Las jerarquías eclesiásticas la tenían bajo observación desde hacía tiempo. No hubo nada que hacer para sor Elizabeth Johnson, su libro no es aceptable: censurada. Pero ella no se queda en silencio y continúa en su camino, convencida de que «la teología, si es tal, debe profundizar las normas, los dogmas, y no detenerse en lo ya adquirido». Y ahora protesta: «Soy responsable por lo que he dicho y escrito, por lo que estoy dispuesta a corregir lo que fuera necesario, pero no acepto que mis tesis sean tergiversadas».
El obstáculo en el camino es sólido. Y, no obstante, en el 2008, el libro «prohibido» de sor Elizabeth había ganado en Estados Unidos el primer premio de la Catholic Press Association, en la categoría de obras de teología. La Dominus Jesus, la declaración de Joseph Ratzinger del 2000, estableció de una vez por todas que es «herético» negar que el camino para la salvación del hombre es solamente Jesucristo. De nada sirvió la defensa por parte de la universidad jesuita donde la religiosa enseña, ni la de la prestigiosa revista America. Y tampoco bastó la carta que la teóloga censurada envió a los obispos: «La mía es una obra teológica y no desea ser el catecismo de la Iglesia católica; es una búsqueda de Dios y, como tal, impulsa a la ciencia teológica hacia delante, a nuevas tierras». Los nueve miembros de la comisión doctrinaria de la Iglesia de Estados Unidos (guiada por el cardenal Donald W. Wuerl, arzobispo de Washington) tachó de «seriamente inadecuada para la concepción católica de Dios» la obra de la teóloga de la Fordham University. Bajo numerosos aspectos, a juicio del episcopado de Estados Unidos, la teología de sor Elizabeth se aleja de la doctrina de la Iglesia. En su obra, los dogmas de la trinidad de Dios y de la creación resultan penalizados a favor de una idea del divino inmanente al mundo.
Al límite del escepticismo iluminista. Pero, sobre todo, Jesucristo no resulta ser el único salvador de todos, porque solo una mezcla de cristianismo, hinduismo, budismo, islam permitiría conocer la verdad de Dios. El veredicto del episcopado estadounidense es durísimo hacia la religiosa, «seguidora» del obispo egipcio Atanasio, aquel que —una vez derrotados los arios en Nicea— pidió a la Iglesia que no los considere como verdaderos enemigos ni adversarios, sino como hermanos. Para salvaguarda de su «libertad de teóloga», sor Elizabeth Johnson había citado el mensaje que Karol Wojtyla había transmitido al director del Observatorio Vaticano para pedir a los teólogos que fueran valientes en sus investigaciones sin tener miedo a posiciones de cerrazón e incomprensión. «También los teólogos lejanos del núcleo de la fe, como resultaron ser los arios, deben ser considerados y escuchados, porque esto es hacer teología, buscar a Dios más allá de los miedos», había contestado la estudiosa. Su instancia defensiva (38 páginas) fue rechazada, sin embargo, por la comisión doctrinal de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos que, con un veredicto inapelable de once páginas, ratificó la censura. Su libro En busca del Dios viviente, en varios puntos «no es acorde con la doctrina». A favor de sor Elizabeth ya se había expresado James Martin en America, la prestigiosa revista neoyorquina de los jesuitas.
Martin cuenta haber aconsejado los libros de Johnson «a decenas de amigos, parroquianos y directores espirituales» porque ella «es una teóloga excepcional». Sor Elizabeth habla de Dios en femenino, dice que Dios en cuanto infinito misterio se comprende cada vez más con el pasar del tiempo, pero explica que no se debe negar que en la revelación de Cristo es Dios que se muestra. Simplemente que Dios es misterio y, como tal, es inasible, siempre más allá de los dogmas y las clasificaciones humanas. Escribe la teóloga «hereje»: «El Concilio Vaticano II nos ha dado la constitución dogmática sobre la revelación divina, la Dei Verbum, que auspicia un proceso dinámico del conocimiento». La teóloga está convencida de ir más allá de las fórmulas doctrinales: «Hay cristianos que conquistan albores de verdad sin partir necesariamente del núcleo originario de la fe. Esto no significa que estén descubriendo un nuevo Dios, sino simplemente que están yendo a las profundidades de aquella “belleza siempre nueva y siempre antigua” de agustiniana memoria».
El «caso Johnson», de todos modos, demuestra la vivacidad del debate dentro de la Iglesia católica estadounidense. La comisión doctrinal de la Conferencia Episcopal del país leyó su obra y la juzgó no acorde con la doctrina. Una censura completa que, no obstante, contribuirá a hacer aumentar las ventas. Los jesuitas que desde hace tiempo permiten a Johnson enseñar Teología Sistemática en su universidad piensan que es una gran teóloga, y que todos, no obstante la censura, deberían continuar acercándose a sus textos. Y ella, la monja «censurada» define como «decepcionante la respuesta de la comisión episcopal para la doctrina, porque «ignora la respiración y la profundidad de la revelación divina y de la respuesta de fe de los hombres».
V.I./Giacomo GaleazziCiudad del Vaticano
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