El papa Benedicto XVI llegó hoy a Cotonú, la capital política y económica de Benin, para una visita de tres días a este país africano, en el que firmará y entregará a los prelados del continente la Exhortación Apostólica (documento final) del Sínodo de Obispos africano celebrado en 2009 en el Vaticano.
El avión en el que viajó el Obispo de Roma aterrizó en el aeropuerto "Cardenal Bernardin Gantin", de Cotonú, a las 14.50 horas local (13.50 GMT).
A los pies del avión, el papa fue recibido por el presidente de Benin, Thomas Boni Yayi, su esposa, Chantal de Sousa Yayi, y el arzobispo de Cotonú y presidente de la Conferencia Episcopal de Benin, Antoine Ganyé.
Desde allí se trasladará a la catedral de Cotonú, distante doce kilómetros, dedicada a Nuestra Señora de la Misericordia, donde rezará ante las tumbas de los arzobispos Isidore de Sousa y Christophe Adimou.
En el primer discurso que pronunció en tierra beninesa, el Santo Padre enumeró tres motivos que le habían llevado a visitar esa nación: la invitación del presidente y de los miembros de la Conferencia Episcopal de Benin, que celebra este año el 150 aniversario de su evangelización; la firma de la Exhortación Apostólica Post-sinodal “Africae Munus”, y un tercer motivo “mas personal y afectivo”: rezar ante la tumba del cardenal Gantin y dar gracias a Benin por haber dado a la Iglesia un hijo tan eminente”.
“Benin es un país de antiguas y nobles tradiciones. Su historia es reconocida .Quisiera aprovechar esta oportunidad -dijo el Papa- para saludar a los jefes tradicionales. Su contribución es importante para construir el futuro de este país. Quiero animarlos a contribuir con su sabiduría y comprensión de las costumbres a la delicada transición que se está produciendo actualmente de la tradición a la modernidad”.
“No se ha de temer a la modernidad, pero tampoco se puede construir olvidando el pasado. Debe ir acompañada de la prudencia para el bien de todos, evitando los escollos que hay en África, lo mismo que en otras partes, como la sumisión incondicional a las fuerzas del mercado o las finanzas, el nacionalismo o tribalismo exacerbado y estéril, que puede llegar a ser funesto, la politización extrema de las tensiones interreligiosas en detrimento del bien común o, finalmente, la erosión de los valores humanos, culturales, éticos y religiosos. La transición a la modernidad debe estar guiada por criterios seguros basados en las virtudes (...)enraizadas en la dignidad, la grandeza de la familia y el respeto de la vida. Todos estos valores son para el bien común, el único que debe primar, y el único que debe ser la mayor preocupación de todo sujeto responsable”.
“La Iglesia, por su parte, ofrece su contribución específica. Con su presencia, su oración y sus diversas obras de misericordia, especialmente en el campo de la educación y la sanidad, desea dar lo mejor que tiene. Desea mostrarse cercana de quien está en necesidad, de quien busca a Dios. Quiere hacer comprender que Dios no está ausente, ni es inútil, como se trata de hacer creer, sino que es amigo del hombre.VIS
No hay comentarios:
Publicar un comentario