Llaves, pan, sal y guirnaldas para el Papa en el corazón de Madrid
Como gran teólogo y excelente profesor, al Papa Ratzinger le encantan los símbolos. Sabe que son el camino ideal para intentar acercarse al Absolutamente Otro, al misterio de Dios. De ahí que, en su bienvenida a Madrid, le hayan emocionado especialmente cuatro de los símbolos con los que fue acogido: las llaves, el pan, la sal y las guirnaldas.
En Alcalá, la puerta simbólica de Madrid, otrora sede emblemática de la izquierda, Benedicto XVI recibió las llaves de la ciudad de manos del alcalde, Alberto Ruiz Gallardón. Las llaves simbólicas de una de las ciudades más secularizadas de Europa y que es capaz de acoger a la marea multicolor de los 'jotaemejeros', de los 'perroflautas de Dios'. Pero, para saber de llaves, el sucesor de Pedro, al que el propio Cristo entregó las llaves de la Iglesia y, con ellas, el poder de "atar y desatar en el cielo y en la tierra". Llaves de pedro que simbolizan el papado y el poder, temporal y espiritual, del Vicario de Cristo en la tierra.
El simbolismo del pan
El pan tiene tantas connotaciones religiosas que la presencia real de Cristo en el pan de la eucaristía es una de las esencias del credo cristiano. Símbolo básico de la humanidad, satisface el hambre, da fortaleza, y es signo de la misma vida.
Para los cristianos, el pan es uno de los mejores símbolos para comprender a Jesús, que se definió a sí mismo con dicha figura: "Yo soy el pan de la vida". Y en la última Cena estableció el pan como signo sacramental y Él mismo quiso hacerse pan para ser alimento sobrenatural de los creyentes: "Éste es mi cuerpo". En el primer siglo la Eucaristía se llamó "fracción del pan".
La sal ha sido decisiva para el hombre a lo largo de su historia. Para conservar y dar sabor. Y hasta se utilizó como moneda de pago. De ahí el término "salario". La sal se convirtió en un referente doctrinal explicativo en labios de Cristo: "Vosotros sois la sal de la tierra" (Mt. 5,13). La sal es, para Jesús, el amor de Dios, el evangelio eterno que todo discípulo debe anunciar al mundo. Al ver la sal, el Vicario de Cristo seguramente evocó que, como el Maestro, ha venido a Madrid a invitar a la marea juvenil católica a ser "sal y luz del mundo". Porque ésa es la misión del cristiano.
Un guiño oriental
El otro símbolo, el de las guirnaldas, es menos occidental y se inserta más en las culturas orientales. Pero al Papa amante de la naturaleza, al que algunos llaman el 'Papa ecológico', seguramente le remitieron a aquel famoso pasaje del evangelio de Lucas: "Considerad los lirios del campo, cómo crecen: No trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos". Es la providencia del Dios-Padre que vela con mimo por sus hijos. Y ésa es otra de las consignas que Benedicto XVI lanzará a sus huestes: "No tengáis miedo, confiad en Dios. Estamos en sus manos". El pan de la vida, la sal de la misión y las guirnaldas de la esperanza. La Iglesia es joven y está viva, mirando al futuro. Más de un millón de jóvenes en torno al Papa teólogo lo confirman.
El Mundo
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