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martes, 16 de agosto de 2011

LA CRUZ Y EL ICONO DE LA JMJ YA LUCEN EN EL MADRILEÑO PARQUE DEL RETIRO

















En el Parque del Retiro ya lucen la Cruz de la JMJ y el icono de la Virgen María que el Papa Juan Pablo II instauró como símbolo de la fe. Peregrinan juntos por el planeta a hombros de los jóvenes



Hoy, la Cruz de los mil nombres -«Cruz del Año Santo», la «Cruz del Jubileo», la «Cruz peregrina»-, que es, al final, la Cruz referencia de la JMJ luce espléndida en el Parque del Retiro. La escolta, como hace desde el año 2003, una copia del icono de María, «Salus Populi Romani», para viajar juntos por todo el mundo, como fue el deseo del anterior Papa, Juan Pablo II.



Cruz e icono se exhiben en el parque madrileño hasta que el jueves por la noche sean desplazados a Plaza Cibeles para la gran fiesta del Papa Benedicto XVI con cientos de miles de jóvenes peregrinos venidos a Madrid. Volverán después al Retiro, y regresarán ante la diosa Cibeles la noche siguiente, para recorrer ante Joseph Ratzinger el periplo por las quince estaciones de Semana Santa que compondrán un Vía Crucis muy especial en pleno corazón de Madrid. Y en pleno agosto.




Pero la historia de estos «distintivos» de las Jornadas Mundiales de la Juventud que han recorrido el planeta de extremo a extremo no es muy conocida. La Cruz de los jóvenes ha sido trasladada por hombres y mujeres de corta edad desde el año 1984, cuando el beatificado Papa Juan Pablo II decidió que este símbolo de la fe debía estar cerca del altar mayor de la Basílica de San Pedro y poco después pensó que debía recorrer el mundo. Fue ese 84 un Año Santo, y al cerrarse la Puerta Santa, el Papa entregó una cruz de madera, de casi 4 metros de alturas (3,8 metros exactamente) a la juventud del Centro Internacional Juvenil San Lorenzo de Roma, como muestra representativa de los jóvenes católicos del mundo. Ese 22 de abril de 1984, el Papa polaco les dijo: «Queridos jóvenes, al clausurar el Año Santo os confío el signo de este Año Jubilar: ¡la Cruz de Cristo! Llevadla por el mundo como signo del amor del Señor Jesús a la humanidad y anunciad a todos que sólo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y redención».


Desde ese día, la cruz se situó en el Centro San Lorenzo, aunque solamente permanece aquí el tiempo en que no está pasando de mano a mano por los jóvenes de diócesis y parroquias de todo el globo. De hecho, un año después, cuando Karol Wojtyla supo del peregrinar de la cruz, pidió que fuese llevada a Praga, inmersa todavía tras el telón de acero. Este fue el año definitivo para la institución de las Jornadas Mundiales de la Juventud, que vivirá estos días en Madrid su XXVI edición. Se aprovechó la «coyuntura» del Año Internacional de la Juventud de Naciones Unidas (1985) y una Misa del Domingo de Ramos donde el Papa Juan Pablo II consiguió congregar a 300.000 jóvenes en la Plaza de San Pedro para definir definitivamente el encuentro con las juventudes católicas de todos los rincones.
 


Dos años después y tras Roma, llegaría la primera JMJ fuera del viejo continente, en Buenos Aires, y la Cruz de Cristo de madera cruzó el charco por primera vez. Le seguiría el periplo a España, donde se celebró por primera vez en el abarrotado de jóvenes Monte do Gozo de Santiago de Compostela en el verano de 1989. Portada por manos jóvenes, llegó a Asia, Denver (EE.UU.) y Australia en los siguientes tres años.
 
 

El peregrinar de Jesús no debía ser solo


Las historias de quienes tocan la Cruz de la JMJ son dispares. Unos peregrinos dicen que no se encontraron verdaderamente con Jesucristo hasta que no la tuvieron sobre sus espaldas; no faltan los jóvenes que alegan haber comprendido el misterio de la Resurrección al observarla de cerca; y hay quienes han experimentado, simple y llanamente, la presencia del amor de Dios en lo que para otros son sólo dos tablas de madera. Estos días en Madrid encontramos testimonios de jóvenes que anduvieron por la vida guiados por la «estrella» de la Cruz y dicen haber tomado decisiones importantes respecto a su vida a raíz de encontrarse con Dios en el camino.



El encuentro es doble, desde el 13 de abril de 2003, cuando el mismo Papa polaco decidió, al concluir la Misa del Domingo de Ramos en la que los jóvenes canadienses entregaron la Cruz a los jóvenes alemanes para la JMJ de Colonia, que esa representación de Jesús no debía peregrinar nunca más sola. Por ello, regaló a los jóvenes de Colonia una copia del icono de la Virgen María. «De ahora en adelante, juntamente con la Cruz, este icono acompañará las Jornadas Mundiales de la Juventud. Será signo de la presencia materna de María junto a los jóvenes, llamados, como el apóstol San Juan, a acogerla en su vida», pronunció. La que bendice hoy a los miles de peregrinos llegados a Madrid desde el Retiro es una réplica, ya que la original se encuentra en la Basílica romana de Santa María la Mayor.


Solidaridad en tiempos de dolor


La Cruz de los jóvenes ha estado presente también como muestra de solidaridad planetaria en zonas donde el horror había penetrado hasta los confines de la tierra. En 2002, «visitó» la «zona cero» de Nueva York tras los atentados de las Torres Gemelas; tampoco faltó en su compañía a los damnificados por el terremoto que devastó L'Aquila (Italia) en el año 2008. Benedicto XVI hizo entrega de la Cruz y el icono de la JMJ a los jóvenes madrileños que peregrinaron hasta la Plaza de San Pedro el Domingo de Ramos de 2009 porque, anunció, la JMJ de agosto de 2011 sería en la capital española.










ABC

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