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viernes, 9 de septiembre de 2011

LOS SECRETOS DE "LA ADORACIÓN DEL CORDERO MÍSTICO"



























Los secretos del retablo robado trece veces



«La adoración del cordero místico» fue censurado, quemado, falsificado y codiciado por Hitler o Napoleón



Cuando Jan van Eyck terminó su obra maestra en 1432 no podía imaginarse lo que vendría después: todo un cúmulo de peripecias, durante siglos, que han rodeado de leyenda a este retablo. ¿Dónde radica su misterioso poder de atracción? Un libro de Noah Charney rescata ahora su historia.



Hace ahora justo cien años, un obrero italiano que trabajaba en el Louvre, Vincenzo Peruggia, robó el cuadro más famoso de la historia,   «La Gioconda». Fue recuperado dos años después. «El grito» de Munsch ha sido sustraído más de una vez. También cuadros de Cezanne, Van Gogh, Dalí o Degas. A Goya, por ejemplo, le «birlaron» los «Niños en el carretón» durante un traslado en Estados Unidos, aunque los muchachos aparecieron «sanos y salvos» doce días después. Y a Picasso, de una tacada, le «levantaron» 118 cuadros en 1976 en el Museo del Palacio de los Papas de Aviñón.



Pero a nadie le han robado un cuadro tantas veces como al pintor flamenco Jan van Eyck. Su retablo «La adoración del cordero místico» ha sido sustraído en trece ocasiones. Y no solo eso. El cuadro ha sido tres veces botín de guerra, ha sufrido quemaduras y amputaciones, fue falsificado, censurado por las autoridades, vendido en el mercado negro, perdido y recuperado, perseguido por Napoleón y por Hitler y localizado y puesto a salvo por agentes dobles austriacos.



El autor de «El ladrón de arte»


La historia de esta obra la trae ahora en un libro Noah Charney («Los ladrones del cordero místico», editorial Ariel), autor del best seller «El ladrón de arte» y considerado uno de los mayores defensores mundiales de las obras artísticas desde su trabajo no solo como escritor, sino como asesor en los mejores museos del mundo o cuerpos de policía como el FBI, Scotland Yard o los Carabineri.



¿Por qué ha sido tan codiciada esta pieza? Todo lo que rodea a esta obra está envuelto en el misterio. La Adoración del Cordero Místico es un políptico formado por 24 paneles pintados al óleo para el altar mayor de la Catedral de San Bavón de Gante, terminado en 1432 y atribuido a los hermanos Hubert (que lo inició) y Jan van Eyck (que lo concluyó). En él están condensadas todas las características de la pintura flamenca con una minuciosidad y perfección pocas veces alcanzadas. En su conjunto, es la obra de mayor dimensión de esta escuela.



El retablo muestra en las tablas superiores a Dios Padre flanqueado por la Virgen y por San Juan, a los que acompañan ángeles cantores, Adán y Eva. En la parte inferior se representa la Adoración del Cordero Místico. Los expertos la consideran un hito en la historia de la pintura por la forma de representar el espacio pictórico y la perspectiva.



Las vicisitudes del cuadro comenzaron un siglo después de su conclusión, cuando tuvo que ser descolgado del altar de la catedral para ocultarlo de los empecinados iconoclastas calvinistas empeñados en prenderle fuego en plaza pública a modo de ejemplo. Después sería el botín de unos cuantos ladrones, vulgares y no tan vulgares.



Escondido de la rapiña de Hitler


Pese a que el retablo es un todo en su conjunto, Napoléon se llevó a París las cuatro tablas centrales que no volvieron hasta años después. Tres siglos más tardaron en regresar a la catedral de Gante las alas laterales, vendidas a coleccionistas. También se enamoró de la obra Hitler, lo que obligó a esconderla en una mina de sal a costa de causarle algunos daños.



En su libro, Charney hace desfilar en torno a la obra a párrocos, contrabandistas y falsificadores que se cruzan en el camino con mandatarios como Napoleón, Göring o Hitler, y que ayudarán a desentrañar todos los entresijos del poder de atracción de este retablo. Todos menos: ¿la versión que se conserva es en su totalidad la original? Parece que uno de los muchos paneles que se robaron no fue recuperado y fue sustituido, con ánimo de no levantar sospechas, por una copia que engañó a los ojos de los expertos de la época, pero no a los de los modernos sistemas de autentificación de la actualidad.







La Razón

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