Dejando atrás Jerusalén y entrando en el desierto de Judea a través de la llanura de Jericó, a escasa distancia de la carretera que lleva a Tell es-Sultán –que acoge la antigua ciudad de Jericó y conduce al monasterio greco-ortodoxo de la Cuarentena- se encuentra el lugar en donde, desde el siglo V, se recuerda el Bautismo de Jesús. Aquí, a pocos pasos de la orilla del río Jordán, las distintas confesiones cristianas pueden celebrar sus funciones con ocasión de la Epifanía, que incluye también la liturgia del Bautismo del Señor. Abierto al público nuevamente hace algunos meses por las autoridades israelíes, el lugar se ha vuelto a convertir en destino de las peregrinaciones de muchos fieles. Los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, que normalmente conmemoran el Bautismo de Jesús el último jueves del mes de octubre, han organizado hoy en este lugar la tradicional peregrinación, que será la última en celebrarse en esta fecha pues está previsto que, a partir de 2012, se actualice de acuerdo con el calendario litúrgico de la Iglesia Católica que ha previsto trasladar la tradicional celebración del Bautismo del Señor al primer domingo de enero, tras la fiesta de la Epifanía (6 de enero).
La numerosa comunidad franciscana congregada, guiada por el Custodio de Tierra Santa, fray Pierbattista Pizzaballa, ha participado en esta sugerente celebración que ha visto también cómo se unían a la misma muchísimos cristianos locales procedentes no solo de las vecinas zonas israelíes y palestinas de Jerusalén, Jericó y Belén, sino también de Galilea y de otras regiones más alejadas. Han sido también numerosos los peregrinos de distintos países que se han acercado al Jordán para esta ocasión, para poder rezar en este santo lugar. Tras la procesión cantada –que ha atravesado un breve trecho del camino por el desierto en el que eran bien visibles, en distintos puntos, las ruinas de antiguos lugares de culto-, el centenar de participantes se han reunido en torno a la pequeña capilla con altar situada a poca distancia del Jordán, disponiéndose en la adyacente zona cubierta.
La santa misa, durante la que se ha celebrado la renovación de las promesas bautismales, ha estado presidida por el padre Custodio junto con fray Artemio Vítores, vicario custodial, y numerosos franciscanos y otros sacerdotes concelebrantes. Estaba presente también en la ceremonia el cónsul general de España en Jerusalén, Alfonso Portabales Vázquez. Entre los franciscanos concelebrantes estaba también fray Stephane Milotvich, actual guardián de la Basílica de la Natividad de Belén, y fray Quirico Calella, que custodia la iglesia latina de San Juan Bautista de Acre, donde es también director del Terra Santa School. Este último ha traído consigo también a un grupo de niños de la escuela de Acre, que han dado un alegre toque de vivacidad y entusiasmo a toda la jornada.
Tras la santa misa, muchos peregrinos han querido acercarse hasta el Jordán y bañarse en sus aguas, acercar a los más pequeños, echarse simbólicamente un poco de agua en la cabeza recordando el gesto penitencial realizado tantas veces en estos lugares por san Juan Bautista y que Jesús mismo, al inicio de su ministerio público, aceptó recibir (Mt 3,13-17).
La mañana ha continuado con la visita al monasterio greco-ortodoxo construido en el Monte de la Cuarentena, nombre que recibe desde la Edad Media y que está ligado al recuerdo, que aquí se conserva desde el siglo IV, de los 40 días que Jesús pasó en el desierto. Este bellísimo monasterio, encajado en la roca a media altura justo en los montes que sirven de fondo a Tell es-Sultán y que domina desde el noroeste la llanura de Jericó, fue edificado hacia finales del siglo XIX por los monjes ortodoxos en torno a las grutas en las vivieron los anacoretas del desierto que habitaron el lugar desde el siglo V. Una vez recorrido el camino, una larga escalinata que conduce al monasterio, el grupo, guiado por fray Artemio Vítores, se detuvo en la puerta del edificio durante un breve momento de oración, acompañado por la lectura –en italiano, español y árabe- del texto evangélico de las tentaciones de Jesús en el desierto (Mt 4,1-11). Fray Artemio ha querido recordar que, 25 años atrás, justo en esta misma fecha (27 de octubre), el papa Juan Pablo II reunía en Asís a los líderes de las diversas religiones con motivo del primer encuentro de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo. Mientras Asís celebra de modo especial este acontecimiento –con la presencia del papa Benedicto XVI en la Basílica de Santa María de los Ángeles-, también los cristianos de Tierra Santa se unen a Roma y a la Iglesia universal recordando que las religiones no deben nunca ser motivo de conflicto o de violencia sino una vía privilegiada de edificación de la paz y de la comprensión recíproca.
Dentro del monasterio, todos han tenido la posibilidad de visitar la iglesia, correspondiente a una antigua gruta, y el pequeño santuario al que se accede subiendo algunos escalones. Aquí, sobre el muro occidental, hay un nicho excavado en la roca donde se encuentra una piedra –marcada con una cruz- que indica el lugar tradicional de la primera tentación de Jesús. El panorama que se disfruta desde este lugar es realmente maravilloso.
«Buscad al Señor mientras se deje encontrar, invocadlo mientras esté cerca» (Is 55,6), exhorta el profeta Isaías. Escribe el papa Benedicto XVI: «Jesús se ha unido a nosotros, mediante la inmersión en las aguas del Jordán. El Bautismo es, por decirlo así, el puente que Jesús ha construido entre Él y nosotros, el camino por el que se hace accesible a nosotros; es el arco iris divino sobre nuestra vida, la promesa del gran sí de Dios, la puerta de la esperanza y, al mismo tiempo, la señal que nos indica el camino por recorrer de modo activo y gozoso para encontrarlo y sentirnos amados por él».
Texto de Caterina Foppa Pedretti
Fotos de Marco Gavasso
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