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lunes, 20 de febrero de 2012

EL CARDENAL MÁS APLAUDIDO DURANTE EL CONSISTORIO



DATOS BIOGRÁFICOS DEL CARDENAL LUCIAN MURESAN

Nació en 1931, en la Transilvania de Ferneziu (Baia Mare, Rumanía). Su Beatitud Lucian Mureşan es Arzobispo Mayor de la Iglesia greco-católica rumana (que cuenta con cuatro diócesis más una en Ohio con 800.000 fieles) y también Vicepresidente de la Conferencia Episcopal. La vida de Mureşan y de su ejercicio pastoral reflejan la historia de los greco-católicos de Rumanía, después de que el régimen comunista prohibiera su realidad eclesial en 1948 y de que encarcelara a los obispos. Su vida pública de trabajador (obrero en la construcción de la central de Bicaz y en una cava; y después como obrero de la manutención de las calles, hasta su jubilación en 1990), no exenta de las dificultades típicas de un greco-católico en la Rumanía de Ceauşescu, se desarrolla paralelamente a su recorrido eclesial clandestino. Estudió teología a escondidas en los años 50 y después ingresaría, en secreto, al instituto teológico latino de Alba Iulia en 1958, del que le alejaron inmediatamente las autoridades comunistas.


Sacerdote clandestino después de su ordenación de 1964, fue ordinario de la Eparquía de Muramareş a partir de 1986, puesto en el que le confirmaría Juan Pablo II en 1990. Ese mismo año Muramareş sustituiría al cardenal Alexandru Todea como arzobispo de Făgăraş y Alba Iulia, y cuatro años más tarde le sustituiría también como presidente del Sínodo de la Iglesia Uniata de Ucrania. La figura de Mureşan tiene importancia también en el frente del ecumenismo: es, de hecho, el presidente greco-católico de la comisión para el diálogo con el Patriarcado ortodoxo de Bucarest. (V.I.)


El recién creado cardenal Lucian Muresan es un ejemplo de la persecución sufrida por los católicos durante la dictadura comunista en la Rumanía de Chauchescu. «Mi madre nos decía a menudo: “De los diez hijos, al menos uno debe ofrecerse al Señor”. Yo fui ordenado en clandestinidad y no lo podía decir a nadie, ni siquiera a mi madre», comentó Muresan recientemente. Este octogenario «nunca hubiera imaginado que sería llamado a tal dignidad. El martirio sufrido por la Iglesia rumana me conforta y me da coraje en mi tarea», afirmó el arzobispo mayor de la Iglesia greco-católica de Rumanía. (La Razón)





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