Desde el Vaticano, en el Año de la Fe, llega el mensaje: «También los soldados deben ser santos». La historia del cristianismo está llena de militares elevados a los altares.
«También los soldados deben ser santos». El llamado a la santidad dirigido directamente a los soldados llega directamente desde las más altas jerarquías del Vaticano. La historia del cristianismo está llena de monjes guerreros, Papas como Julio II que dirigían ejércitos, militares elevados a los honores de los altares, como San Floriano, legionario romano del IV siglo.
La santidad también es una vocación hoy en día para todos aquellos que sirven a su patria. La Santa Sede, de hecho, subraya que todos los militares tienen, en cuanto cristianos, el derecho-deber (que nace con el bautismo) de ser santos y, por lo tanto, de vivir plenamente su vocación cristiana y ser apóstoles. Por ello, los soldados «Son elementos, no solo pasivos, sino activos de la evangelización». Esta es la tarea que viene dada «en la Iglesia universal y que en las órdenes militares permite que los capellanes castrenses formen las consciencias de todo el personal militar con esta necesidad de evangelizar, de llevar a Cristo». Puede parecer una paradoja: llamar a la santidad a los que se ocupan de un trabajo en el que a menudo el uso de las armas es muy relevante. Pero el cristianismo llama a todos a la misma vocación, la vocación de la santidad y el milagro de la santidad pueden convertirse en una realidad concreta incluso en las situaciones más difíciles.
A 25 años de la constitución apostólica «Spirituali militum curae» de Karol Wojtyla, Los Ordinariados militares se reunieron en el Vaticano para discutir su evolución jurídica. Durante el congreso, que fue promovido por la Congregación para los Obispos y por el el Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, está previsto el tercer curso internacional de derecho humanitario para la formación de los capellanes militares católicos.
«Los ordinariados militares participarán en la misión general de la Iglesia de evangelizar el mundo: dar a conocer y, conociéndole, hacer amar a Dios –explica a la Radio Vaticana el cardenal español del Opus Dei, Julián Herranz, presidente emérito del Pontificio consejo para los textos legislativos y de la Comisión disciplinaria de la Curia Romana. En segundo lugar, al hacerlo, de manera específica, en el mundo militar, en el mundo castrense, porque allí hay necesidades especiales, ante las cuales la pastoral de la Iglesia católica tiene respuestas muy precisas que ofrecer».
Los Ordinariatos militares, que antes se llamaban Vicariatos castrenses, existen desde la época del emperados Constantino y acompañaban a los fieles militares que iban a la guerra. «Al no poder usufruir de la asistencia de los párrocos relacionados con el territorio, acompañaban a las tropas para que estos soldados no se quedaran sin asistencia espiritual en momentos particularmente importantes –indica el cardenal Herranz. Sin embargo, esta es una parte mínima de la función de los capellanes castrenses, porque normalmente, gracias a Dios, los ejércitos están en paz».
Sin embargo, hay que llevar a cabo esta misión incluso en tiempo de paz, mediante la aplicación de lo que ha sido el principio fundamental del Concilio Vaticano II: «la llamada universal a la santidad y al apostolado». Por ello, la Santa Sede pretende reforzar la formación de los capellanes militares, abrir a los soldados cristianos este camino a la santidad. «Mediante la acción que llevan a cabo las órdenes militares, es decir, los pastores de estas jurisdicciones eclesiásticas particulares –subraya el cardenal Herranz. Se trata de una pastoral específica, por ello los capellanes tienen que ser formados específicamente, con una especialización sobre los puntos neurálgicos relativos a las necesidades pastorales que caracterizan el mundo castrense: la formación para la paz. Aunque esta sea una consecuencia de la buena formación de las consciencias; por ello hay que hacer que penetren profundamente, en el alma de todo el personal castrense, las exigencias del Evangelio y el conocimiento de Cristo».
V.I./GIACOMO GALEAZZICIUDAD DEL VATICANO
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