibles, comenzó su acción social ofreciendo soluciones concretas ante la precariedad laboral de las mujeres, su formación y capacitación. En 1918 entró en la partido Socialcristiano, primero como miembro de la Corporación Municipal del Ayuntamiento de Viena, y más tarde como diputada, siendo la única mujer de su grupo parlamentario. “La conciencia del Parlamento” la llegó a calificar el Cardenal Piffl, que veía como se había convertido en la referencia moral para una clase política abandonada progresivamente a la demagogia y al oportunismo. Precisamente por sus decisiones de conciencia, de no acatar la disciplina de partido además de su condición racial de judía, factor decisivo en la sociedad austriaca de entreguerras, renunció a la reelección en 1920. Desde entonces, y hasta su muerte, puso todo su talento organizativo en la obra social de su vida, que tomó forma en Caritas Socialis, aprobada por Pablo VI en 1960 y que pervive hasta hoy en varios países de Europa y América con orfanatos, hospitales y residencias de ancianos.
“Cáritas Christi urget nos” fue el lema que, tomado de San Pablo, iluminó su acción social, apostando decididamente por devolver a cada persona la dignidad que a todos nos iguala: “con dinero o insignificancias no se ayuda a una persona, desde un principio hay que ponerlo nuevamente de pie y devolverle el convencimiento pleno: yo soy alguien y puedo hacer algo”.
La misma élite social que recibía en su casa no llegó a comprender ese compromiso con el prójimo que nacía de su amor afianzado en Dios -“todos los demás amores solo participan de Él”, solía decir- llegando incluso al escándalo cuando fue acusada de promover la inmoralidad por crear un albergue para atender a madres solteras y a sus hijos.
El año que Hitler entró victorioso en Berlín, Hildegard moría a los cincuenta años de edad a causa de su enésima complicación renal. Sus enseñanzas de vivir en tensión moral acorde con los propios principios fueron desoídas en una sociedad que se vería abocada poco después a la catástrofe del Nazismo y la Guerra. En su lápida en el cementerio de Viena se lee en latín “En ti, Señor, he puesto mi esperanza, no me veré defraudada para siempre“. El Papa Benedicto XVI la proclamó beata en 2011.
Hildegard Burjan en Austria, como hicieron sus contemporáneos Ángel Herrera Oria en España o Alcide De Gasperi en Italia, tomaron parte en la lucha social y política solo por su compromiso religioso, poniendo conciencia a un siglo que se rebeló como el más inhumano de la historia de la Humanidad.(Viena Directo / Paco Bernal / Texto de Gonzalo, estudiante Ciencias Políticas)
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